03.

118 36 1
                                    

Día 7.

Una semana. La ciudad estaba desierta.

Los salones de clases, las oficinas, los supermercados. Todo estaba como si el lugar hubiera sido abandonado. Incluso las tiendas ya no estaban siendo atendidas y la gente aprovechaba para robar. Las puertas estaban rotas y sin seguridad, era como los escenarios de esas películas de apocalipsis, sólo que sin seres mutantes que buscaban acabar con la humanidad. Jungkook no estaba orgulloso, pero él no había roto la puerta ¿no? Sólo había cogido algunas cosas que no eran de nadie. 

Estaba en otra reunión y no se le pasó el hecho de que había menos gente que hacía tan sólo cuatro días. O no habían querido ir a la reunión, o se habían ido. Jungkook se iba más por la última, aunque teniendo en cuenta que el edificio tenía veinte pisos, él tampoco hubiera querido bajar veinte pisos para un momento que no podría resolver la situación para tener que volver a subir esas escaleras interminables.

—Oí que en Guro-gu hay reservas de comida —dijo uno de los residentes.

—Disculpe, pero yo ya he estado ahí y no hay absolutamente nada. Sólo pude llevarme una botella de agua —respondió otro residente.

—Me pregunto qué estará sucediendo. 

—Esto está ocurriendo en todo el mundo —dijo un anciano sentado en el pasto, llamando la atención momentáneamente.

—No me gusta que se racione la comida y el agua en cada hogar, pero los suministros se asignan lentamente —dijo el dueño del edificio.

—A este paso nos quedaremos sin nada en un mes. Deben irse de aquí cuanto antes.

—¡Eso también es un problema! ¿A dónde se supone que vamos a ir sin transporte? 

Entonces una señora llamó la atención, señalando hacia una familia que se marchaba con maletas y bolsos. Jungkook solo le tomó segundos ver que eran la señora Kim y su familia. Suspiró, así que finalmente se fueron.

—¿Lo ven? —dijo la señora.

—¡No vuelvan! —gritó otro señor, asustando a la familia, que apresuró el paso.

—Cuando todos se hayan ido de sus apartamentos, los mafiosos tomarán el lugar —dijo el administrador.

—¿Cómo protegerán sus casas si no están allí? 

"Prefiero mil veces que unos mafiosos se apoderen de mi casa que morirme de hambre y sed ahí encerrado" pensó Jungkook ¿a esta gente le importaba más unos apartamentos que su propia vida? Claro, eran los dueños, no les convenía que la gente se fuera. 

Se desplomó en el sofá, pensando en todas las cosas que dejaría atrás cuando se fuera. Pero cuando uno se moría tampoco se llevaba nada consigo ¿cierto? Todas estas cosas en las que invirtió no eran ni la mitad de importantes que su vida. 

En medio de su preparación mental para finalmente abandonar Seúl, unos ladridos captaron su atención. Picado por la curiosidad, se asomó silenciosamente por la puerta de su casa para qué pasaba. Otra familia de vecinos estaba abandonando el apartamento, sin embargo, estaban dejando al perro dentro. 

—Lo siento, no puedes venir con nosotros —dijo la señora. Jungkook no hablaba con ellos, lo único que sabía era que tenían un caniche de mascota. 

Resopló con indignación ¿adoptaban un perro y luego lo abandonaban? ¿Qué nivel de irresponsabilidad era esa? A Jungkook no le gustaban los caniches, pero no era así de cruel. En parte los entendía, probablemente sería un estorbo en la supervivencia y era como tener un bebé, pero aun así... No es como si él pudiera decidir que lo adoptaría, también tenía planes de irse. 

180° ✧ JIKOOK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora