𝒫𝑅𝐸𝐹𝒜𝒞𝐸

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"𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐦𝐞 𝐡𝐚𝐲𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐝𝐨, 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐫𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐨𝐬 𝐫𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨𝐬 𝐭𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐞𝐠𝐮𝐢𝐫á𝐧"

"𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐦𝐞 𝐡𝐚𝐲𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐝𝐨, 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐫𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐨𝐬 𝐫𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨𝐬 𝐭𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐞𝐠𝐮𝐢𝐫á𝐧"

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La vida era una serie interminable de sucesos trágicos. Era una lección que Lucille aprendió desde muy pequeña.
Su pequeña familia jamás tuvo lujos, y tampoco dinero que pudieran despilfarrar como la mayoría de la sociedad neoyorquina lo hacía.
Sus padres trabajaban en una casa de la alta sociedad, en una de las calles más prestigiosas.
Su padre como el mayordomo, y su madre como el ama de llaves.
Lucille vivió y prácticamente creció en aquella casa, sin ningún otro niño alrededor, simplemente ella.
Carecer de compañía infantil la hizo buscar amistad en las fregonas más jóvenes.
A muy corta edad, sus pensamientos y sentimientos eran muy distintos a los de una niña de ocho años.

Al menos, era relativamente feliz. La casa era enorme, y sus dueños, el barón y la baronesa Baxter, eran realmente amables, aún cuando sólo visitaban la propiedad pocas veces cada año.
Parecían ser sólo ellos, pese al único hijo que tuvieron. Él jamás se mostraba por la casa y tampoco por Estados Unidos, a diferencia de sus padres.
Sin embargo, a pesar de lo que la gente piensa cuando una persona llega a dicha edad, los Baxter eran la definición de clase y amabilidad.
No era muy común entre la gente inglesa, y ellos lo eran.
Era como si rechazaran la naturaleza fría de Reino Unido, pues eran más cálidos que un día soleado.

Pero todo cambió el día que lord Baxter murió, mientras dormía.
Una persona vieja tiende a morir de esa manera, pero Lucille aún recordaba la pena que sintió al enterarse.
Era una buena persona, una persona que a veces le sacaba sonrisas, la única, a decir verdad.
Sus padres eran más fríos que un témpano de hielo, y los únicos que le mostraban un atisbo de afecto, eran los Baxter.
Lady Baxter murió unos días después, y Lucille realmente creía que la mujer había muerto de tristeza, aunque fuera una causa bastante tonta, pero para una niña de ocho años, era muy verdadera.

No pasó mucho hasta que su hijo decidió venir y tomar la propiedad.
Helmut Baxter, un hombre que en toda su corta vida, Lucille jamás había visto.
Era el hijo del barón, mayor, pero no tanto.
A diferencia de sus padres, Helmut Baxter era una persona frívola y condescendiente, que se encargó de recortar todo el personal de la casa Baxter en Nueva York.
No deseaba viajar a América, y ciertamente, repudiaba el país entero.
Lucille se enteró por la fregonas que recientemente, el nuevo lord Baxter también había perdido a su esposa, enviudando, dejándolo solo con una bebé.

La vida de Baxter era totalmente desgraciada, y eso la hizo comprender un poco porque se comportaba así, pero no le daba el derecho a dejar a sus padres sin trabajo.
Pero lo hizo, y ellos tuvieron que dejar la casa.
Y con doce años, Lucille descubrió lo que significaba el resentimiento.
No le agradaba lord Baxter, no cuando había dejado a su familia desamparada, no cuando había hecho su vida igual de desgraciada que la de él.
No tardó mucho en que su padre cayera en la bebida, y su madre intentara vender todas las cosas de "valor" que tenían en su humilde choza.
Lucille estaba segura de que morirían de hambre si su madre y su padre seguían sin conseguir trabajo.

Su madre estaba tan desesperada, con un marido alcohólico y una hija de tan sólo doce años. La histeria de su madre era tal, que creyó que podría incluso vender a su propia y única hija.
Y lo hizo. La vendió al peor postor, al hombre que Lucille había acabado de conocer y con él que descubrió una cosa: el odio.
Helmut Baxter, el despreciable barón ofreció una buena suma de dinero a cambio de la mano de Lucille, una niña..., y por donde sea que la gente lo viera, era horrible.
Ella jamás pensó que su vida pudiera ser peor de lo que ya era, pero lo fue.

Su madre, su padre, sus padres, le enseñaron la peor de las lecciones a tan corta edad. No confiar en nadie, ni siquiera en tus padres.
Lord Baxter solventó a la familia por años, hasta que Lucille cumplió la edad adecuada para poder casarse con él
Con sólo dieciocho años, Lucille llegó al altar. Su madre, no podía con el orgullo, y su padre, bueno, él estaba seguramente en algún bar del centro, bebiendo hasta morir.
El dinero que Baxter pagó por ella, sin contar todos los años que los mantuvo, esperando a que Lucille creciera, mantendrían a su madre y a su padre con comida, bebida, ropa y techo... hasta que murieran.

Y Lucille deseó que ellos murieran, que ella muriera, pues no estaba preparada para su nueva y detestable vida.
Casada a los dieciocho, con un hombre de cuarenta y ocho, criando a una niña de seis que no era suya, y condenada a vivir su vida en la gris Londres, como la baronesa, la esposa de Helmut Baxter.

𝙒𝙞𝙡𝙙𝙚𝙨𝙩 𝘿𝙧𝙚𝙖𝙢𝙨 • 𝗕𝗿𝗶𝗱𝗴𝗲𝗿𝘁𝗼𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora