8. Compromiso

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"Por qué sin buscarte te ando encontrando por todos lados, principalmente cuando cierro los ojos"

-Julio Cortázar

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Cincuenta años sentado en el mismo asiento desvencijado, Sarutobi Hiruzen está en su oficina, cansado. Rostros colgados en el muro opuesto le devuelven la mirada, viejos ojos recorren los retratos y sus placas numéricas del uno al cuatro. Suspira. Simplemente espera una ruidosa entrada.

-¡Abuelo!

La voz de un niño resonando como el familiar canto de un ave risueña.

-Naruto, ¿cómo estás?-, Hiruzen pregunta y deja la pila de papeles a un lado del escritorio. Sus facciones suaves luego de leer miles y miles de reportes.

Una escena habitual, casi rutinaria, en la oficina.

Naruto, sin padres o tutores, se crío en un orfanato y luego fué relegado a un callejón oscuro cerca de su puesto de ramen favorito hasta encontrar su hogar. Vivió en un departamento pequeño cerca del centro de la aldea dado por el Hokage.

-¡Estoy exelente!

Naruto fué el niño que sonreía mostrando los dientes, como el sol, porque fue cuidado de forma especial por el líder de la aldea y aquel anciano merecía esa sonrisa; él, que solo pudo visitarlo una vez a fin de mes para entregarle dinero.

Este niño decidió ir al lugar donde se encontraba el anciano una vez a la semana para visitarle, porque pensó que también estaba solo.

Con la visita frecuente de Hiruzen a su hogar y viceversa, le llamó abuelo y se ganó un lugar especial en su corazón.

- ...Quería preguntarte algo...

Oh.

Otro mal.

La forma en que Naruto movió los pies, juntó las manos y bajó la mirada le dijo a Hiruzen que cualquier cosa que le pediría será negada rotundamente.

Qué dolorosa esperanza.

-¿Qué puedo hacer por tí?-, reprimió un suspiro.

-Abuelo... ¿Podrías entrenarme?-, levantó la mirada azul cielo hacia el Hokage, quién reprimió la mueca que se asomaba al compararlo con el cuarto cuadro detrás.

-Esa es una petición que no puedo cumplir, Naruto, lo siento.

El corazón del niño pudo emitir un crujido.

-¿...Por qué? Todos en la academia tienen un maestro que los entrena, y solo tengo al abuelo Sarutobi, por favor...

Una línea de lágrimas apareció en el borde de los zafiros brillantes de Naruto y no accede, por más que lo ama como un nieto, el consejo lo impide, por la aldea.

Se conoce a Sarutobi Hiruzen como un hombre pacifista, llamado cobarde al priorizar las buenas relaciones sobre su propia opinión o ambiciones. Él supo que la gente utilizará esta petición como una invitación para argumentar favoritismo, e inclusive peligro, como lo hicieron cuando inscribió a Naruto en la academia ninja.

Supo que se creará inestabilidad interna, afectando la fuerte apariencia que tiene Konoha sobre otras aldeas ocultas del continente. No arriesgará 50 años de trabajo ahora, por Naruto, un nieto, cuánto le duele.

-De verdad lamento no poder ayudarte con tu entrenamiento, Naruto, sabes que soy el ninja más fuerte de la aldea y estoy muy ocupado en protegerla.

Es fuerte.

Es hipócrita.

Naruto intentó ocultarse, detrás de una broma y una sonrisa; escondido detrás del fuego ardiente de la determinación hasta evaporar sus lágrimas, aquel que le brindó el calor suficiente para proclamar a Naruto Uzumaki como el próximo Hokage, el rival no oficial del genio de su generación.

Miradas, susurros, escupitajos y empujones de odio son leña que hacen arder su alma aún más que el nombre del País del Fuego. Pero escuchar las mismas palabras venenosas suele quemar.

-Sí... Perdón, yo, uh-, se entrecorta e Hiruzen se siente emocionalmente obligado a intervenir:

-¿Por qué no me cuentas sobre tu día? ¿Qué tal la academia?-. Con suerte esas palabras aliviaron el corazón.

Parece funcionar, si el ceño fruncido era un indicador.

-¡Ah...!-, Naruto suspiró ruidosamente y se dejó caer en uno de los sillones cercanos-. Horrible, no entiendo ni la mitad de las cosas que habla Iruka-sensei, ¿por qué debería importar cuántos años tiene la aldea?, eso no le servirá a un verdadero ninja.

Hiruzen carraspea y decide que es un buen momento para enseñar.

-La historia es importante, Naruto, conoce la historia y conocerás al pueblo, conoce al pueblo y conocerás a su gente. ¿Quieres ser Hokage verdad?-, Naruto asintió -. Debemos aprender a no cometer los mismos errores que en el pasado y escuchar, para eso sirve la historia.

Con parpadeos repetidos, Naruto se sujeta la barbilla pensando, asintiendo y negando para si mismo en una demostración adorable de entendimiento.

-Entiendo... Pero eso no es lo que quise decir, apesto en todo, solo quiero graduarme y patear el trasero del bastardo Uchiha mimado...

-¿Quién te enseñó a decir eso Naruto? La palabra "bastardo" no se utiliza para cualquier cosa-, frunció el ceño.

-¡Nadie! Yo, solo la escuché por ahí...-, desvío la mirada-. El problema es él, se cree muy cool mirando la ventana y suspirando como si nadie en el mundo pudiera entenderlo.

Naruto imitó sus palabras e Hiruzen río suavemente.

-Todos admiran al "genio" y lo único que hace es ignorarlo y burlarse de mí. ¡Ay lo odio!

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El sol menguante corta las llanas tierras del pueblo de Konoha, perfilando con su luz la silueta de los árboles, el lago y un viejo puente con las orillas quemadas. Silenciosos susurros de las hojas se escuchan cuando son arrastrados por el viento, revolviendo en un nido los cabellos de aquellos dos que contemplan el paisaje. Uno está sentado en el borde del puente, los pies colgando a cierta distancia del agua cristalina; el otro, de pie en el camino que parte una colina, observa las copas de los árboles.

Una masacre ocurrió hace dos días, el olor a hierro aún perfuma las calles cerca del complejo Uchiha tal como aquella noche, las estrellas brillaron el día en que el príncipe del clan mató a su gente, dejando con vida a un solo miembro.

Esta fábula fantástica se esparció como una plaga a través de las bocas y oídos de los habitantes del pueblo. En poco tiempo, cada par de ojos se voltea para ver al único sobreviviente, como un animal en peligro de extinción, una exhibición andante que es bañada de tristeza y lástima.

El viento arrastra los susurros de las hojas, los habitantes de la hoja oculta tienen sus lenguas sin control, que repiten una y otra vez la misma historia como una canción desafinada que sangra los oídos.

Las miradas espectadoras del escenario se encuentran, azul cielo y negro profundo, ojos infantiles desprovistos de ignorancia ante la situacion de sus portadores: soledad, angustia, rabia, dolor, odio.

Son solo espejos.

El azul se estrecha y una mueca de disgusto recorre el rostro de su dueño, mientras una burla silenciosa baila en los labios del otro, giran la cabeza en un momento brusco, alejándose entre sí, sin palabra pronunciada, sin sentimiento compartido.

¿No es así la amistad?

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FIN DEL CAPÍTULO

¡GRÁCIAS POR LEER!

¿POR QUÉ NO PUEDO DECIRTE?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora