Filled with people I don't know.

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Parte del tejido fetal salió de su útero, parte quedó dentro, por ello fue necesario que le realizaran un procedimiento de aspiración con una máquina de succión. Aborto espontáneo incompleto, fue lo que el médico que le atendió de emergencia le explicó había sufrido; la razón de su pérdida, hasta ese momento le era desconocida, y honestamente, Jimin apenas le habría puesto atención después de escuchar la palabra aborto en su oración. Lo único que ocupaba su cabeza, era el hecho de que su bebé había muerto.

Somi llegaría en cualquier momento, mientras, esperaba que le administraran antibióticos para disminuir el riesgo de una infección y que le dieran los medicamentos que le ayudarían a que su útero se contrajera y se redujera el sangrado. No recordaba otra etapa de su vida en que se haya sentido tan solo. Ni familia, ni amigos, ni Jungkook. Estaba completamente solo en el mundo, y la existencia de su pequeño le había hecho olvidar —durante las veinte semanas que lo tuvo— que no tenía a nadie, que bien podría desaparecer de la faz de la tierra y ni una sola alma notaría su ausencia.

Aquel pensamiento no hizo más que sumirlo en la tristeza y la carencia de esperanza. No tenía caso seguir allí.

—Jimin... —la voz de la beta, de aquella enfermera que conocía muy poco, y que al parecer en ese momento era lo único que obtendría, le hizo encogerse en la camilla—. Jimin, en verdad lo lamento —dijo acercándose y rozando con la punta de los dedos su hombro en un acto de consuelo, pero que en realidad sabía no lograría mucho.

Con ambas manos sobre su vientre, cerró los ojos y permitió que las lágrimas —que parecían nunca dejarían de cesar— fluyeran sin esfuerzo empapando sus mejillas frías.

La enfermera lo abrazó por el cuello.

—Lo siento, lo siento, Jimin —musitó sintiéndose culpable, porque ella había notado que la ausencia del alfa le había causado estragos, pero lo descuidó creyendo que al no estar vinculados, su bebé no necesitaría de Jungkook, al menos, no tanto como Soonyoung.

Sin embargo, se había equivocado horriblemente.

El omega estiró los brazos y correspondió el contacto, tan hambriento por una muestra de afecto, por el calor, por una voz —cualquiera, ya no le importaba— que le asegurara que todo estaría bien, que era una pesadilla, que pronto despertaría y su bebé estaría ahí, dentro de él, impaciente por salir, por nacer y ser amado, ansioso porque lo tomara en brazos y besara su pequeño rostro.

Después de unos minutos la chica lo empujó con suavidad para ir por los medicamentos restantes y pagar los gastos médicos. Le dejó un cambio de ropa limpia sobre la camilla, aún debía permanecer en reposo, pero para no cargar todo el camino lo que había traído para Jimin, optó por dejarlo con él.

Se apresuró porque no deseaba dejarlo ni un segundo más del necesario solo, sentía su dolor, ya que le había visto añorar a aquel bebé, casi como si todo el tiempo que estuvo con los Jeon existiera solo por él, respirara solo por el hecho de aquella criatura que llevaba en el vientre. Le preocupaba las consecuencias de la pérdida, temía que entrara en un estado de depresión mayor, que no se cuidara como debía y que sacarlo de su dolor fuese imposible.

Tamborileó los dedos contra la mesa de recepción impaciente, y cuando le dijeron que la cuenta estaba en orden, casi corrió a la sala donde se encontraba Jimin.

Al empujar la puerta donde recordaba lo dejó, le sorprendió haberse equivocado, estaba segura de no haber olvidado el número y comprobó por una segunda vez la placa de metal colgada junto a la entrada, solo por si se había confundido por las prisas.

Debía ser un error.

Regresó a recepción para preguntar por el paciente Park Jimin y la respuesta fue el número de sala que antes revisó.

—Se ha marchado —pronunció desesperada.

Sin importar que empujó a varias personas, salió del hospital con el corazón en la boca esperando vislumbrar al omega, pero por más que anduvo por los alrededores, no logró encontrarlo.

✧✦✧

Su pie izquierdo no dejaba de moverse de arriba a abajo golpeando el suelo con su talón, ocasionando un ruido molesto para el resto de pasajeros del avión, llevaba todo el día intranquilo, sin poder concentrarse, cada que hablaba con alguien terminaba por cortar la conversación abruptamente, porque no podía ignorar la inquietud que no dejaba de incrementar en su interior, algo en su pecho parecía que le oprimía, como un puño de hierro que ni regulando su respiración podía hacer desaparecer. Varias veces intentó llamar a casa, pero algo extraño le hacía colgar antes de que entrara la llamada, como si un sexto sentido le advirtiera que no conseguiría nada comunicándose con Soonyoung.

Al final decidió tomar el primer vuelo de regreso, pero entre más se acercaba, parecía que estaba a punto de sufrir un colapso nervioso, una azafata se acercó a él para preguntarle si se encontraba bien, dedicándole un gesto feroz le dijo que lo dejara en paz; sujetó con todas sus fuerzas los reposabrazos del asiento y apretó los dientes al punto que parecía que deseaba rompérselos.

No lo soportaba, quizá su estado combinado con estar aterrizando a una velocidad nada despreciable, le estaba provocando que aquel malestar resultara asfixiante, tuvo que deshacer el nudo de su corbata e intentar inhalar y exhalar como recordaba alguna vez le enseñaron, sin embargo, no consiguió ninguna mejoría y mandó al carajo toda su paciencia. Retorció sus dedos contra las barras laterales de las que se aferraba y liberó un grito que asustó a todos los que estaban a su alrededor.

El aterrizaje en conclusión fue un infierno.

Una vez con los pies en tierra, ni siquiera llamó a uno de sus chóferes, tomó un taxi fuera del aeropuerto y le pidió que se apresurara. El conductor no tuvo el valor de reclamarle por el tono de voz empleado por Jungkook, ya que emitía feromonas que a todas luces eran amenazantes.

Al llegar le dio un billete sin siquiera preguntar al taxista si era el monto correcto, salió disparado al interior de la propiedad que lucía diferente, sombría.

Abrió la habitación de Jimin y al no encontrarlo fue a la que compartía con Soonyoung.

El omega parecía discutir con Somi sin notar su presencia.

—¿Qué sucedió? —interrogó llegando hasta el lado de su esposo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendido, no lo esperaba hasta la próxima semana y ni siquiera había avisado que regresaría.

¡¿Qué sucedió, Soonyoung?! —expulsó usando su voz de alfa.

La beta saltó del sofá para interponerse entre la pareja.

—Jungkook, debe calmarse, salgamos de la habitación y le explicaré... —replicó tomándolo por los brazos para apartarlo del omega.

—Está bien, Somi, déjanos solos —la interrumpió consiguiendo que le dedicara una mirada de preocupación—, estaremos bien —dijo refiriéndose a su bebé y a él.

Esperaron a que saliera y el ruido del picaporte al cerrarse la puerta fue la señal de que podían comenzar a hablar.

Suspirando buscó la forma de relajarse.

—Soon, lo lamento, no sé qué me ocurre —se disculpó sentándose a su lado y tomándolo de las manos, se acercó a su cuello para poder aspirar su fragancia a girasoles, pero ni aquel familiar aroma consiguió calmarlo—, desde que desperté no dejo de presentir que algo va mal, y siento que me estoy enfermando —explicó separándose lo suficiente para poder mirarlo directo a los ojos.

A aquellos orbes oscuros que transmitían calidez y cariño.

El menor llevó su diestra a su nuca, acarició los cabellos castaños y negó con la cabeza varias veces antes de responder:

—Jungkook, tienes que ser fuerte, por nosotros.

Asustado por sus palabras lo tomó por las mejillas y le observó con una expresión de auténtico horror.

—¿Por qué dices eso? —cuestionó agitándolo un poco cuando hizo amago de desviar la mirada.

Una lágrima rodó hasta su pulgar y le siguió otra que no se molestó en limpiar.

—Es Jimin, perdió al bebé —expulsó en un hilo de voz apenas inteligible.

éramos indestructibles › kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora