8. Poder

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Agustín tenía razón, por supuesto.

Lo supo cuando colocó sus manos desnudas sobre la gran explanada de tierra donde antes estaba la mansión Kukuriczka y no sintió nada. Nada en absoluto, como si jamás hubiese estado allí, como si no hubiese estado llena de sus propios recuerdos y de almas en pena.

Se había ido como si nunca hubiese existido.

Matías lo miraba, asombrado, mientras él negaba con la cabeza ante su pregunta muda y Agustín lucía pensativo. Habían llamado a Matías para que fuese a investigar la repentina desaparición de la mansión, y le habían pedido que lo llevase a él también. La policía de Buenos Aires se había burlado de él cuando dijo que sabía donde estaban los restos de Esteban Kukuriczka, pero habían dejado de reírse cuando los encontraron exactamente donde él había dicho que estarían.

El problema era que no podía sentir nada, tal y como había dicho su alfa que sucedería.

—Esto es un problema —le dijo Agustín, acercándose a él. Los compañeros de Matías los miraban, sin comprender exactamente que era lo que había entre ellos tres, pero no les iban a dar explicaciones— un problema muy grande.

—Necesito que te expliques, mi amor —le dijo suavemente. Su alfa estaba alterado y nervioso, era algo visible y lo escamaba. Agustín siempre había sido un remanso de calma para él y solo lo había visto alterado cuando lo dejó estúpidamente, pero eso era algo que jamás se volvería a repetir.

—Te lo explicaré junto a Mati —le dijo, y él asintió, incorporándose para tomar suavemente su mano y acariciársela. 

—Parece que ya termina —le dijo al alfa, y este asintió viendo como Matías se despedía de sus compañeros y se dirigía hacia ellos. Todavía era noche cerrada y tenía sueño, deseando dormir un rato más con sus alfas, pero tenía la impresión de que no sucedería.

—Nadie sabe que pasó, pero eso ya sabíamos que pasaría así —les dijo su alfa más joven, acercándose a ellos. No se le escapó como Matías tomaba la otra mano de Agustín entre las suyas para calmar al otro alfa— Mis compañeros van a hacer el reporte y los veré mañana en comisaría. Es probable que me pase casi todo el día trabajando, preciosos.

Asintió, extrañando por adelantado a su nueva pareja. Era muy feliz con Agustín, pero sentía que el otro alfa los complementaba y los hacía felices a ambos.

—Volvamos a casa —dijo Agustín, casi con un suspiro— tengo que contarles muchas cosas. Estamos en grave peligro.

***

—Explícanos, Agus —dijo Matías en cuanto llegaron a casa, y él observó con orgullo lo acostumbrado que parecía su nuevo alfa a moverse por su casa como si fuese la suya propia— necesitamos entender, y estás muy alterado. Ayúdanos a comprender, amor.

Prácticamente se sentía vibrar cada vez que ambos alfas se trataban de manera cariñosa.

—Está bien —murmuró Agustín, y quería abrazarlo ante lo cansado que parecía su novio alfa, pero se contuvo. Necesitaban que les explicase lo que estaba sucediendo— es más complicado, pero... saben que hay varios universos, ¿verdad? Infinitos universos.

Ambos asintieron, sentados juntos y con sus manos entrelazadas. Nunca podía dejar de tocar a sus alfas.

—Algunos de esos universos son gemelos —explicó Agustín— son casi lo mismo, pero hay detalles distintos. Es el caso del nuestro, hemos estado en nuestro universo hermano y todavía somos los mismos, pero no estamos juntos y ni siquiera nos conocemos, aunque Matías todavía es un gran policía.

El don [Poliamor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora