𝒐𝒏𝒆. 𝒄are 𝒐f 𝒘olves

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✩ˑ ━━ ❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓞𝐍𝐄 ❜ ┊ೃ
¡ 𝒄are 𝒐f 𝒘olves  !

























Recogí mi chaqueta y la puse en el bolso que cargaba encima con varias cosas dentro. Me moví sigilosamente de la habitación que compartía con los gemelos y salí de allí, cerrando la puerta con cuidado detrás de mi.

Con mis poderes pude asegurarme de que nadie rondara por los pasillos del banco. Todos los Alfas estaban dormidos en sus respectivos cuartos y eso me tranquilizó un poco. Aún eso no significaba que podía rondar el banco como si nada, de modo que use mis poderes para así sordear a Alfas y así no pudieran escuchar nada.

Ya estando algo más tranquila, empecé a caminar por el banco hasta llegar a la bóveda que quedaba algo lejos de mi habitación, pero valía la pena. Noté el reflejo de la luna por una de las ventanas, estaba apenas naciendo, cosa que también me dio alivio ya que los lobos que se encontraban encerrados en aquella bóveda no me despedazarían al poner un pie allí adentro.

Abrí la gran y pesada puerta de la bóveda con todas mis fuerzas. Esta soltó un gran estruendo que de seguro alteraría los sentidos de los lobos, pero gracias a que los dejé sordos, seguían durmiendo plácidamente.

Menos una.

—¿Qué estás haciendo?

—¡Diablos! —grite espantada al ver a Marin, recostada a la pared, con los brazos cruzados y mandándome una mirada perspicaz—. ¿Tú que estás haciendo? —fruncí el ceño.

No la había sentido. Eso me puso nerviosa.

—Te pregunté primero.

—Y yo de segunda, y dos es más que uno. —hablé rápidamente para que la morena no me interrumpiera.

Marin volteó los ojos hastiada de mi juego. Aunque que no estaba jugando a nada. O sí.

—Solo estoy asegurándome de que no hagas algo que pueda ponerte en riesgo. —ella respondió con un bajo tono de voz.

—Soy cuidadosa.

—Lo sé.

—Entonces que... —mi cerebro comenzó a maquinar lo que fuera que ella estuviera pensando de mí, hasta que noté como miraba la puerta de bóveda—. ¿Estás insinuando que los liberaré?

—No dije eso.

—Lo supusiste. Y lo pensaste. —giré por completo mi cuerpo hacia ella y la miré con los ojos entrecerrados.

—Atenea, solo quiero que tengas cuidado y que sepas que lo que estás haciendo no tendrá buen resultado al final. —me pareció oír preocupación en su voz, cosa que quise ignorar, ya que aquel sentimiento viniendo de Marin Morrel era muy extraño—. Deucalion no estará feliz al enterarse.

Entonces supe lo que ella quería decir. Negué con la cabeza, alejándome de ella y de su toque. No temía por mí, o por ella. Sino por mis hermanos. Ya que, según las palabras de Deucalion, era muy valiosa. De modo que quien sufriría las consecuencias de mis actos serían mis hermanos, y no podía permitirme eso.

—No puedo dejarlos morir. No lo haré. —negué nuevamente y ella suspiró.

Marin no dijo más y pasó por mi lado para irse, dando cuidadosos pasos al caminar. Observé su espalda moverse hasta ocultarse por las grandes paredes del banco.

—Asegúrate que tu aroma no quedé por aquí. —aconsejó ella antes de perderse por los pasillos—. Descansa, Thena. —Marin desapareció como una sombra y el lugar quedó en total silencio y paz.

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