INSTITUTO TOMÁS DE TORQUEMADA

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Ya sabía dónde quedaba el instituto y no precisamente porque en una de mis innumerables vueltas veraniegas por Madrid con mis amiguetes pasase por ahí a curiosear. Ni se me ocurrió tal cosa. Fue mi padre, previsor como siempre, el que me recomendó unos días antes de empezar las clases ir a ver dónde estaba mi nueva responsabilidad para aprenderme bien el camino y no llegar tarde el primer día. Aun así, el día cuatro de octubre me levanté con tiempo y llegué relativamente pronto. Allí me encontré el mismo edificio antiguo que había visto unos días antes, pero esta vez lleno de chavalería. El centro en sí no era muy grande, no mucho más que mi antiguo colegio, pero sí algo más moderno en materia de instalaciones. A la entrada había una especie de tablones de anuncios con unas listas kilométricas con todos los nombres de los alumnos y sus nuevas clases. Entre el barullo de chicos y chicas que se formó allí me encontré con varios conocidos de mi antiguo colegio, alguna de las chicas, y varios empollones, de los que aunque no era un gran amigo, me alegré de ver en aquellas nuevas circunstancias. Ninguno de ellos estaba en la que iba a ser mi clase, 1º E, pero sí un chaval del antiguo 8º A en EGB al que conocíamos como "Charly el Orejas". Con este chico apenas había intercambiado algunas palabras durante el viaje de fin de curso, era majete aunque un poco tosco, pero ahora que no conocía a nadie me arrimé a él y juntos nos fuimos al aula que nos tocaba y nos sentamos donde pudimos.

Mientras la profesora que iba a ser nuestra tutora nos daba la bienvenida a secundaria y nos explicaba el típico rollo de las asignaturas y los profesores, disimuladamente hice una exploración visual de todos los compañeros. Eran unos treinta alumnos por clase, mitad varones, mitad hembras. A primera vista casi todos pijillos o empollones, o al menos no vi casi ningún elemento identificativo de tribu urbana alguna, salvo un chaval alto que se sentaba en la última fila que parecía llevar ropa rapera. También al final se sentaban dos repetidores, Cobo y Patiño, que por sus comentarios entendí que iban a ser los cachondos de la clase. Las chicas todas normalillas, algunas monas y otras no tanto. A las once sonó el timbre del recreo y salimos de clase.

En el patio me rodeé de todos los conocidos del colegio, varios empollones, el Dani, Miguelito, Cesar, mi antiguo amigo moruno el Jalufo y otra chica marroquí que se llamaba Asmah con la que me llevaba bastante bien. La novedad respecto al colegio era que se podía salir a la calle sin problema, así que al rato nos dirigimos a dar una vuelta por las inmediaciones. Por ahí nos encontramos también a algún antiguo alumno del colegio que ahora estaba en cursos superiores. Uno de ellos era un chaval de segundo de BUP que se llamaba Mario y que era un pringao en el cole, pero que ahora era rapero. No estuvo especialmente majo conmigo, me llamó novato, como con un vago aire de amenaza, como si nos estuviesen preparando los veteranos unas inocentadas de bienvenida. También hablamos un rato de música después de que me preguntase si era rapper. Yo le dije que me molaba ese rollo y él se rio de mí de nuevo cuando le comenté los grupos que escuchaba. Estaba claro que pensaba que yo era un toy, al igual que yo sabía que él sería un guay en el instituto, pero que en nuestro colegio se había comido una buena ración de bullying por parte de chavales bastante más chungos que él. De todas formas intenté quedar a bien con el fulano para en un futuro ir haciendo, si era posible, un grupito de raperos conocidos también allí.

En las siguientes horas, el Orejas me comentó con preocupación que igual los mayores nos estaban preparando alguna novatada. "Tranquilo chaval, que sé taekwondo", respondí yo poniendo cara de tipo duro..., cuarenta y cinco kilos de puro músculo. Sin embargo, en ningún momento hubo nada de eso. Por lo visto los compañeros de cursos superiores pasaban bastante de nosotros como para ni siquiera preocuparse. A las dos y media ya estábamos de vuelta cada uno en su casa, con la lista de libros que había que comprar para el curso, sin que ningún matón nos hubiese molestado y con la extraña sensación de que ya éramos estudiantes de secundaria.

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