Sin título I

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Una vez más, aquí estamos: ¿qué soy?
No, lo pregunto en serio, ¿qué coño soy?
Estoy profundamente harta de no ser nada
y por algún motivo sentir que debo serlo.

Estoy harta de existir en un limbo perpetuo,
de que brote incertidumbre de mis venas,
de que me estalle el corazón en cada latido,
de chocarme contra un muro que ya esquivé.

Harta de la pasión desmedida por querer:
es una misión suicida que se me lleva lenta,
lenta lenta tan lenta que aún no veo el fin
y que me condena a la insatisfacción eterna.

Harta de las cadenas anudadas a mis tobillos,
que me recuerdan constantemente qué no soy.
No soy nada, pero necesito sentir lo contrario.
No quiero nada pero, a la vez, lo quiero todo.




Llevo unos días desbordada de emociones, y no todas positivas...

No me cuesta admitir que estoy mal, al contrario, cuando soy consciente de ello pido ayuda, pero a veces este es el problema: no siempre me doy cuenta de que mi mente me envía señales y alza banderas blancas. Me lo trago todo hasta que se me cierra la garganta, o hasta que llegan las once de la noche y necesito desahogarme con alguien que sepa escuchar. La vida es complicada cuando recibimos estímulos confusos, y más aún si nuestra psique tampoco está en el mejor de los lugares. Pero se escribe un poema y parece que toda la negatividad que descansa plácidamente, y prácticamente enquistada, desaparece.

Sin título, porque no todo necesita nombre.

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Charlas, una colección de poemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora