6. Imperdonable

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Puedo sentir la emoción de la victoria de la derrota de Hades, dios del Inframundo; aunque también siento mi agonía y mi acercamiento a la muerte.

- ¡No! ¡Seiya!

Esa dulce voz podría reconocerla desde los confines más lejanos de la galaxia, hasta donde viajaría para encontrarla y deleitarme con ella. He dedicado mi existencia a proteger a la mujer que no solo significa la paz de este mundo, sino a la que amo con todo mi ser.

Saori, para mí, no es solo Athena, la diosa olímpica a la que debo obedecer, sino la mujer que amo, el ser humano maravilloso a quien quiero dedicarle mis alegrías y tristezas.

- Seiya, no puedes morir. – suplicó Saori, colocando sus manos en la herida de mi pecho. – Tu hermana te espera en la tierra... y yo... yo te necesito, no me dejes, te lo ruego.

- No... No llores... solo es un rasguño. Estoy bien.

Deseo con todas mis fuerzas levantarme y poder secar las lágrimas de Saori, no soporto verla llorar... pero solo puedo sentir como la muerte me consume, mientras mi mente graba el sonido de su dulce voz.

- ¡Seiya! ¡Despierta!

Aparte de Saori, puedo escuchar la voz de cuatro personas más, la de mis invaluables amigos, mis hermanos de combate. No puedo creer que aquí termine nuestro camino en esta incansable lucha, donde nuestra amistad y apoyo era lo que nos mantenía unidos.

- Caballeros, no quiero que vean a Seiya así... regresen a la tierra.

No logro ver lo que ocurre, pero puedo sentir como Saori envuelve a mis cuatro amigos con su cálida cosmoenergía y los aleja de nosotros. Sé que ha hecho esto para iniciar la despedida.

No sé qué pasará ahora que la muerte me ha ganado la batalla... pero lo único que deseo es renacer para vivir con la hermana que tanto busqué, con los queridos amigos con los que luché, pero sobre todo exaltar mis sentimientos a la mujer que marcó mi existencia.

Deseo una última oportunidad para reencontrarme contigo y confesarte mi amor, Saori.

***

Seiya se despertó con ansiedad y el corazón acelerado, mientras colocaba una mano en su pecho. Por alguna extraña razón, sentía un dolor terrible en esa zona, como si hubiera sido atravesado por una daga.

- ¡Qué dolor tan espantoso! – se quejó el joven, presionando su pecho. – Y no pasa, sigue ahí.

Seiya no se había percatado que la mano con la que presionaba su pecho era la misma que tenía la pulsera de flores que había encontrado; y con eso, el dolor desapareció rápidamente.

- Ya no siento nada. Qué alivio.

Recordó la pulsera y volvió a sentir en ella la presencia de Saori, pero más allá de eso, una energía inexplicable y parecida a la que a veces percibía dentro de sí mismo, sobre todo en sus sueños. No era la primera vez que lo experimentaba.

- Con este extraño sueño volví a sentir ese universo dentro de mí. – se dijo confundido. – Y no solo vi a Saori, sino también a esos cuatro hombres que...

En ese momento, su mente se iluminó con el recuerdo de aquellos jóvenes que lloraban por su estado.

- Imposible... Shun e Ikki estaban ahí. – reconoció impactado. – ¿Quiénes son los otros dos?

La puerta del cuarto sonó, por lo que Seiya no pudo seguir analizando el sueño que había tenido, así que decidió averiguar quién lo buscaba.

- Buenas noches, señor. – saludó un empleado del hostal. – Acaba de llegar esta nota para usted.

Saint Seiya: Cadenas malditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora