"Adéntrate en el mundo oscuro y emocionante de 'El Mafioso Turco', una novela que te mantendrá en vilo desde la primera hasta la última página. Nuestro protagonista es un mafioso turco astuto y despiadado, cuyo encanto peligroso y poder incontenible...
Después de desayunar, decidí desobedecer a Maximiliano y salí de la mansión. Me puse un vestido casual y unas sandalias cómodas, tomé mi bolso y me dirigí al centro de la ciudad. El sol brillaba intensamente en el cielo, iluminando las calles con sus rayos dorados.
Al llegar al centro, me maravillé con la multitud de tiendas y restaurantes. Decidí empezar por una pequeña boutique que llamó mi atención. Mientras miraba los vestidos, sentí una sensación extraña, como si alguien me estuviera observando. Me giré, pero no vi a nadie sospechoso.
Después de comprar un par de vestidos, decidí tomar un descanso y fui a un café cercano. Pedí un café y unas galletas, recordando las que Martha había preparado. Mientras disfrutaba de mi café, noté a un hombre sentado en la esquina del café, parecía estar mirándome.
Decidí ignorarlo y continué con mi día. Fui a varias tiendas más y compré algunos libros y joyas. Sin embargo, la sensación de ser observada no desaparecía. Cada vez que miraba a mi alrededor, veía al mismo hombre del café.
Empecé a sentirme asustada. Decidí que era hora de volver a la mansión. Mientras caminaba hacia el taxi, sentí que alguien me seguía. Me giré y vi al hombre del café corriendo hacia mí.
Justo cuando pensaba que iba a atraparme, una figura oscura apareció de la nada. Era Maximiliano, con una mirada furiosa en su rostro. Sin decir una palabra, le dio un puñetazo dejando al hombre desconocido en el piso, quien al ver a Maximiliano, huyó inmediatamente.
Max me miró con preocupación y alivio. Me abrazó fuertemente y me susurró al oído: "Te dije que no salieras sola". Aunque estaba aliviada de que Maximiliano me hubiera salvado, también estaba avergonzada por haber desobedecido.
Esa noche, mientras cenábamos las galletas y la cena que Martha había preparado, prometí a Max que no volvería a desobedecer. Aunque estaba enojado, pude ver en sus ojos que estaba más preocupado que enfadado. Esa noche, me di cuenta de que mi vida en la mansión no era tan aburrida después de todo.
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