GODZILLA kaku-ju (GODZILLA bestia nuclear)

Fantasmas del pasado.

Yusuoka se encontraba haciendo una pequeña maqueta de una casa, con muros amarillos, y un techo café. Cada pieza era clave, y sentía como su espíritu era dejado en esta interpretación hogareña. Con sumo cuidado, pintaba cada ladrillo, cada hoja, cada piedra. Durante hora y medía estuvo con este trabajo, asegurándose de que quedara perfecto.

Cuando ponía una ventana, Sikio bajo las escaleras apresurado, y se dirigió a Yusuoka con velocidad.

—¡Padre! Mira esto— Le dijo emocionado, pidiéndole que vaya al segundo piso.

Lo siguió, dejando su maqueta con cuidado en la mesa. Arriba, su hijo le estaba señalando una ventana, y al ver por ella, vio un avión de gran tamaño volando por las montañas, tenía alas enormes, y una gran coraza negra, daba un aspecto de guerra. Este se fue alejando del lugar, dejando una ola de aire a su paso, para esconderse en la neblina, desapareciendo de la vista de ambos.

—¿Lo viste? ¡Fue increíble!— Decía con los ojos abiertos por la sorpresa de ver una nave de tal tamaño pasar frente a su hogar.

—Si, lo vi... ¿Sikio, quieres cenar? Ya casi es hora de dormir— Cambiaba de tema rápidamente, intrigado por la presencia de dicho avión. 

Una vez fueron a comer, y posteriormente a dormir, Sikio durmió calmado, como un ángel. A diferencia de el, Yusuoka estaba pensando en el porque de esa aparición. Hacia ya varios años la guerra dio fin, y ese tipo de nave es usada solo para conflictos grandes. ¿Era acaso el inicio de otra guerra en la que tendría que participar?

Temeroso, se quedo viendo la ventana, recordando a su esposa, y en su hijo, sabía que debía dejar de pensar en ellos, pues lo hacía sentir culpable de algún modo, pero no lo lograba. Y así, noche tras noche, se la pasaba recordándolos, y el como no pudo salvarlos. Entonces, fue a la sala un rato, para quitarse el estrés. Tomo una taza de café, y prendió la radio, con ganas de simplemente escuchar algo mientras lograba conciliar el sueño.

—Muy buenas tardes a todos, aquí en Koto-Ku, una vez más traemos las mas relevantes noticias de la semana, con intervalos musicales de 5 minutos entre cada anuncio.— El locutor empezó a contar noticias bastante comunes, inflación, records, ventas. Así estuvo durante unos 40 minutos, hasta que de pronto, hubo una noticia que llamo la atención de Yusuoka.

—Entre otras cosas, un gran animal marino azota una base de investigación marina, guardias y cámaras demuestran que fue una ballena, aunque, esta tuvo un peculiar sonido al acercarse, muchos dicen que es un monstruo, otros que es un dios volviendo con ira, y otros que es un experimento social hecho solo para llamar la atención. Sea como sea, aquí les dejamos el audio de esta intrigante criatura—

Al tiempo que terminaba de decir esto, Yusuoka se levantó de su casi sueño, atento a lo que estaba por sonar. Observó la radio, mientras sus oídos no podían creer lo que estaba sonando. Ese ruido, ese rugido, ese llanto, no es una ballena. Recuerda las palabras de Mutaro, y comprende que lo que sea que haya hecho ese sonido, es todo menos un animal. Su rostro se empapó en sudor mientras el eco de la criatura rebotaba en las paredes. La distorsión de la radio resonaba en los muros, entrando una y otra vez en la mente de Yusuoka, acompañada de una tormenta de preguntas sin respuesta: ¿Qué hice mal? ¿Porqué a ellos? Tal como dijo Mutaro, ese monstruo de mar iba a llegar, con el mismo llamado con el que asesinó a su esposa e hijo. Esposa e hijo, a quienes empezaba a ver frente a él, pero sus rostros estaban destruidos, derretidos, como si hubieran caído en ácido, un ácido nuclear, tal vez.

Yusuoka no pudo resistir estas imágenes y apagó la radio, sintiendo su corazón al borde de explotar, pulsando con una fuerza constante y aterradora. Mareado y sudando como un maniaco, subió a la habitación, intentando huir de las sombras que lo acechaban. En su pecho, un dolor punzante se intensificaba, y luchaba por respirar, atrapado en un torbellino de dudas y culpa. Las imágenes de su familia lo atrapaban, haciéndolo sentir como si estuviera ahogándose en su propia mente, incapaz de escapar.