(IX) Renaciente

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Soobin se retorcía de dolor, pero era el último día, cuando el sol volviera a brillar en lo alto todo el dolor se iría y la lluvia caería con la misma fuerza que el día en que la dejó. 

Y en otro lugar, en un paraíso otoñal, la lluvia caía con los primeros rayos de sol, caía tan fuerte como si el cielo fuera a derrumbarse, como si un gran dios estuviera naciendo con ella, como si fuera capaz de inundar todo el mundo y causar un gran diluvio. 

― Tranquilo, solo es lluvia. 

Y un frágil chico se asustaba con el estruendo de las gotas y con el sentimiento que estas le provocaban, cada gota que llegaba a tocar su piel se sentía como mil agujas clavándose profundo. 

Estaba en un trance del que sería difícil volver, un doloroso viaje entre su mente, tratando de reparar una conexión rota entre su alma y su espíritu. Temblaba mientras iba perdiendo control de su cuerpo, sus latidos perdían ritmo y se volvían más veloces en intervalos, su respiración dejaba salir el miedo de años, sus ojos eran completamente rojos como si fuera a brotar sangre de ellos y el dolor había tomado cada fibra de su cuerpo. 

Su padre rogaba para que eso se detuviera, hacía todo lo que podía, pero por más que tratara no lograba detener la lluvia, no hasta que esta misma se hizo más suave y su toque ya no era dañino para su hijo. 

― La lluvia está para llevarse lo malo, sanar las heridas y limpiar las manchas, no debes temer ―su hermano apareció entre las sombras―. Eso era lo que mamá decía. 

― Sí, lo recuerdo, pero esta lluvia lo lastimó. 

― No lo creo así. 

― Yo creo lo que veo. 

― A veces aún eres un niño ―su hermano sonrió son ternura―. Minho ya no tiene fiebre y al fin se durmió. 

― Yeonjun está más calmado, creo que va a necesitar un poco de sangre. 

― Espero que no humana. 

― No, sabes que solo la tomó una vez y no pudo soportarlo. 

― Iré a conseguir sangre. 

― Yo voy con Minho, necesita recuperar fuerzas. 

― Bien, cuídalos. 

― Nadie nos encontrará aquí. 

― Algún día tendremos que dejar de escondernos. 

― Eso lo sé. 

Yoongi se fue, volando entre los tejados, un pequeño murciélago negro que era capaz de cazar un águila, pero por el momento las palomas y los conejos eran suficientes. 

― Niño, levántate. 

― Papá. 

― Tranquilo, estoy aquí. 

― Lo siento, no pude ayudarte. 

― No es culpa tuya, aún no has roto del todo tu vínculo con la red. 

― Lo haré pronto, lo juro. 

― No voy a forzarte a crecer, bebe esto. 

― Gracias. 

― ¿Qué fue lo que viste? 

― Lluvia y fuego, un gran lobo negro y mi hermano junto a él. 

― Yoongi tiene razón. 

― ¿Qué sucede? ―su voz sonaba tan quebrada por el llanto y el esfuerzo que había puesto en controlar su visión. 

― Nada, nada de lo que debas preocuparte ―Jungkook no pudo evitar abrazarlo como cuando recién se conocieron. 

― ¿Vendrán por nosotros? 

― Nadie les hará daño, no debes tener miedo. 

― Voy a protegerte, soy fuerte, confía en mí. 

― Eres mi pequeño. 

La lluvia llamaba a las almas que liberarían a su pueblo. 

― No le hagas daño, yo lo buscaré. 

El gran cazador arrodillado como estaba solo podía rogar por dejar de sentir el dolor del ser que tanto amaba, esperando que el espíritu de la lluvia fuera más amable y gentil con quien alguna vez fue su mundo entero. 

RAIN SOUL | soojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora