Mi peor pesadilla

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La mansión de los espejos rotos.

Ari corría a toda prisa, su corazón latiendo al ritmo de las leyendas susurradas en el pueblo a faldas de la montaña. Se decía que en esa mansión, sumida en el corazón de un bosque casi olvidado, residían las almas de aquellos marginados y maldecidos por su identidad y su amor.

Cada pared de la gran mansión antigua susurraba lamentos y secretos de un pasado tormentoso. La leyenda, escuchada en una tienda del pueblo, advertía que cada luna llena, pequeños espíritus y almas errantes aparecían en busca de amor y aceptación, algo que les fue cruelmente negado en vida.

Al entrar, Ari se encontró con un espejo roto que reflejaba la imagen de una mujer vestida de traje, condenada a buscar eternamente a su amada desaparecida. Un pequeño retrato en la entrada mostraba a un joven de sonrisa radiante, ocultando el dolor de un amor prohibido.

Ari, intrépido y orgulloso de su identidad queer, no temía a los susurros de ayuda que resonaban con cada paso. Pero fue el retrato en el pasillo lo que capturó su atención, uno que le resultaba extrañamente familiar.

Era un retrato antiguo, y aunque la vestimenta era de otra época, la semejanza era innegable: el retratado era idéntico a Ari. La pintura contaba la historia de alguien que había desafiado las normas de su tiempo, viviendo su verdad a pesar de los peligros.

Con un creciente terror y confusión, Ari decidió abandonar la mansión, sintiendo que no conocía tanto como creía. Se rumoreaba que el retratado, Alex, un joven valiente y orgulloso de la comunidad, había sido condenado a vivir en la mansión por el resto de su vida. Incapaz de soportar la soledad y el rechazo, Alex terminó su vida, dejando su espíritu a vagar por los pasillos.

La revelación golpeó a Ari como un rayo: Alex era hermano de su abuela, lo que explicaba su parecido. Ari, conmovido por la conexión familiar y la historia de Alex, decidió no volver al pueblo ni a la mansión.

Con el paso de los años, la mansión cayó en el olvido, pero aquellos que buscaban refugio en sus pasillos huían al amanecer, incapaces de soportar los susurros y lamentos de dolor.

Ari, sin embargo, llevó consigo la historia de Alex, una historia de valentía y amor. Y aunque nunca regresó, la memoria de Alex y la mansión vivieron en él, inspirándolo a vivir con la misma audacia y a luchar por un mundo donde nadie fuera marginado por ser quien es.

...

No es mi fuerte, pero se intentó.

2024 DateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora