Capítulo 46.

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─┈ꗃ ▓▒ ❪ act three ― introduction, part III. ❫ ▒▓


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EDWARD CULLEN POV.


JASPER Y AGATHA SE HABÍAN marchado hacía ya casi una semana a la Isla Esme. Se notaba la ausencia de la loba en la casa, puesto que Esme no tenía a quien cocinar. Emmett y Alain no tenían con quien bromear y causar estragos en casa. Rosalie y Alice necesitaban a su otra mitad para hablar de moda, coches y cualquier cosa que fuese chisme. Y Edward, simplemente, extrañaba su risa. Se había convertido en su sonido favorito.

―Hijo.

―Carlisle ―saludó, nervioso, entrando a su despacho―. Le hice una promesa a Agatha. Le pedí que me esperase, que me ganaría su corazón como debí hacer desde un principio.

―Tendrás que explicarle a Isabella la situación, Edward ―comentó.

Notó un deje de preocupación en sus palabras y, para ser sincero, él también lo estaba. No se podía decir que, precisamente, Bella fuese una persona que aceptase que lo suyo, si es que había algo real en aquella tóxica relación que mantenían, debía terminar. Se dibujó una mueca en su pálido rostro, y asintió.

―No mencionaré a Agatha, suficiente tiene con aguantarla... Me marcho ahora, Carlisle.

―Escoge bien tus palabras, hijo. Vas a romper un corazón si no sobrellevas bien la situación... y también podríamos tener problemas con los Vulturi si se enteran.

―Soy consciente de ello, sí... no te preocupes, lo tengo todo bajo control.

O no, no estaba tan seguro tampoco. Abandonó la casa y condujo hasta el centro de Forks, aparcando cerca de la casa del sheriff. Lo suficientemente cerca para poder irse en caso que la situación fuese por un mal camino pero lo suficientemente lejos para que Isabella no le alcance a la velocidad que corren los humanos.


Caminó hasta la casa, llamando al timbre. Por lo menos, daba una buena imagen, aun cuando sabía que no era del total agrado de Charlie Swan. No era como si eso le importase en demasía, la verdad, pero tampoco podía evitar que esos modales de principios del siglo XX, años en los que creció, desaparecieran de su personalidad.

―Isabella, buenas tardes.

― ¡Edward! ―gritó, con emoción. Quiso besarme, pero el vampiro se apartó.

―Vamos a dar un paseo, ¿quieres?

Asintió. Se despidió de su padre, también gritando. Él quiso negar con la cabeza, eso no era de buena educación. Si él fuera padre, no les permitiría a sus hijos ser así. Una vez cerró la puerta, empezaron a caminar hacia el bosque más cercano, cerca de la casa, pero sin adentrarse como tal. Casi que paró en la entrada, apoyándose en uno de los árboles más grandes.

―Esto se tiene que acabar, Bella.


Edward tragó saliva, pensando en lo que le había dicho Carlisle. "Escoge bien las palabras que vas a decir" había dicho. Mentalmente se lo recordó a sí mismo, su padre adoptivo tenía razón. Toda la familia se vería implicada si llegase a oídos de los Vulturi que había revelado el secreto a una humana, además que podrían matar a Isabella, evitando así que contase la existencia de los vampiros.

―Los vampiros tenemos pocas leyes, por nombrarlo de algún modo, pero una de ellas es la importancia de las almas gemelas ―empezó a hablar el vampiro, observando en todo momento a la de Arizona―. Los seres sobrenaturales tenemos una pareja dictada por el destino, incluso puede darse el caso que tengamos más de uno o dos compañeros, aunque no es lo más habitual.

―Yo... yo soy tu alma gemela, te amo ―susurró, como si quisiera aceptarlo aun sin serlo, aferrándose a nuestra relación―. ¡No lo puedes negar!

―Mi compañera es otra persona, Bella. Tú solo eres una tua cantante.

Ante la confusión en su rostro, así como no necesitaba ser empático como lo es Jasper, pudo ver que no le estaba gustando nada lo que estaba escuchando. Y es que, como una vez dijo Agatha, quizás era cierto que solo estaba obsesionada con la inmortalidad y que él, que la relación que habían tenido ―por ponerle una etiqueta a eso―, no era más que una cosa secundaria.

―Es tu sangre la que me atraía, quería drenarla toda, beber hasta saciar la sed que me provocas, por eso me fui a Alaska hace unos meses ―bramó, de mala manera, pasando su mano derecha por el pelo, tirándolo hacia atrás―. No eres ni has sido tú como persona, que además eres una humana. Solo tu sangre.


Sin siquiera mirarla, se fue. Corrió, a velocidad vampírica, sin mirar atrás.

Ambos necesitaban estar separados, para poder tener una vida. Los últimos meses habían sido complicados y Edward está convencido que se arrepentirá toda la vida de haberla metido en un mundo que no es el suyo. Había habido buenos momentos, no se podía negar pero la dependencia que fue viendo en Isabella con el pasar de las semanas... no le gustaba. Terminar con eso, ya no solo por la promesa que hizo, fue la mejor decisión que pudo (y debía) tomar.



* *

n/a. ¡POV de Edward! La ruptura era previsible pero, cuidado: no será tan fácil. Por ahora.

¡Gracias por el apoyo que está recibiendo el fic desde que empezó! Soy muy feliz <33


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