Capítulo 1 "El comienzo"

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Estos últimos dos días se habían pasado volando y en estos momentos me encontraba en el coche de la tía de Max con Max dirigiendonos a la casa de mis abuelos, mi madre no había podido traerme por estar con el estúpido de su novio y mi padre estaba de viaje en estos momentos; por sus negocios el siempre vivía viajando de un sitio a otro y casi nunca estaba en casa, yo vivo con el o bueno mejor dicho en su casa porque el casi nunca está en ella.

—Oye Allan y ¿donde dormiré yo? —suelta Max de repente.

—¿Te piensas quedar en la casa de mis abuelos?

—Claro si no hay problemas ¿puedo quedarme?

—Tendría que hablar con mi abuelo pero conociendote le agradarás y no habrá problemas.

—Genial —dice Max eufórico.

Empieza a decirle algo con el lenguaje de señas a su tía; si su tía es sorda.

—Oye Max ¿que le dijiste a tu tía?

—Nada, que si me podía quedar en casa de tus abuelos.

—Ahh bueno.

—Si tranquilo. ¿Jugamos una partida? Tengo ganas de matarte algunas veces.

—¿Quieres morir tan temprano? Aún no es de noche.

—JaJaJa ¿piensas que me matarás?

—Si claro no me dará problemas el matarte como las otras veces; que por cierto ¿como vamos? Unas 1000 a 10 —río fuertemente para enfatizar que daba lástima jugando.

—Payaso estamos 823 a 347; estamos parejos.

—Si claro parejos, te llevo más de 500 partidas y todavía tienes la vergüenza de decir que estamos parejos, das lástima jugando Max —me burlo de él.

Max en realidad no era malo, de hecho era muy bueno pero yo era mejor, siempre desde un inicio le ganaba en todos los juegos que jugábamos.

—Oye Allan ¿al final tragiste el juego?

—Claro lo tengo aquí mismo.... — digo rebuscando en el bolsillo de la mochila— ¡Mierda, el juego! ¡Donde mierdas deje el juego!

—¿Buscabas esto? —dice Max con tono burlón mostrando el juego en sus manos.

—¡Hijo de perra yo te mato! —exclamó.

—Después de que agarro el juego para que no lo dejarás; esta bien Allan, esta bien.... —dice indignado.

—Dame acá; no me vuelvas a hacer eso mas nunca en tu puta vida —le quito el juego de las manos y los guardo en la mochila.

Comenzamos las partidas y en menos de nada ya tengo mi primera victoria. Así estuvimos un buen rato sumando victorias mias y derrotas de Max hasta que llegamos al domicilio de mis abuelos.

Salimos con tranquilidad del coche y pasamos a la casa donde antes de tocar el timbre ya estaban afuera recibiendonos con los brazos abiertos; literalmente me abrazaron apenas llegué. Justo como había predicho mi abuelo cayó antes los encantos de Max de relacionarse con la gente.

Lo que quedaba de la tarde paso rápidamente y en menos de nada ya estábamos en la mesa cenando los cuatros.

—Abuelo ¿aún tiene la vieja consola? —le pregunto directamente.

—Claro; sabes que me encanta jugar en ella, no me deshaceria con el aprecio que le tengo a esa vieja chatarra.

—¿Podemos jugar una partida después de cenar? abuelito, conseguí un juego en el que no me ganarás.

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