CAPITULO 5

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—¿Lo sabes? 

—Sé todo, lo de Elizabeth — la llama por su nombre, ya no se refiere a ella como su madre. 

—Sé lo de las fotos, aunque no me gusta que él haya tocado lo que es mío, pero él me dijo que su encuentro fue para decirte toda la verdad. - ¿Él?

—¿Te lo dijo? — Todavía no entiendo, si lo sabía ¿por qué no me buscó?

—Ayer fue al Advertising, estuve a punto de patearle la cara pero me entregó unos papeles, donde estaba toda la verdad de esa mujer. Me dijo que tú le pediste que la investigara ¿Por qué no me dijiste nada?

—Te lo iba a decir, pero también me enteré que estaba embarazada, todo pasó muy rápido iba a decírtelo la misma noche que viste las fotos.

—Lo siento mucho, debí quedarme— niega con la cabeza con culpabilidad —Debí haberme quedado, pero cuando vi esas fotos y supe queme habías mentido, perdí el control como una idiota.

—En una cosa tienes razón, eres una idiota; pero estoy enamorada de esa idiota desde la primera vez que la vi. — sonrío.

—Te amo tanto, pequeña. — Me besa la nariz —pensé que los perdería.

—¿Cómo sabías que estaba embarazada?

Tú lo dijiste, cuando le disparé a ese sujeto y te sostuve, cerraste los ojos y dijiste: Tu madre nos salvará . Siempre sueñas despierta nena, pero esta vez lo dijiste en voz alta. Mi corazón empezó a latir de nuevo al verte que estabas a salvo, sólo estabas en modo trance.

—Nos salvaste— toco su rostro y miro mi cielo.

—Tú lo hiciste primero, me has hecho la mujer más feliz y afortunada del mundo, nena.

—¿De dónde sacaste un arma? — pregunto haciendo retroceso, aunque fue la peor pesadilla de todas, recuerdo perfectamente que ella nunca anda armada.

—Siempre ando armada, nena— me explica—siempre que salgo contigo o con Lana.

—¿Leo está bien?

— Sí, solamente fue un rasguño.

— Mataste a tres hombres— susurro.

—Ellos querían arrebatarme la vida. — concluye, no parece estar arrepentida, aunque a mí me da mucho miedo pensarlo.

—Si ya sabías toda la verdad, ¿Qué hacías con Elizabeth ahí? —pregunto.

—¿Qué? — Pregunta extrañada —Yo sólo fui con Lana, a Elizabeth le di la cantidad de dinero necesaria para que se alejara de nosotros. Cuando me enteré de toda la verdad no podía acercarme a ti de inmediato hasta asegurarme de que ella no estuviera en el país.

—Pero ella estaba ahí. —Pude decirlo casi desesperada, el hecho de que esa mujer estuviera tan cerca de nosotros, o de mí, todo este tiempo era demasiado peligroso.

—Te prometo que me encargaré de ello, ahora descansa, por favor, necesito que estés bien, mi hijo necesita descansar.

—Nuestro hijo.

—Umm sí, nuestro hijo, nena. - La había recuperado; todo había terminado aunque no sabía por cuánto tiempo estaríamos a salvo, la vida al lado de Camila estaba llena de sorpresas y de peligro, pero una vez más ella estaba ahí para salvarnos. Estaba feliz porque ella sabía la verdad. Ya no tenía miedo de estar embarazada, a lo único que tenía miedo era que Elizabeth regresara a asecharnos, sabía que detrás de toda esa escena de matones podía estar ella, pero no estaba segura y no quería pensar en ello.

—¿Camila?

—¿Nena?

—Llévame a casa.


Después de que médico me diera de alta, no quería pasar un segundo más en el hospital. Quería ir a casa con mi cielo; quería meterme a la cama con ella por todo el resto del día y aferrarme a su pecho, mi pequeño paraíso, acompañado de ese mar chocolate  de sus ojos. Quería ver a mis pequeñas y asegurarme de que estaban bien, mi madre dijo que sólo estaban un poco asustadas pero que únicamente escucharon el bullicio de todo lo que pasó, temía porque Lana volviese a entrar en su burbuja de cristal y se rehusara a hablar de nuevo, pero cuando me miró y le dimos la noticia que tendría un hermanito, saltó de alegría y eso era lo único que bastaba. 

Camila, como era de esperarse, su sobreprotección estaba llegando al nivel extremo, me llevó en brazos cuando perfectamente podía caminar por el Hall. Me acostó sobre la cama y me miraba como una adolescente enamorada. Toda mi familia estaba ahí, no querían dejarme sola y más con la noticia de que la familia estaba creciendo. Mi madre lloraba felicitándome, al igual que George y su barba larga se llenó de lágrimas, algo que me sorprendió, siempre fui un poco arisca con el, pero al ver cómo protegió a mi madre esa noche no me quedaba la más mínima duda de cuánto la amaba y no era que no lo supiera antes, pero en un momento tan difícil como ese, pude verlo con mis propios ojos.

—Esperaba que compitieras en el próximo mes— dijo Crhis. Camila pone los ojos en blanco. 

—De eso nada, cuñado. - Dios Santo, ahora quién iba aguantar a esta mujer sobreprotectora, no cabe duda que estaría en mi cuello día y noche, pero era justamente lo que quería, no me importaba, después de imaginarme una vida sin ella, no me importaba que ella actuara de esa manera, era mi héroe, ella había salvado mi vida de muchas maneras que nunca hubiese podido imaginar. Cuando Camila despidió o corrió de forma respetuosa a mi familia para estar a solas con la futura madre de su hijo, no dejaba de verme, parecía una cría enamorada viéndome de pies a cabeza. Había una luz llena de esperanza en sus ojos  y una sonrisa de oreja a oreja, sí, ella lo había dicho, era la mujer más afortunada y feliz del mundo.

—Soy una maldita afortunada — sisea 

- Sólo espero que no vayas a poner un GPS en mi barriga cuando crezca —digo burlándome de ella.


Mis nauseas matutinas despertaron a una Camila nerviosa y una Lauren no tan amigable.

—Te mataré, Camila, te juro que esto es culpa tuya. — le espeto con la cara dentro del váter. Ella no dice nada y su cara es de dolor y nerviosismo al verme así, estoy pálida y mi estado de ánimo no es su mejor amigo. Vuelvo a hundir mi cabeza en la almohada, estoy agotada y necesitaba que cuide de mí como lo ha prometido.

—Pediré el desayuno— me informa. Dándome un beso en mi frente. Empiezo a estremecerme en un profundo sueño, cuando escucho pasos hacía la cama. Podría apostar lo que sea que jamás en mi vida me había sentido tan cansada y enferma como estaba últimamente. Camila trae consigo una bandeja con un rico desayuno, galleta con mermelada y té, acompañado de una hermosa rosa como el color de la sangre. ¡Ja!

—¿Esto es un truco para seducirme como la primera vez que me viste comiendo una? — pregunto frunciendo el entrecejo. La imagen de ese día está muy clara en mi memoria. Las palabras: ojala pudiera quitártela yo misma.

—No lo sé, ¿Tú qué crees? — pregunta sonriente, la sonrisa del millón reservada para mí.

—No lo necesitas, soy tuya.

—Lo eres.-  Al llevar la rosa hacía mi nariz para sentir su aroma algo cae en la bandeja. ¡Malditas hormonas del embarazo! Oh, voy a llorar. 

—¿Todavía quiere casarse conmigo, señorita Jauregui? — Es el anillo de compromiso, la piedra azul como el cielo. Ni siquiera podía recordar dónde lo había lanzado.

—Sí. — digo con lágrimas en mis ojos, sé que embarazada o no, siempre voy a llorar como la primera vez cuando lo propuso en casa de mi madre, es una mujer maravillosa, mi cara dura es mi mujer maravillosa. Limpia mis lágrimas y me da un largo beso de recién enamoradas en mis labios, llevándose consigo un poco de mermelada, no está de más para endulzar más el momento.

—Nunca olvides algo, nena. — Dice con voz ronca y firme — Tú me perteneces, eres mía, siempre lo has sido. - No cabe duda de eso, era suya desde el primer momento en que la vi, aunque quería odiarla y la aborrecía por ser una mujer arrogante y posesiva. Soy suya y ella es mío.

QUEDATE CONMIGO SIEMPRE - TERCERA PARTE (TRILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora