1. Olvidada identidad

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Athena, tú también eres una diosa, y tarde o temprano te darás cuenta de que el amor no es más que una fantasía que crearon los humanos para engañarte. El amor es algo que no se puede ver y nadie cree en él, porque no existe.

¡No existe!

Las palabras de Hades, mi peor enemigo, no se desvanecen sin antes lanzarme una sentencia.

Los campos Elíseos se destrozan, el Inframundo se acaba... al igual que las pocas partes de mi corazón.

Caballeros de bronce... caballeros dorados. Todo ha terminado.

Y Seiya... no pude salvarte por más que lo intenté, ni tampoco pude confesar mi sentir por ti. Mi incompetencia se fusionó con la espada de Hades que te hirió, la que te separó de mi lado de manera cruel y despiadada.

Mi amor y aliado desde la era mitológica, el más cercano y fiel... Nunca te merecí.

Mis amados caballeros de la esperanza son los únicos sobrevivientes de esta sangrienta guerra, lo único que me queda, pues los caballeros dorados, otra parte irremplazable de mi corazón, ya no existe, y una vez más por mi inutilidad y poca fortaleza.

¿Cómo podré seguir viviendo con tantas muertes, dolor y sacrificios encima de mis hombros?

Mientras ustedes, caballeros de bronce, siguen en su camino a la tierra, llevando a un fallecido Seiya en sus brazos, decido convertir estas ruinas en mi última morada. Uso las pocas fuerzas que me quedan para que, nunca más, tengan que retorcerse entre la sangre de las personas que aman.

Mi humanidad ha llegado a su fin, mas no mi divinidad, la que renacerá cada vez que la tierra suplique por amor y justicia.

Yo, Athena, decreto que en la siguiente era nadie morirá bajo mi mando. Crearé para ustedes cadenas de flores tejidas de deseos de amor, hermandad, justicia y compañerismo.

Mis queridos caballeros de la esperanza... Mis queridos caballeros de oro... Ese es el destino que escribo para su próxima vida, atentando incluso con los caprichos de los dioses malignos. Quizás no pueda liberarlos del sufrimiento, las separaciones o los conflictos humanos, pero estaré ahí para protegerlos y no permitir que los deseos de sus corazones se destrocen.

***

La dama abrió los ojos, mientras las lágrimas la sobrepasaban.

- Otra vez ese sueño... ¿Por qué? - se preguntó angustiada. - ¿Qué significa?

Hace poco había cumplido veinticinco años, y aun así, aquel sueño la había visitado desde que tenía uso de razón.

- Seiya...

- ¿Saori?

Una dama entró en la habitación de la joven, causando que esta sonriera, pues solo ella era capaz de aliviar su corazón atormentado por las pesadillas.

Aquella mujer gozaba de una gran belleza, y no por su piel pálida, cabello lacio y castaño, con caída hasta los hombros, ni tampoco por esos ojos tan azules como un calmado lago, sino por la hermosura de su alma, una bondad casi divina para tratar a los demás.

- Mamá, ¿qué haces despierta? - preguntó sorprendida.

- No lo sé, tuve una corazonada de entrar. - respondió la mujer, con una cálida sonrisa.

La dama se acercó a su hija y la abrazó, sintiendo como su corazón latía desbocado y asustado debido a la pesadilla. La joven se dejó calmar bajo su protección, mientras notó algo extraño en el brazo de su madre.

Saint Seiya: Cadenas malditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora