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Había algo especial en el aire de Barcelona. La ciudad vibraba con la emoción de la Fórmula 2 y yo podía sentir la energía de los fans incluso antes de llegar al circuito. Me alojaba en un hotel cercano y, una mañana, recibí la noticia de que un grupo de fans se había reunido cerca del hotel para pedir firmas y fotos. Me emocioné al saberlo y, sin pensarlo dos veces, pregunté a las personas de marketing si podía ir a saludarlos.

—Enzo, no es una buena idea. Puede ser peligroso y no tenemos seguridad suficiente en este momento —me dijeron.

—Pero ellos han estado esperando para verme. Sólo serán unos minutos —respondí, tratando de convencerlos.

—Lo entendemos, pero la seguridad es prioritaria. No podemos permitirlo —insistieron.

Sin embargo, la idea de decepcionar a los fans no me sentaba bien. Segundos después de recibir la negativa, tomé una decisión impulsiva. Salí del hotel en dirección a los fans. Cuando me vieron, sus rostros se iluminaron. Comencé a firmar autógrafos, sacarme fotos y conversar con ellos. La gratitud en sus ojos y las sonrisas en sus rostros hicieron que valiera la pena cada segundo.

—¡Enzo, eres el mejor! —gritó uno de los chicos.

—¡Gracias por tomarte el tiempo para nosotros! —dijo una chica emocionada mientras le firmaba una camiseta.

Al regresar al hotel, mi nombre ya era tendencia en las redes sociales. Los fans estaban agradecidos y emocionados por mi gesto, pero el equipo de marketing no compartía la misma opinión.

—Enzo, ¿qué crees que estabas haciendo? —me regañó uno de los responsables de marketing—. Te dijimos claramente que no salieras.

—Lo siento, pero no podía ignorarlos. Estaban ahí por mí —traté de explicar.

—Podrías haber sido peligroso. Saliste sin seguridad ni nada. No vuelvas a hacerlo —me advirtieron.

Entendía su preocupación, pero también sabía que hacer felices a los fans era importante para mí.

Llegó el momento de las prácticas y me concentré en dar lo mejor de mí. Terminé entre los 10 primeros, lo que me llenó de satisfacción. Sin embargo, algo me tenía inquieto. Estaba en el paddock hablando con un mecánico sobre el coche cuando vi pasar a Fernando Alonso con lo que parecía ser su familia. Había una chica casi de mi edad y otra un poco más pequeña, junto con sus padres y su hermana.

—¿Todo bien, Enzo? —me preguntó el mecánico al ver mi expresión.

—Sí, sí. Solo me distraje un momento —respondí, tratando de disimular mi sorpresa.

Me quedé paralizado por un segundo. Había algo en su semblante que me resultaba extrañamente familiar. Alonso se dio cuenta de mi mirada y me observó rápidamente antes de que yo apartara la vista y continuara hablando con el mecánico. Sentí una presión en el pecho, una mezcla de emociones que no podía controlar.

Cuando llegó el momento de la clasificación, intenté concentrarme. Sin embargo, esa sensación en el pecho no desaparecía. Al final, terminé en el noveno lugar. Mientras daba mi última vuelta, no pude aguantar más y las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro. Al finalizar, no me saqué el casco ni para pesarme. Simplemente me dirigí a mi habitación para cambiarme.

Me quedé solo, no sé por cuánto tiempo, perdido en mis pensamientos y emociones. Golpearon la puerta y era una chica del equipo de marketing, recordándome las entrevistas y el cronograma acordado.

—Enzo, ¿estás listo para las entrevistas? —me preguntó con una sonrisa.

—Sí, dame un segundo —respondí, tratando de sonar normal.

✨Enzo ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora