2- EL PRÍNCIPE Y LA BRUJA

41 5 1
                                    

MARZO

Dos semanas después, Santiago y yo acompañamos a Yael a las pruebas para las banderolas.

Quedó perfecto porque era justamente el día que él y yo no teníamos entrenamiento, así que pudimos quedarnos con ella todo el rato sin apuros. La vimos practicar la coreografía que le dieron cuando se inscribió una semana antes, y esperamos en las gradas de la cancha mientras veíamos a las demás muchachas pararse y dar su audición. Como ella era la M, tuvo que esperar bastante para su turno, pero cuando por fin le tocó lo hizo fenomenal.

―Es buena ―dijo Santiago, pero yo solo asentí. No despegué la mirada de encima suyo hasta que terminó la música y ella se acercó al profesor que tomaba las audiciones para darle su número y nombre completo.

El profesor llamó a otra chica y Yael estaba a punto de caminar hacia nosotros, cuando un muchacho que jamás había visto, que estaba para las audiciones de los escoltas, se le acercó y comenzó a hablarle. Ella le respondió con una sonrisa, sosteniendo todavía la bandera con la que había audicionado, y se quedaron hablando por un rato.

―¿Ese quién es? ―pregunté.

Santiago levantó la cabeza de su celular y miró en la dirección que yo estaba mirando. Guardó silencio un segundo y chasqueó la lengua.

―Ah, ese... Uf. Perro alert.

―No está en nuestra prom.

―No. Ese 'ta en sexto año. ―Soltó una risita―. Verga, acaba de empezar el año y ya tan asaltando cunas. No se cansan, ombe...

Yo me quedé observando la escena desde lejos, porque no sabía qué era apropiado, si esperar o ir a buscarla o llamarla o hacer un show. Definitivamente no la última opción. Suspiré.

―Odio a los hombres ―dije entonces, hundiéndome en la grada.

Santiago volvió a reír.

―Ay, por favor, no es como si te fuera a robar a Yael. Mirá, hasta se ve tranquila. La gente 'ta creciendo, Lena. Déjalos crecer. ―Vio cómo seguía mirándolos con atención y sentí cómo sonreía con más ganas―. ¿Qué, 'tas celosa?

Yo chasqueé la lengua y lo empujé lejos de mí. No soportaba cuando me hablaba de ese modo, como si fuera uno de sus amigos.

Finalmente, Yael volvió a donde estábamos nosotros. Andaba a paso rápido y tenía una cara de incomodidad total, ahora que le daba la espalda al muchacho y al resto de la cancha. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, me tomó de la nuca y me abrazó, pero como yo estaba sentada y ella de pie, terminó pegando mi cara a su torso. Su mano acariciaba mi mejilla con familiaridad, pero noté su nerviosismo. Yo la rodeé por la cintura, mucho más tímida que ella.

―¿Cómo lo hice? Te juro que a penas pusieron la música se me olvidó todo de golpe... ―comenzó a decir, y entonces recordé por qué estábamos en la cancha en primer lugar.

Yo abrí la boca para decirle que lo había hecho súper, como era de esperarse de ella, pero Santiago se me adelantó.

―¿Cómo te fue con tu Romeo, Julieta?

―Vete pa' la verga, Santiago ―rió Yael―. Hermano, no dejaba que me fuera. ¡Ombe el pelaito pa' intenso! ¿Son todos así?

―No, es que tú tienes suerte malísima ―respondió él. Entonces me señaló con el mentón y esa sonrisita insoportable en la cara―. Helenita 'taba toda preocupada porque pensaba que te iban a secuestrar.

Yael volvió a reír y yo la solté, abochornada, para pegarle a Santiago en el bíceps, pero él detuvo mi golpe mientras reía.

―Hele sabe que yo 'toy para ella y solo para ella ―continuó Yael con dulzura, pero para mí se sintió como una burla. Intentó tomarme el rostro nuevamente, con ambas manos esta vez, pero yo me puse de pie.

El arte de pasarse notas en claseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora