Café a las 07:53

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Podía ser tanto un lunes como un viernes,
septiembre como noviembre,
de cualquier año, cualquier siglo;
antes de las ocho de la mañana.

Adormecida camino por las calles de la ciudad,
y me fijo en que los adoquines siguen patrones
rotos, desnivelados, sucios e irregulares,
que me recuerdan a más de una persona.

Miro al cielo, y respiro.

Es el vacío en el pecho tras llorar,
el consuelo tras de asumir la realidad.
Es el peso de aquello inexorable,
el peso de la culpa que llevo en el pecho.

Sorbo tras sorbo, mirando a la nada,
las marcas de pintalabios se solapan.
Las trato de borrar con la lengua
pero me acabo reflejando en ellas.

Dejo la taza, y respiro.

Estos momentos me recuerdan a que
más allá de un nudo de emociones,
un uniforme o unos tacones,
también soy el café a las 07:53.




Este poema tiene un sitio especial en mi corazón, porque cuando me sofoco me recuerda que siempre puedo hacer una pausa. La pausita del café, a la hora que sea.

¡Espero que os abrace también a vosotres cuando lo necesitéis, y que os recuerde que sois mucho más que aquello que os ahoga! A mí ya me salvó en su momento, ahora es vuestro🌞

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Charlas, una colección de poemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora