Llevábamos cuatro meses viviendo juntas cuando decidimos por primera vez juntar a nuestros grupos de amigos, que por algún motivo hasta ese momento no lo habíamos hecho. Violeta estaba estudiando o ya había hecho planes cuando salía con mis amigos y viceversa. Y los días que ambas podíamos preferíamos aprovechar el tiempo para hacer planes solo nosotras.
Solíamos salir a comer sushi, que era su comida favorita, pero que yo odiaba con todas mis fuerzas. Solo lo comía solo porque a ella le encantaba, por ver el brillo en sus ojos y la cara de ilusión que se ponía cada vez que íbamos a su restaurante favorito, aunque después me pasara dos días con el estómago revuelto. A día de hoy aun no entiendo como a alguien puede gustarle esa combinación horrorosa de sabores.
Uno de mis planes favoritos era cuando nos levantábamos con tiempo suficiente para ir a desayunar juntas antes de tener que separarnos para ir a clases. Siempre intentábamos ir a sitios distintos para desayunar porque nos encantaba descubrir lugares nuevos, pero mi lugar favorito era una crepería que quedaba justo a dos calles de casa y que preparaban las crepes más ricas que había comido nunca.
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Hacia dos semanas habíamos ido a un recital de poesía, estaba dedicado a poesía escrita por mujeres, y sin que ella supiera nada había apuntado su nombre para que recitara.
- Chiara que has hecho, no puedo subir ahí – me dijo en cuanto llamaron su nombre.
- Sí que puedes.
- No, no puedo, no tengo nada preparado.
- Aquí tienes, yo he escogido un poema para ti – le dije tendiéndole un papel.
- ¿Sabes que después de esto te voy a matar verdad?
- Pero va a merecer la pena – le dije antes de verla subir al pequeño escenario.
Escuchar a Violeta recitar se podía describir como una experiencia extrasensorial, me hacía desconectar de todo lo que me rodeaba, como si en ese momento solo existiera yo escuchando cada palabra que se formaba en su boca. Recitaba como si fuera la única creadora del lenguaje, como quien es consciente del poder de las palabras y no le asusta usarlo. Violeta recitaba como si ella y la poesía fueran una.Había escogido ese poema especialmente para ella, aunque sabía que en ese momento no se daría cuenta.
Se hizo un silencio abismal cuando las primeras palabras nacieron de su voz:
Cuando te nombran,
Me roban un poquito de tu nombre
Parece mentira
Que media docena de letras digan tanto
Mi locura seria deshacer las murallas con tu nombre,
Iría pintando todas las paredes,
No quedaría un trozo
Sin que yo asomara
Para decir tú nombre,
Ni montana de piedra
Donde yo no gritara
Ensenándole al eco
Tus seis letras distintas.
Mi locura seria olvidarme de todo,
De las 22 letras restantes, de los números,
De los libros leídos,
De los versos creados.
Saludar con tu nombre.
Pedir pan con tu nombre.
-Siempre dice lo mismo- dirían a mi paso,
Y yo, tan orgullosa, tan feliz, tan campante.
Y me iré al otro mundo con tu nombre en la boca,
A todas las preguntas responderé tu nombre
-los jueces y los santos no van a entender nada-
Dios me condenaría a decirlo sin parar para siempre.
Cuando termino de recitar toda la sala se sumió en un profundo silencio, como quien aún está procesando un momento mágico y yo volví a respirar, ni siquiera me había dado cuenta en que momento había dejado de hacerlo. Y entonces, la sala se sumió en aplausos.
- Me gustaría pedirles un favor – dijo Violeta una vez que cesaron los aplausos – sé que este es un evento ya organizado, pero a mi amiga le encantaría subir a recitar un poema, sé que odiaría perder esta oportunidad.
Mire a Violeta abriendo los ojos de manera exagerada, que se creía que estaba haciendo, yo sí que no tenía nada preparado.
- Claro, estaremos encantando de escucharla. ¿Te gustaría presentarla a ti?
- Si claro. A todas las personas que están aquí reunidas, ahora tendrán el placer de escuchar a una de las personas más especiales que he conocido nunca, Chiara Oliver – dijo sonriendo con suficiencia
Cuando nos cruzamos mientras yo subía al escenario y ella regresaba a nuestros asientos me susurro:
- Yo también se jugar sucio Kiki.
Violeta quería jugar sucio, pero ella no tenía ni idea de contra quien estaba jugando.
- Hola, buenas a todos, realmente no me esperaba para nada subir hoy aquí y no tengo nada preparado, pero les voy a recitar un poema que recuerdo.
Y en ese momento comencé a mirar hacia donde ella se encontraba, dedicándole la mirada más intensa que le había dedicado hasta la fecha.
Me desordeno, amor, me desordeno
Cuando voy en tu boca, demorada;
Y casi sin por que, casi por nada,
Te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
Y con mi soledad desamparada;
Y acaso sin estar enamorada
Me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
Arde en tu mano lubrica y turbada
Como una mala promesa de veneno;
Y aunque quiero besarte
Arrodillada,
Cuando voy en tu boca, demorada,
Me desordeno, amor, me desordeno.
Incluso a la distancia que me encontraba pude ver como Violeta tragaba en seco antes de unirse a los aplausos de los demás y no pude evitar sonreír.
- ¿De quién es el poema que has leído? – me pregunto después mientras nos tomábamos un café luego del recital.
- De una poetisa cubana que se llama Carilda Oliver Labra.
- El que he recitado yo tampoco lo conocía.
- La autora se llama Gloria Fuentes, era española.
- Eran preciosos los dos, aún sigo sorprendida de cómo te sabias ese poema de memoria.
- Supongo que de lo mucho que lo leía. ¿Sabes que mi abuelo era cubano?
- No tenía ni idea.
- Si, cuando era pequeña me hacía las historias de como recuerda que era la vida allá, y lo difícil que fue para el tomar la decisión de dejarlo todo atrás y tirarse al mar en busca de una vida mejor, con solo una mochila con un libro y tres mudas de ropa. Me contó que participo en lo que después se le conoció como la "Crisis de los Balseros" donde miles de cubanos emprendieron una travesía por mar para llegar a la Florida. Mi abuelo fue uno de los afortunados que logró llegar con vida, pero muchos de sus compañeros no tuvieron la misma suerte.
- No puedo ni siquiera imaginarme lo duro que tiene que haber sido eso.
- Siempre me contaba que pasó mucho miedo, que temía que no lo lograría, pero que al final todo mereció la pena, porque cuando llego a la Florida, conoció a una inglesa que le cambiaría la vida para siempre.
- ¿Tu abuela?
- Sí, mi abuela. Mi abuelo no tenía ni idea de hablar inglés, y mi abuela sabía poco español, pero mi abuelo se había enamorado a primera vista y le regaló lo único importante que había llevado consigo en el viaje, un libro de poesía. Mi abuela siempre me contaba que lograban comprenderse a través de la poesía, que era su lenguaje secreto, poco tiempo después se casaron y se fueron a vivir a Inglaterra. Cuando tenía 8 años encontré ese libro y mi abuela me hizo la historia de lo que había significado tanto el libro como la poesía en sus vidas.
- ¿Y el poema que leíste estaba en ese libro verdad?
- Si.
- Creo que ahora entiendo un poco más la conexión tan profunda que tienes con la poesía.
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Cuando llegó el día en que conocería a los amigos de Violeta estaba nerviosa, y en ese momento no podía entender los motivos que me llevaban a estar asi, pero tenía miedo de no gustarles, y que eso influyera en mi relación con Violeta. Sabía que a Denna la tenía ganada, pero ¿y los demás?