♥ Entre risas y silencios ♥

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                                                                     26 de diciembre del 2024                                           

Danny

Atenea me mira con esa expresión que conozco demasiado bien, como si pudiera ver a través de cada palabra que digo. Su mirada me atraviesa mientras le cuento, entre risas, cómo escapé de la tarea de química. Siempre hago lo mismo, bromear para mantener la conversación ligera. Pero hoy... algo es diferente.

—¿En serio? No sé si creerte, Danny —dice, y en su voz hay un tono que no puedo ignorar.

Me río, aunque la risa se siente vacía. ¿Por qué siempre tiene que hacer esas preguntas? Me pone nervioso, como si fuera inevitable que algo se rompiera entre nosotros si no mantengo la farsa.

—¿Qué? ¿No confías en mí ahora? —bromeo, intentando suavizar la tensión.

Nos detenemos en el cruce de siempre, esperando el semáforo. En estos momentos de pausa, cuando no hay nada más que hacer que esperar, Atenea parece tener una habilidad especial para leer entre líneas. Me siento expuesto.

—Últimamente, todo son mentiras y chistes, pero no hablamos de lo importante —su voz es suave, pero sus palabras me golpean fuerte.

El nudo en mi estómago se aprieta. No esperaba esto hoy. Miro al suelo, fingiendo que algo en el asfalto es fascinante, pero sé que tengo que responderle.

—No es que quiera mentirte, Atenea —susurro, tratando de encontrar las palabras correctas—. Es solo que a veces es más fácil así... ¿Sabes?

El silencio que sigue es denso. No hay risas que llenen el vacío, solo la verdad que se va colando poco a poco. Ella me mira, esperando más, pero no sé si tengo el valor de dárselo.

—Pensé que después de tanto tiempo de ser amigos podríamos ser honestos, incluso cuando es incómodo —dice, y siento un tirón en el pecho.

Siete años. Siete años desde que nos conocimos, y aquí estoy, mintiendo sobre cosas pequeñas porque las cosas grandes me asustan. Miro el semáforo cambiar de rojo a verde, pero ninguno de nosotros se mueve.

—Lo siento —murmuro, aunque no estoy seguro de que sea suficiente—. No quise que pareciera que te estaba mintiendo. Es solo que... algunas cosas son complicadas.

Sé que debería decirle más, explicarle todo lo que llevo dentro, pero no puedo. No todavía. Nos quedamos en silencio, y por primera vez en mucho tiempo, el silencio entre nosotros no se siente cómodo. Pero tal vez sea necesario.

Atenea me da un ligero empujón en el hombro, y sonríe, aunque no del todo.

—Está bien —dice—. Pero la próxima vez, menos mentiras, ¿sí?

Asiento. Sé que tengo que hacerlo mejor. Entre risas y silencios, Atenea siempre logra hacerme ver lo que realmente importa. Solo espero estar a la altura.

Atenea me mira de una forma que me incomoda. Sé lo que está pensando, sé que lo sabe. Mis historias, mis excusas... cada pequeña mentira que he soltado en las últimas semanas. Y, sin embargo, no puedo parar. No sé por qué. Tal vez sea miedo, o tal vez es que no quiero enfrentarme a la verdad.

—¿En serio? No sé si creerte, Danny —su voz es tranquila, pero sé que detrás de esas palabras está la Atenea que me lee mejor que nadie.

Fuerzo una risa. Tengo que mantener la fachada. Es lo único que me queda.

—¿Qué? ¿No confías en mí ahora? —bromeo, como siempre, intentando que el momento pase sin consecuencias.

Pero sé que ya no funciona. Nos detenemos en el cruce de siempre, y el silencio que cae entre nosotros pesa más de lo normal. Atenea no dice nada por un segundo, y me pregunto si está tratando de decidir qué hacer conmigo.

—Danny... —empieza, y sé que lo que viene no será fácil de escuchar—. Sabes que no te creo, ¿verdad?

El nudo en mi estómago se aprieta. Claro que lo sabe. Ella siempre lo sabe. Bajo la mirada, incapaz de sostenerle la vista. Me siento acorralado, como si ya no hubiera forma de salir de esta sin confesarlo todo.

—No es que quiera mentirte —le digo en un susurro, casi rogando que no me presione más—. Es solo que algunas cosas son complicadas... no sé cómo explicarlo.

—¿Complicadas? —replica, levantando una ceja—. Pensé que después de tanto tiempo podríamos ser honestos, incluso cuando es difícil.

La forma en que lo dice me hace sentir más culpable de lo que ya me siento. Han pasado casi siete años desde que nos conocimos, y todavía no puedo darle la verdad cuando más la necesita. Atenea siempre ha sido directa conmigo, y aquí estoy, escondiéndome detrás de chistes y risas vacías.

El semáforo cambia, pero ni siquiera puedo moverme. Todo dentro de mí me grita que lo diga, que deje de mentir, pero las palabras se me quedan atrapadas en la garganta.

—Lo siento... —susurro, sin ser capaz de decir nada más.

Ella me mira, esperando. Sé que se merece más, pero no sé si puedo dárselo. ¿Cómo le explico lo que realmente pasa?

Finalmente, me da un pequeño empujón en el hombro y sonríe, pero es una sonrisa triste. Una que no alivia la tensión.

—Está bien —dice con suavidad—. Pero no sigas mintiéndome, Danny. Por favor.

Asiento, pero por dentro sé que no será tan fácil. Entre risas y mentiras, estoy perdiendo lo más importante.

¿Que hacer mientras me ase preguntas? Me pone nervioso, como si fuera inevitable que algo se rompiera entre nosotros si no mantengo la farsa.


Querido lector:

Gracias por acompañarme en este capítulo lleno de risas y silencios. Las palabras a veces no alcanzan para decirlo todo, pero tal vez en esos momentos entre líneas es donde más se revelan las verdades.

Nos vemos en el próximo episodio, donde quizá podamos entender un poco más a Danny... o tal vez a nosotros mismos.

Con cariño, Luna

Mi vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora