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Geto se encontraba disfrutando de la soledad en la azotea del instituto, en su media hora de descanso, comiendo lenta y cuidadosamente un sándwich hecho con todo el cariño de su madre

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Geto se encontraba disfrutando de la soledad en la azotea del instituto, en su media hora de descanso, comiendo lenta y cuidadosamente un sándwich hecho con todo el cariño de su madre. Acababa de comenzar el curso escolar hace apenas unas semanas y el sol calentaba vivazmente la piel tostada del adolescente, mientras una brisa refrescante sacudía su melena. Cerró los ojos, sintiéndose sereno y a gusto.

¡Suguru!

''¿No puedo estar ni cinco minutos tranquilo, verdad?''

Una voz chillona y juguetona se asomó de la puerta de la azotea acompañada de otra más femenina y suave, repitiendo lo mismo. A pesar de que Geto sintiera como su desconexión con la realidad se fuera a la mierda, no podía ocultar esbozar una sonrisa al ver a sus dos mejores amigos correr hacia él y saltarle encima para abrazarle.

—¡Ey! Llevamos todo el descanso buscándote y resulta que estás aquí creyendo que eres el personaje principal de alguna película —soltó Shoko entre risas, acariciando la cabellera de su amigo. Satoru carcajeó ante las bromas de su socia.

Lo siento, es que es el único lugar del instituto donde puedo fumar sin que me descubran —Geto sacó un paquete de tabaco del bolsillo de su pantalón para posteriormente retirar un par de cigarrillos, extendiendo el brazo ofreciéndole uno a la morena que tomó rápidamente  sin rechistar.

Ambos amigos del pelinegro se sentaron a su lado, Gojo a su derecha y Shoko a su izquierda. Inmediatamente, la fragancia del chico con melena plateada se introdujo en sus fosas nasales, embriagándole. Le encantaba ese aroma dulce y fresco, como una brisa matinal. Sosteniendo entre sus labios el cigarrillo que estaba fumando, colocó dos de sus dedos en el pálido cuello de su acompañante, frotándolos rápida y bruscamente.

—¡Dios mío, Satoru, te he dicho que si sigues poniéndote cuatro litros de ese horrible perfume vas a matar a alguien por intoxicación! —espetó el menor de los tres, aunque tan solo por unos meses, de dieciséis años.

Y es que no iba a admitir por nada del mundo que le encantaba la fragancia del chico ojiceleste, no por nada en especial, sino simplemente para no incrementar el ego de su amigo que estaba por las nubes de por sí.

Satoru rió ruidosamente, mostrando sus afilados colmillos y sus tiernos hoyuelos al parecer de sus amigos. Alzó ambas de sus manos para palpar los finos dedos de su amigo, envolviéndolos gentilmente y acercándolos a su mejilla, frotándose.

Qué malo eres Suguru, no hay ni una sola persona que me haya dicho que huelo mal, ¿no estarás celoso porque tú hueles a tabaco?

Era mentira, a Gojo le embalsaba de forma genuina la fragancia masculina y limpia del joven con melena, pero amaba hacerle rabiar.

Geto soltó bruscamente el agarre del pálido con una mueca fruncida y descontenta, decidiendo ignorarle por el bien de su vida académica; porque si seguía sucumbiendo ante los piques y provocaciones de su alocado amigo, tendrían que sacarle del centro de estudios escoltado por la policía. Giró su cabeza para conversar con Ieri.

Delegado [Satosugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora