Luego de unos cuantos minutos caminando, Eleanor, se encontraba ya en la puerta de su casa, solo miraba la gran puerta de madera indecisa de entrar, finalmente, después de un suspiro para reunir coraje, giró el picaporte de la puerta para entrar a ese lugar, ese lugar el cual deseaba nunca haber pisado. Entró a la casa echando un vistazo en ella, el salón estaba vacío, también la cocina y las habitaciones, así que asumió que no había nadie en casa, dejó la sesta que yacía en sus manos en el desayunador de la cocina y se dirigió a su habitación, si es que así se le podía llamar, ya que era el viejo ático de la casa, pero no se podía quejar demasiado, ya que al llegar a ese lugar le había dado un llamado toque femenino al lugar, así que era para ella, el único lugar acogedor en esa casa, ya que no había nadie en casa decidió darse una pequeña siesta para descansar....
Tras unas horas de sueño, Eleanor sintió como algo áspero humedecía su mejilla, abrió sus ojos lentamente y se percató de que era Cap, el pastor alemán de la familia- ¿Cap, que haces aquí?... ¡Ya vinieron! –
Que el perro se encontrara en su habitación solo significaba que sus tíos habían regresado, apartó a al canino de su cama y se levantó de la cama acomodando su ropa y su cabello para no aparentar que había estado durmiendo por largo rato, segundos bastaron para escuchar su nombre siendo pronunciado por una voz masculina, se apresuró a bajar e ir hacia quien la llamaba.
- ¿Si, señor? - Preguntó la chica al estar frente a su tío, el dueño de la casa y quien la había criado desde muy joven.
-Eleanor, aquí estas ¿Hiciste las compras? – Cuestionó a la joven mientras esta asentía -Bien, ahora ordénalas, no piensas dejar eso ahí ¿verdad? – Sostuvo para luego irse a su habitación sin decir nada más. Por otro lado, sintió un abrazo lleno de afecto de unos brazos delicados, era su tía, la cual la saludo con una dulce sonrisa y una caricia en la cabeza, eso le hacía recordar mucho a su madre, correspondió al abrazo y luego ambas se apartaron.
- ¿Cómo fue tu día, cariño? -Preguntó mientras se sentaba en el sofá detrás de ella.
-Fue maravilloso, tía, conocí a un chico. – Comentó con una sonrisa algo boba mientras se sentaba a su lado.
- ¿Acaso escuche bien? – Celia, prima de Eleanor, entró al salón con una amplia sonrisa al escuchar lo que Eleanor había dicho hace pocos segundos. - ¿Quién es? ¿Es del pueblo? ¡Ya se, es el de la biblioteca! -Chilló emocionada por imaginarlos juntos, bueno, Celia relacionaba a su prima con todo lo que fuera hombre, humano y respiraba, siempre en cuando fuera joven y atractivo, claro.
-No, no es el, Celia- río ante la emoción de la chica. – No tengo idea de quien sea, nunca lo había visto por el pueblo, solo sé que su nombre es Carson- Se encogió de hombros.
-Ah... pensé que por fin tendrías novio- Celia se quejó, puesto que Eleanor nunca había tenido un pretendiente. Escucharon la campana del viejo y gran reloj de la casa, el cual indicaba que tenían que estar en sus habitaciones, las tres se despidieron y se dirigieron cada una a sus habitaciones.
Tras unas horas, mientras el pueblo se sumía en el sueño y las estrellas pintaban el cielo con destellos plateados, Eleanor decidió aventurarse fuera de su hogar para dar un paseo por los senderos que rodeaban Cristniel, se escabulló entre los pasillos de la casa para no ser vista ni escuchada. La brisa fresca acariciaba su rostro mientras caminaba entre los árboles y los arbustos, sumida en sus pensamientos.
De repente, entre la penumbra de la noche, una figura se materializó frente a ella. Era el chico que había conocido hace unas horas, cuya presencia parecía tan inesperada como bienvenida. Sin palabras, intercambiaron miradas cargadas de significado, como si sus almas se comunicaran en un lenguaje secreto que solo ellos podían entender.
-Eleanor- Mencionó el chico con una sonrisa dibujada en sus labios.
-Carson... Que oportuno- devolvió la sonrisa al joven de cabellos negros.
Intercambiaron miradas con un destello de luz en los ojos de ambos, Carson rompió el hechizo con una sonrisa tímida, e invitó a Eleanor a acompañarlo en un breve paseo por los alrededores del pueblo. Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, Eleanor aceptó con una mezcla de emoción y nerviosismo, Carson ofreció su brazo de forma caballerosa y divertida, la joven solo pudo reírse y aceptar el acto del chico, pasando su propio brazo a través del suyo.
Bajo el manto de la noche estrellada, Eleanor y Carson se sumergieron en una conversación íntima, compartiendo algunas anécdotas divertidas y escuchando las bromas del joven, quien hacia reír a Eleanor con todas las bobadas que hacía. Con cada palabra, parecía que se acercaban más el uno al otro, superando las barreras impuestas por la sociedad y permitiéndose explorar la conexión que los unía de una manera que trascendía las normas y expectativas.
Llegaron a un punto del pueblo en donde solo había un farol que alumbraba la calle, ambos bromeaban mutuamente cuando tocaron el tema del baile del príncipe.
-Y tú, supongo que si me invitaste a ese baile sabes bailar ¿No? – Dijo Eleanor, insinuando que el chico era un mal bailarín.
-Deberíamos averiguarlo ¿No crees? - Al decir esas palabras, con su encantadora sonrisa, se inclinó frente a la chica y ofreció su mano para invitarla a bailar- ¿Me concedería esta pieza, madame? - La chica estaba atónita, no supo cómo reaccionar durante unos segundos, pero finalmente aceptó, y tomó su mano con una dulce sonrisa, acto seguido, Carson, la atrajo hacia él, tomándola de la cintura con su mano derecha, y con la izquierda tomó de un forma delicada y dulce la mano de la joven, Eleanor, también puso sus manos donde correspondían, ambos se sonrieron como si el mundo hubiera parado para ellos. Comenzaron a bailar por la calle bajo la suave luz del farol, como si el mundo se detuviera para admirar su armonía. Cada paso es una poesía en movimiento, y el reflejo de la luz creaba un aura mágica alrededor de ellos, como si estuvieran bailando en un sueño hecho realidad y como si la música estuviera en su corazón. Al cabo de unos minutos, ambos estaban cerca del rostro del otro, con sus respiraciones mezclándose entre sí, Carson, tomó del mentón a la joven para elevar su rostro, se inclinó hacia ella mientras la miraba a los ojos, como si estos fueran el universo entero, todo era perfecto...
Pero, al principio te dije que en esta historia nada sería fácil
De pronto el reloj del pueblo sonó, marcando la media noche, Eleanor se tensó en un golpe de realidad, recordando donde estaba, se alejó de Carson y esto confundió al chico.
-Discúlpame, pero tengo que irme ya... - Dijo algo apenada y triste por haber echado a perder el maravilloso momento.
-Ah... si, descuida- Dijo decepcionado, creyó que había cometido un error al pensar que el sentimiento era mutuo, Eleanor solo lo miró tristemente y se despidió para posteriormente irse corriendo a su casa. -Te veré en el baile...- Dijo, aunque la chica ya había desaparecido entre la oscuridad de la noche.
Mientras tanto con Eleanor, entró a su casa sigilosamente, fue a su habitación y se metió en la cama, no pasó mucho y escucho como el picaporte de la puerta giraba lentamente, su tío entro en la habitación para verificar que la joven se encontraba en el lugar, al verla ahí volvió a salir del cuarto y cerró la puerta, Eleanor suspiro aliviada, pero en su cabeza había una molestia, solo pensaba en lo que había vivido con el de cabellos azabache esa noche, y lo que estuvo por vivir. Solo pudo tomar su cabeza con sus manos y frustrarse por no ser libre ni siquiera una vez.
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Hasta que la Corona nos separe
RomanceUna historia épica que combina elementos de romance, intriga política y desafíos sociales. Eleanor, una joven de origen humilde, se encuentra en un dilema emocional al enamorarse del lacayo del príncipe, desafiando así las normas de la sociedad. El...