Donde no pueda despertar y tú no puedas alejarte.

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Pasaban de las once de la mañana, había amanecido nublado y con una eventual ligera llovizna que mantenía el clima gélido.

Jimin miraba en dirección al ventanal cubierto por cortinas pesadas que hacían lucir la habitación más oscura de lo habitual. El cielo gris al igual que su humor.

No tenía ganas de levantarse de la cama, y en esta ocasión no era debido a la comodidad, más bien, era porque no quería ver a Jungkook, llevaba días evitándolo, y quizá no habría tenido tanto éxito si el alfa no estuviese ocupado cuidando a Soonyoung.

Habían contratado a una enfermera que se encargaba de procurarle todas las atenciones necesarias al omega, Somi, una beta amable que hacía cada tarea con diligencia y un toque de cariño que pocos en su profesión poseían.

Jungkook había optado por trabajar desde casa para así estar al pendiente de su esposo, aunque no podía evitar estar la mayor parte del día al teléfono o en la computadora.

En Jimin, la sensación de ser un intruso no dejaba de incrementar a cada segundo que pasaba con los Jeon. Por ello, Park quería que el tiempo transcurriera con rapidez, y a la vez, deseaba que se detuviera y él desaparecer, porque con el bebé de Soonyoung, el suyo probablemente sería desplazado. Y aunque no le concernía, era inevitable no amar al pequeño que en cinco meses daría a luz.

Era peligroso amarlo, porque comenzaba a pensar que prefería huir sin importar las consecuencias, porque daría su vida por él, porque lo sentía, aquella presencia que fluctuaba en ocasiones, aunque diluida en incertidumbre, estaba ahí con él.

Unos golpecitos a su puerta le sacaron de su ensoñación, avergonzado por el rumbo de sus pensamientos, se enderezó de la cama y trató de disimular su sombrío estado.

—Adelante —dijo tras carraspear para aclarar su voz.

Jungkook apareció en el umbral, era la primera vez que se acercaba a su habitación.

—¿Te sientes mal? —soltó en un tono bajo, gracias a la escasa luz era imposible vislumbrar su expresión.

—No —respondió aturdido, pero tras reflexionar, sospechó que le había preguntado porque seguía sin bajar a desayunar—, amanecí sin apetito —agregó jalando de las sábanas para cubrirse hasta el pecho.

Entre las cosas inevitables, estaba el sentirse vulnerable, ahora más que nunca era la característica que más le describía.

Esperó que le dijera que estaba siendo irresponsable, o que se encogiera de hombros y se marchara. Para nada imaginó que entrara de lleno a la recámara y cerrara tras de sí la puerta con seguro.

Solo el ruido del pestillo le confirmó que no estaba alucinando.

Jungkook recorrió la distancia que los separaba y se sentó a su lado. El colchón se hundió por su peso y la mano fría en su frente le impidió asimilar lo que estaba ocurriendo.

—Parece que no tienes fiebre —pronunció aliviado, y ahora que lo tenía tan cerca, pudo percibir signos de cansancio en su rostro—. Ven, vayamos a desayunar, tampoco lo he hecho —propuso regresando su diestra a su costado.

Jimin no estaba entendiendo nada, y al parecer Jungkook lo notó.

—No tienes que preocuparte por nada, yo me encargaré de que todo salga bien —aseguró desviando la mirada, como si enfrentarlo le lastimara.

—¿Encargarte de qué? —rebatió resignado—. Tendrán lo que siempre desearon... Todo parece que estará bien para ustedes —concluyó.

El castaño permaneció en silencio, Jimin no podría decir si le había prestado atención o lo había ignorado, confirmando una vez más que por mucho que se esforzara, jamás podría entender lo que pasaba por su cabeza, muy por el contrario a Soonyoung, que con solo una mirada sabía lo que pensaba.

Negándose a continuar, se deshizo de la sábana y estuvo a punto de huir por el otro lado de la cama, de no ser porque el alfa lo tomó por el brazo lo habría conseguido.

—Cuando tenía doce años me enteré que mi padre tenía otra familia, y lo que más me sorprendió no fue el hecho de descubrir que tenía medios hermanos de mi edad. Me perturbó más comprender que mi madre lo sabía desde el inicio y parecía no importarle. Siempre me pregunté por qué lo soportaba, por qué lo toleraba. La sola idea de que estaba siendo engañado por mi padre me enfermaba y no podía imaginar por qué ella seguía con él, por qué prefería ignorarlo, como si no existiera, como si la ausencia de mi padre en casa fuese justificable por trabajo. ¿Era por el dinero? ¿Por el qué dirán? ¿Por qué? Nunca lo supe, pero me prometí que no sería como él, aunque no conociera al omega que eligió para mí, sin importar el tipo de persona que fuera —confesó con dificultad, era la primera vez que lo decía en voz alta y cada palabra salía como espinas por su garganta—. El amor todo lo soporta, todo lo sufre, es lo que me enseñó mi madre. Y el amor no existe, es un negocio más, es como mi padre me instruyó. Y yo no quise seguir ninguno de sus ejemplos, creí que junto a Soonyoung podría crear algo bueno, algo diferente, algo único...

—Detente —le pidió interrumpiéndolo, no quería escuchar más—, aún estás a tiempo de lograrlo.

El alfa lo soltó. Sin que la lucha interna que libraba desde que llegó Jimin a su vida se detuviera.

—No te molestaré más, solo prométeme que te cuidarás, que estarás bien, que ambos estarán bien —finalizó dedicándole una sonrisa teñida de melancolía.

—¿Aún te importamos? —contestó lleno de amargura y tristeza.

—Me importan más de lo que te puedas imaginar —susurró.

✧✦✧

Cuando el reloj marcó las seis de la tarde, Somi le dijo a Jimin que Soonyoung deseaba hablar con él.

Sin mucho ánimo el omega asintió y a los cinco minutos subió a la habitación de los Jeon.

Lo encontró postrado en la cama, más pálido de lo que recordaba y con los ojos cerrados.

Con los nudillos dio unos golpes suaves a la puerta de madera abierta que provocaron que el mayor sonriera y le permitiera ingresar.

Había escuchado que tenía amenaza de aborto, y verle tan débil, pero manteniéndose optimista, le recordó por qué lo admiraba tanto.

—Quédate un momento conmigo —le pidió dedicándole una mirada somnolienta—, es muy aburrido estar todo el tiempo en cama, además, ya tenemos una cosa más en común —comentó sin la intención de hacerlo sentir mal, aunque sus palabras surtieron el efecto contrario.

Después de descubrir que estaba enamorado de Jungkook, y de besarlo, no podía estar con él tranquilamente, fingiendo.

De ser otra situación, habría buscado la manera de evitarlo, de alejarse, pero podía entender que en ese momento, lo que Soonyoung más necesitaba era compañía y comprensión.

—Jimin, eres increíble —pronunció de repente, mientras tomaba asiento en un sofá colocado junto a él—, cuando te veía, pensé que tener un bebé sería fácil, pero por Dios, es... complicado. Y tú lo haces tan bien.

Jimin negó con la cabeza varias veces, sintiendo que de alguna forma lo que él hacía era trampa, porque su cuerpo era fuerte y resistente, en cambio Soonyoung que lo deseaba tanto, tenía que esforzarse mil veces más.

—No es así, yo no soy increíble, es solo que... —no encontró las palabras adecuadas para explicar lo que sentía.

—Ahora me doy cuenta que no entendía nada —dijo aprovechando su silencio—, que lo que estás haciendo por nosotros jamás podrá compensarse, porque sé por la forma en que proteges tu vientre, que lo amas de verdad... Y yo, te juro que tu bebé y el mío, no serán diferentes, los cuidaré y amaré por igual.

Hasta ese momento no había podido mantenerle la mirada, pero tras escuchar lo último, lo observó con los labios entreabiertos.

No lo sabía, pero que Soonyoung le dijera aquello, era lo único que necesitaba.

Reprimió las ganas horribles de llorar y en cambio tomó la mano del omega —que parecía haber perdido peso— cuando este hizo amago de querer alcanzarlo.

éramos indestructibles › kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora