El Guerrero de la Leyenda (En Pausa)

Tercer capítulo: Enemigo

" Si tan solo... Si tan solo hubiera venido
Antes, si hubiera estado aquí!!!...ellos..."

Lloraste dolorosa e inconsolablemente en el piso mirando el orfanato colapsado en maderas y muebles quemados ya hechos cenizas revoloteando en el viento, este lugar llevaba así desde hace tiempo, viste con horror los esqueletos chamuscados y ennegrecidos, jamás pudiste visitarlos, no cumpliste nunca tu promesa de volver a verlos, eso te quebró el corazón profundamente.

Pero no todos estaban allí, te consolaste miserablemente con esa idea viendo una menor cantidad de cadáveres en comparación con la cantidad de huérfanos, pero que probabilidad había en 6 años? Ninguno fue adoptado? No llegaron más? Que iluso...solo te basto con ver el cráneo con los reconocibles cuernos del señor Hilgard allí...ni siquiera podías recordar sus rostro correctamente, eran menos que lagunas.

" Que lamentable, no pudieron salvar el
Edificio..."

Apretaste los dientes...

"Fueron ellos de seguro, querían esclavos
Para vender y fueron por huérfanos!!"

Arrugaste el ceño...

" No tuvieron piedad al causar una redada
Contra esos pobres niños..."

Las venas se marcaron en toda tu piel...

" Los Medici no tienen corazón "

Ya tenía a los culpables, con los rumores que los lugareños soltaban con pena, que para ti se volvía dolor, ido hasta el odio a los culpables de tal acto, ya tenía dos enemigos jurados... El skullhearth, aquel artefacto infernal que causaba tanta muerte y destrucción a causa de la avaricia en las mujeres.

Y esa maldita mafia medici que destruyó su segunda familia, sin tener reparos en lastimarlos y borrar su memoria, arrebatarle a su dignidad probablemente al ser utilizados para el propósito de la esclavitud.

No habrá piedad

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-( no habrá piedad para ninguno...)- pensaste con veneno hacia ellos.

Tu primer pensamiento de la mañana, la noche anterior estabas en el café y esa mañana avistando un recuerdo destruido del pasado...limpiaste un poco de polvo sobre tu hombro.

Tenías una camiseta negra con mangas que llegaban hasta menos de la mitad del antebrazo bien apretada a tu piel, aquella prenda tenía una capucha del mismo color que dejabas abajo y tenía cordones... Un pantalón gris de entrenamiento con líneas rojas en vertical a los costados junto a zapatos de seguridad negros, tus accesorios eran muñequeras metálicas finas con una extensión que cubrían la mitad de la contra palma.

Saliste de tu habitación hasta llegar a un hermoso jardín con flores alrededor de una tumba, las regaste mojando la tierra y las flores para luego poner una mesa entera de comida para desayunar velozmente todo ese banquete al cual llamabas "desayuno".

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