4. Ciclos

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Por primera vez en su vida, el silencio estaba siendo la peor de sus respuestas.

- Maestro... ¿Por qué ya no me respondes?

Por mucho tiempo, Shaka, joven monje, siempre se sentó a los pies de Chenrezig, Buda, a conversar con él y sentir sus enseñanzas por medio de la misteriosa energía interior que, desde su niñez, sentía crecer dentro de sí; "Chakra", lo llamó su maestro terrenal, quien no supo explicar la clase a la que pertenecía dicho poder, pero que sintió que eso lo hacía diferente a sus compañeros y el más adecuado para seguir con las prácticas del legendario príncipe Hindú, quien buscaba ayudar a las almas más vulnerables a encontrar la iluminación por medio de la compasión, mas no como un fin individual.

El joven de cabello rubio acomodó con angustia su blanca Kasaya, pues después de muchos años su corazón estaba lleno de dudas. Antes lo habían atormentado sueños o visiones relacionadas con una posible vida pasada, los que logró dejar de lado gracias a la compasión de su líder. Sin embargo, ahora era distinto, pues no solo el silencio de él lo aquejaba, sino también el regreso de aquellas imágenes.

- Maestro, necesito saber por qué he vuelto a tener esos sueños. – preguntó con calma, pero con el corazón atormentado. – Sirvo a alguien diferente a ti, una vestimenta dorada me representa, mientras mis manos se tiñen de sangre de justicia. ¿Qué mensaje quieres darme con esto?

Las manos del joven, mientras su cuerpo comienza a emanar un aura dorada, pasan a sostener un rosario de cuentas moradas, el que fue heredado por sus padres a la edad de dieciocho años, poco antes de su muerte. No solo conservaba aquel objeto por aprecio a ellos, sino por el origen de su creador.

- Maestro, según mis padres, con quienes converso por medio de la naturaleza, este rosario fue creado por un ancestro familiar, un caballero de oro llamado Asmita de Virgo. Recuerdo muchas veces haber contemplado su rostro en el cuadro principal de mi antiguo hogar. – dijo, tocando con interés cada una de las cuentas. – Se supone que este objeto tiene la capacidad de erradicar el mal, cosa que aún no he logrado entender.

Shaka habló al silencio, esperando obtener una respuesta... pero nada ocurrió. El aura dorada de su cuerpo siguió incrementándose, hasta causar que de su nariz se asome un hilo de sangre, del que ni se inmutó por estar perdido en sus oraciones.

- ¿Hasta cuándo seguirás con tu silencio, Maestro? Llevo meses esperando una sola palabra. – preguntó el joven, angustiado y apretando con fuerza el rosario. – He sido fiel a ti por todos estos años. ¿Acaso te molesta mi presencia?

- ¿No ves en el silencio la respuesta a tu angustia, Shaka?

El joven se dio la vuelta y calmó su energía al escuchar una voz conocida. Ahí notó el hilo de sangre, por lo que lo limpió de inmediato.

- Maestro Arada... – saludó el joven, aun arrodillado. – Disculpe, no lo sentí venir.

El hombre se sentó frente a su alumno, mostrando una calmada sonrisa, a pesar de que le preocupaba verlo descontrolado por la energía percibida de su cuerpo.

- Aunque mis ojos no lo vean, sé que tu Chakra está disparado. – dijo el hombre. – Aunque ahora dudo que se llame así, y es por eso que te he interrumpido.

- No entiendo...

- Shaka... La razón por la que Chenrezig, nuestro apreciado Buda, no te responde, es porque tu tiempo en este lugar ha terminado.

El joven se quedó de piedra al escuchar semejante respuesta. Por un momento, pensó que había oído mal o que su supuesto "Chakra" seguía alterado, lo que no le permitía digerir la indicación de su maestro.

Saint Seiya: Cadenas malditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora