-Prólogo-

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-después de todo la vida sigue en mi contra, ¿no crees?-

El frío estaba helando mi piel mientras escuchaba sus bajas palabras, mis pies dentro del agua se movían constantemente, al igual que mis dedos sobre la madera del descuidado muelle.
Si, si; aún estaba ahí mirándome.

-yo quiero ir contigo-

Dije mientas mi cuerpo comenzaba a temblar al igual que mi voz, la tormenta estaba cerca, gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo lentamente.

-no, no. Aún es muy pronto para que vengas conmigo- dijo casi en un susurro con dolor en sus palabras.

Él, él. Todo fue su culpa. ¿Por qué? ¿De todas debías ser tú?

-debemos estar juntos- solté casi en una súplica.

-lo estaremos, eso creo. Pero aún no es tu tiempo...

Su cabeza se giró en todas las direcciones, observando, escuchando, sintiendo. Su mirada se clavó en mi nuca y sentí como mi piel se erizaba ante ella.

-no hay tiempo, tienes que irte, él ya viene, él sabe que lo sabes y ahora viene por ti, ya es muy tarde para mí, pero no lo es para ti. ¡¡Debes correr!!...

La tranquilidad con la que hablaba se esfumó y ahora en su voz solo puede sentir miedo y horror. Sentí un vuelco en mi estómago y mi corazón comenzó a latir desenfrenadamente. Me apoyé en mis manos y me levanté a toda velocidad ignorando la punzada que eso causó en ellas. El miedo recorría mi cuerpo. Él no era piadoso, él no era cobarde, lo había visto, a él no se le podría llamar humano.

La adrenalina corría por mis venas, mi respiración estaba agitada y el aire me comenzaba a faltar. Mi cuerpo se movía a toda velocidad, saltando y esquivando cada obstáculo que se presentaba, el sudor salía de mis poros a pesar de la fresca brisa, y de pronto, comenzó a llover con fuerza. La tierra comenzó a mojarse creando lodo, lo que impedía grandemente que fuera tan veloz como antes, pero no podía detenerme, no debía, a toda costa no podía parar. La voz de ella resonaba en todo el bosque. "No te detengas, ¡¡corre!!" Esas palabras crepitaban cerca, lejos, en todas partes.

_Oh mi pequeña y dulce flor, tú sabes lo que dices, tú no pudiste correr, fuiste acorralada y arrancaron tus hermosos pétalos. Gritaste por justicia, pero te volvieron a silenciar y ahora gritas por mi. Merecías el mundo, pero te quitaron esos derechos. Oh, mi flor, quien fuera tú para sentir aquel dolor por el que injustamente pasaste, si tan solo cambiar el pasado pudiera, lo haría, porque merecías sentir lo que no pudiste. Yo quiero salvarte, mi rosa, yo quiero que grites y seas libre otra ves..._

Una mala pisada en el lodo fue suficiente para hacerme caer rápidamente cuesta abajo, golpeando cada roca o rama en el camino. Todo estaba doliendo como el mismísimo demonio, las astillas se incrustaban dolorosamente en mi piel, hasta que...
Perdí el conocimiento, una piedra golpeó fuertemente tras mi cabeza causando un desmayo casi que instantáneo, sus palabras se oían cada ves más y más lejos.

-Leo, debes despertar, aún no estás a salvo... Leo... Leo...

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