El peso de la verdad

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                                                                        26 de abril del 2024

Caminamos en silencio, un silencio que nunca ha sido tan incómodo entre nosotros. Danny está a mi lado, pero se siente distante, como si estuviera en otro lugar, atrapado en sus propias mentiras. He intentado darle espacio, ser paciente, pero estoy cansada. Ya no sé si puedo seguir fingiendo que no me afecta.

—No quiero perder tu confianza —murmura de repente, como si esas palabras le pesaran.

Lo miro de reojo, pero no respondo. No sé si tiene sentido decir algo más. Ya le he dicho lo que siento, lo que me duele, y aun así sigue eligiendo ocultarme la verdad.

Nos detenemos en medio de la acera, y lo siento detenerse detrás de mí. Finalmente, me obligo a mirarlo. Quiero que entienda lo serio que es esto para mí, porque si no se da cuenta ahora, no sé cuándo lo hará.

—Entonces, ¿por qué sigues mintiéndome? —pregunto. Mi voz suena más tranquila de lo que me siento por dentro.

Veo cómo se tensa. Esa es la pregunta que lo está destruyendo. Pero también es la que no puedo seguir ignorando. Hemos sido amigos durante tanto tiempo, y lo que más me duele no es que me oculte cosas. Es que no confía en mí lo suficiente como para ser honesto.

—No es que no confíe en ti —dice, y aunque parece sincero, no puedo evitar sentir que es otra excusa—. Es solo que a veces no sé cómo ser honesto... No quiero que pienses mal de mí.

Lo miro directamente, sin decir nada por un momento. Piensa que voy a juzgarlo, que no voy a entender lo que sea que está pasando por su cabeza. Y eso me hiere más que cualquier mentira que haya dicho.

—¿Pensar mal de ti? —doy un paso hacia él, acercándome—. Danny, hemos sido amigos por años. Lo que me molesta no es lo que me ocultas, es que no confíes en que puedo entender lo que sea que esté pasando.

Sé que son palabras fuertes, pero necesito que las escuche. No estoy pidiendo que me cuente cada detalle de su vida, pero quiero que deje de cerrarse. He estado aquí, a su lado, por casi cuatro años. ¿No es suficiente para que pueda ser sincero conmigo?

Él baja la mirada por un segundo, y por un instante, temo que este sea el final de nuestra conversación. Pero entonces me mira, y su voz suena diferente. Ya no es el chico que se esconde detrás de las risas.

—No quiero perderte —dice, y esta vez suena real, sin las capas de broma o excusas que suele poner.

Siento un nudo en el estómago, pero esta vez es diferente. Lo escucho, y aunque me duele que hayamos llegado a este punto, hay algo en su tono que me hace pensar que finalmente me está diciendo la verdad.

—No me vas a perder —le digo, pero mi voz es firme—. Pero necesito que seas sincero conmigo. No puedo seguir así.

Él asiente, y por primera vez en días, siento que tal vez... tal vez estamos empezando a entendernos de nuevo.

Nos quedamos ahí, parados en medio de la acera, mientras el mundo a nuestro alrededor sigue moviéndose. Es extraño cómo, en estos momentos, todo parece detenerse solo para nosotros. Quiero creerle. Quiero creer que, esta vez, va a ser honesto. Pero no es tan fácil como decirlo.

—Danny... —empiezo, buscando las palabras—. No me importa lo que sea que estés ocultando. Lo que me importa es que no confías en mí.

Él asiente, pero su mirada se desvía de nuevo, como si todavía estuviera luchando consigo mismo. Sé que hay algo más. Lo he sabido desde hace tiempo, pero nunca he querido presionarlo. Quizás he sido demasiado paciente, o quizás simplemente he tenido miedo de que al enfrentarlo, perderíamos lo que tenemos.

—No es que no confíe en ti —murmura otra vez, su voz apenas un susurro—. Es solo que... no sé cómo explicarlo. No quiero que te decepciones de mí.

Lo miro fijamente. ¿Decepcionarme? ¿Es eso lo que piensa? Después de todo este tiempo, ¿cree que podría verlo de otra manera por lo que sea que esté pasando?

—Danny... —digo con más suavidad, dando un paso más cerca—. No me voy a decepcionar de ti. Lo que me decepciona es que no me lo digas. No puedo ayudarte si no sé lo que está pasando.

Siento que mis palabras lo golpean, lo veo en sus ojos. Es la primera vez que lo veo realmente vulnerable. Tal vez este sea el momento en que finalmente me lo dirá. El aire entre nosotros está cargado de expectativa. Quiero que rompa el silencio, que diga algo real, algo que signifique que me está dando lo que siempre he querido: honestidad.

—Es solo que... a veces siento que si te lo cuento, vas a pensar diferente de mí —su voz es débil, y puedo ver el miedo en su rostro—. Y no quiero perder eso.

Lo observo por un segundo, dejándolo procesar lo que acaba de decir. Por fin está siendo sincero, pero sé que no es todo. Todavía hay más detrás de esa barrera que ha construido, y sé que si no lo rompe ahora, nunca lo hará.

—Danny —le digo, esta vez con más firmeza—. No importa lo que sea. Estoy aquí para ti, pero no puedo seguir esperando a que decidas confiar en mí. Si esto sigue así... no sé si podremos continuar como hasta ahora.

Él me mira, y por un segundo veo la lucha en su interior. Está al borde de decirme la verdad, lo sé. Y aunque quiero presionarlo, también tengo miedo de lo que venga después.

El silencio entre nosotros se alarga, pero no es el mismo silencio de antes. Este está cargado de algo más, algo que finalmente está a punto de salir. Puedo ver en su rostro que Danny está luchando con lo que está a punto de decirme. Por un segundo, me preparo para lo peor, aunque no sé exactamente qué esperar.

—Está bien... —murmura al fin, como si hubiera decidido rendirse ante la verdad—. Te lo voy a decir.

Mi corazón late más rápido, y en mi interior hay una mezcla de alivio y miedo. Me mantengo en silencio, dándole el espacio que necesita para hablar, pero mi mente corre a toda velocidad, imaginando todas las posibles razones detrás de sus mentiras.

—He estado... fallando en las clases —comienza, sus ojos se clavan en el suelo, incapaces de mirarme—. No es solo química o historia, es todo. Y no sabía cómo decírtelo porque... no quería que pensaras que no estoy haciendo lo suficiente.

Mi mente se detiene. ¿Eso era? ¿Sus mentiras, sus excusas, todo porque está teniendo problemas en la escuela? Es como si una parte de mí hubiera esperado algo mucho más grande, más serio. Pero cuando lo dice, lo veo todo claro. Danny nunca ha sido el tipo de persona que se abre fácilmente cuando siente que ha fallado en algo.

—Danny... —susurro, dejando escapar el aire que no sabía que estaba conteniendo—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

Él se encoge de hombros, todavía sin mirarme.

—Porque siempre pareces tan... bien en todo —dice, finalmente levantando la vista—. No quería que me vieras como alguien que no puede con esto. Siempre has sido la que tiene todo bajo control, y yo... yo no lo tengo.

Sus palabras me golpean de una manera que no esperaba. Nunca pensé que él se sintiera así, comparándose conmigo, como si tuviera que estar a la altura de una versión de mí que ni siquiera existe. ¿Tan perfecto pensaba que era mi mundo?

—No soy perfecta, Danny —le digo, acercándome—. También tengo mis problemas, y nunca esperé que tú fueras perfecto tampoco.

Nos quedamos mirando por un momento, y veo cómo sus hombros finalmente se relajan, como si una carga se hubiera levantado de ellos. Me siento mal por no haberme dado cuenta antes de lo que estaba pasando, por no haberle hecho saber que podía contarme cualquier cosa, sin miedo a que yo lo juzgara.

—Deberías habérmelo dicho desde el principio —añado, pero sin dureza—. Podríamos haberlo resuelto juntos.

Él asiente, y por primera vez en lo que parece mucho tiempo, me sonríe. Esta vez, es una sonrisa sincera, sin las capas de mentiras y excusas.

—Lo sé... Lo siento —dice, y en su tono hay una promesa de que no volverá a esconderse detrás de sus miedos.

Y yo sé que, aunque no será fácil, este es el primer paso hacia la honestidad que tanto he querido.

Mi vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora