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Gracias al cielo y a las estrellas, mi parada apareció en el mapa. Si pasaba un solo segundo más dentro de esa jaula administrada por el Estado, me iba a asfixiar.

Hoy fui yo quien no encontraba asiento. Al menos, no encontraba mi asiento... Ese, el individual, el del fondo.

Por ello, decidí situarme en uno de los asientos dobles, junto a la ventana. El día nublado ameritaba apreciar las vistas, Twitter podía esperar y tú aún no ibas a llegar.

Pero..., cuando llegaste. ¡Por favor! ¿Por qué lo hiciste? De todas las posibilidades, ¿por qué me elegiste?

No es que tu presencia me disguste... Simplemente, no me reconozco cuando a tu lado me hallo. 

Transpiro a temperaturas injustificadas, me quedo paralizado como un espantapájaros en un vasto maizal, me sonrojo cual atardecer primaveral..., mi corazón... palpita como si fuera un ladrón al que están por capturar.

Y ni hablar de cuando te tuve que perdir permiso para poder bajar... Parecía que un marinero se había propuesto practicar nuevos nudos con mi pobre garganta.

Primero me miras, y ahora te atreves a mi espacio intentar conquistar... 

Mala mujer, ¿cómo te has de atrever? ¿No sabes que no soy lo suficientemente fuerte para de tu presencia poderme contener?

EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora