Mew Suppasit está más allá de la redención.
Como Capo de la Cosa Nostra, gobierna con una mano brutal sobre su territorio... un territorio que la 'Ndrangheta de Chicago infringió.
Ahora Mew está buscando retribución.
Una boda es sagrada, robar a un...
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Tul, Rina y Aurora estaban ocupados en la cocina, horneando pasteles para los gemelos cuyo primer cumpleaños era hoy. Ya era cerca del mediodía. Dudaba que pudieran preparar el pastel a tiempo para la tarde, pero no dije nada.
- Parece un desperdicio de esfuerzo crear pasteles elaborados con la forma de un unicornio y un auto cuando su único propósito es ser comidos - comentó Jess cuando salimos de la cocina para darles a los omegas su espacio.
Habían encontrado imágenes de pasteles complicados en Internet y estaban decididos a recrearlos para Amelia y Amil.
- Me importa un carajo, pero Tul está tan jodidamente emocionado por los pasteles, así que creo que vale la pena el trabajo. Dudo que a los niños les importe mucho. Solo aplastarán sus manos en el pastel y embutirán la cara - dije, mirando a Amelia, a quien acunaba en el hueco de mi brazo.
Ahora se sentía completamente cómoda en mi presencia, y se sentía como uno de los mayores triunfos de mi vida al ver que sus grandes ojos oscuros me miraban con confianza. Y por mi jodido honor y todo lo que importaba, jamás haría nada para traicionar esa confianza. Cuando al principio había estado desconfiada de mí, se había sentido como un cuchillo en el corazón. Siempre había disfrutado el miedo en los ojos de los demás, a excepción de mis hermanos, pero con mis hijos y Tul nunca quería volver a verlo.
- Nunca consideré el matrimonio como una opción para los dos - dijo Jess pensativamente a medida que nos deteníamos junto a la piscina.
- Nunca pensé que encontraría un omega al que no quisiera matar después de unas horas.
Amelia me dio una sonrisa dentuda, y le acaricié el cabello hacia atrás. Lo llevaba bastante largo y ligeramente rizado como sucedía con el cabello de Adrián.
Amil rebotaba de impaciencia en el brazo de Jess y casi parecía como si estuviera dispuesto a saltar para poder entrar al agua.
Cada día que pasaba, mis hijos me contrariaban más. Si bien no era del todo raro que un alfa no tuviera un carácter fuerte y que un omega fuera un pequeño tornado en persona, comenzaba a creer que lo que Tul dijo cuando llegamos a Las Vegas, era una verdad. Amil y Amelia parecían tener la personalidad cambiada.