039

23 1 0
                                    


Al día siguiente me desperté temprano y fui directo a la casa de mis tíos. Al llegar, encontré a mi tío en la cocina, preparando café. Me miró con una mezcla de tristeza y comprensión.

—Buenos días, Enzo. —Me saludó con un tono suave—. Ya me encargué de los arreglos para el velorio. Será mañana en la tarde.

Asentí, agradecido.

—Gracias, tío. Lo aprecio mucho. —Me senté a la mesa, sintiendo el peso del momento—. ¿Y la casa? ¿Qué vamos a hacer con ella?

Mi tío se encogió de hombros, claramente incómodo con la pregunta.

—Eso depende de ti, Enzo. Eres su nieto y han sido como tus padres. Si quieres, podemos ocuparnos de ella por ahora. Sé que estás en Europa la mayor parte del tiempo.

—Sí, tío. Creo que por el momento es mejor que ustedes se queden aquí. Yo no tengo planes inmediatos para la casa. Si necesitan algo, no duden en decírmelo. —Respondí, tratando de aliviar la carga de la situación.

Cuando todo se calmó un poco, me acerqué a mi primo Matías. Él había estado cuidando a nuestros abuelos últimamente y sabía que esto le afectaba profundamente.

—Matías, ¿qué planes tienes ahora? —Le pregunté, intentando sonar alentador.

—No lo sé, Enzo. He estado aquí cuidando de ellos y ahora... —Su voz se quebró un poco.

—Escucha, tengo una idea. ¿Qué te parecería venir a Londres conmigo? Podrías trabajar conmigo mientras estudias en una universidad allá. Sería una gran oportunidad para ti.

Matías me miró con sorpresa y luego sonrió, con los ojos llenos de gratitud.

—¡Gracias, Enzo! Eso sería increíble. Hablaré con mis padres y les diré mi decisión.

Le di una palmada en el hombro y sonreí.

—Perfecto. Haremos esto juntos.

Más tarde, revisé mi teléfono y vi una llamada perdida de Toto. Decidí llamarlo de inmediato.

—Hola, Toto. —Dije, nervioso—. Lamento haber salido así de rápido y sin darte explicaciones.

—Enzo, no te preocupes. Lo entiendo. —Su voz sonaba más calmada de lo que esperaba—. Me disculpo por haberte hablado mal el otro día. Pensé que te habías ido y abandonado tu sueño por mi culpa.

Sentí un nudo en la garganta.

—No, Toto. No fue eso. Necesitaba que me hablaras así para ponerme los pies en la tierra. Mis abuelos... fallecieron. —Las lágrimas comenzaron a caer de nuevo—. Pero prometo que mañana o pasado mañana estaré allí para los entrenos.

—Lo siento mucho, Enzo. Tómate el tiempo que necesites. Estamos aquí para ti. —Respondió Toto, con una calidez reconfortante—. Hablamos pronto.

Colgué y respiré profundamente. La conversación con Toto me dio un poco de paz en medio de tanto caos. Sabía que tenía un largo camino por delante, pero con el apoyo de mi familia y amigos, podría superarlo.

Después de la llamada a Toto, decidí ir con Matías a la casa donde vivían nuestros abuelos. La caminata fue silenciosa, ambos sumidos en nuestros pensamientos. Al llegar, la casa parecía más vacía que nunca. Los recuerdos de nuestra infancia estaban por todas partes, llenando el aire con una mezcla de nostalgia y tristeza.

Matías comenzó a llorar al entrar. Lo abracé fuerte, tratando de brindarle algo de consuelo. Después de un rato, se calmó lo suficiente como para hablar.

—Enzo, fue un accidente... Yo no quise ir con ellos a comprar. Me siento culpable por eso. —Su voz se quebró de nuevo.

—Matías, no fue tu culpa. —Dije, mirándolo a los ojos—. Los accidentes pasan. No puedes culparte por algo que no podías prever.

Matías asintió lentamente, pero aún parecía atormentado.

—¿Le has dicho a tus padres sobre la idea de ir a Londres conmigo? —Le pregunté, cambiando de tema.

—Sí, les dije. Pero aún estoy pensando si ir o quedarme. —Respondió, con dudas en su voz.

—Si es por el trabajo, no te preocupes. Quiero que estés con nosotros. Además, me encantaría que me acompañaras a mis carreras. A veces me siento solo y necesito a alguien. —Le dije, tratando de animarlo—. Estaba pensando en pedirle a Emili que me acompañe, pero está por terminar la universidad de ingeniería mecánica y no quiero interrumpir sus estudios.

Matías sonrió un poco, visiblemente aliviado por mi apoyo.

—Gracias, Enzo. Significa mucho para mí. —Dijo, limpiándose las lágrimas.

—Estamos juntos en esto, Matías. —Le respondí—. Siempre lo hemos estado y siempre lo estaremos.

Nos quedamos un rato más en la casa, recordando a nuestros abuelos y hablando de nuestros planes. Poco a poco, el dolor se hizo más llevadero, sabiendo que no estábamos solos y que podíamos contar el uno con el otro.

La noche cayó rápidamente y decidimos regresar al hotel. La conversación con Matías y el apoyo de Toto me dieron la fuerza para seguir adelante, sabiendo que, aunque el camino sería difícil, no estaría solo.

A la mañana siguiente, me desperté temprano y llamé a Emili.

—Hola, Emili. —Le dije cuando contestó—. Quería decirte que tal vez pueda verte la próxima semana. Y si no, ¿qué te parece venir al GP de Austria para estar conmigo y conocer a mi primo?

—Claro, Enzo. —Respondió con entusiasmo—. Pero con una condición: necesito que me ayudes con unos temas de la facultad y que pueda hacerle algunas preguntas a los ingenieros.

—Sin problema. —Le aseguré—. Te ayudaré con lo que necesites.

Después de nuestra conversación, me dirigí al velorio de mis abuelos. Allí encontré a muchas personas que no veía desde hacía años. Fue una mezcla de consuelo y tristeza ver tantas caras conocidas en un momento tan difícil.

Me acerqué a hablar con mi tía y vi un ramo de flores con una tarjeta que decía "Con cariño, los Wolff". Agarré el teléfono y le envié un mensaje a Toto: "Gracias".

Me quedé casi todo el velorio cerca de mis abuelos, recordando todos los momentos que habíamos compartido. Cuando llegó el momento de enterrarlos, sentí como si me arrancaran una parte del corazón. Lloré como no había llorado en mucho tiempo, y por primera vez en años, me sentí completamente solo.

Mientras veía bajar los ataúdes, supe que tenía que hacer algo para honrar su memoria. Decidí que, después del próximo GP, llamaría a Fernando o le enviaría una carta. Necesitaba respuestas y sentía que ese era el siguiente paso en mi camino.

Cuando terminó el entierro, me despedí de mis familiares y amigos, agradeciendo su apoyo. Volví al hotel, agotado emocionalmente, pero con una nueva determinación. Mis abuelos siempre habían creído en mí y sabía que tenía que seguir adelante por ellos.

Me quedé un rato en la habitación, reflexionando sobre todo lo que había pasado. La tristeza era abrumadora, pero también sentí una chispa de esperanza. Sabía que, de alguna manera, todo esto me haría más fuerte.

Cerré los ojos y, por primera vez en días, me permití descansar sabiendo que ellos no están conmigo pero siempre van a estar en mí corazón.

✨Enzo ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora