Mew Suppasit está más allá de la redención.
Como Capo de la Cosa Nostra, gobierna con una mano brutal sobre su territorio... un territorio que la 'Ndrangheta de Chicago infringió.
Ahora Mew está buscando retribución.
Una boda es sagrada, robar a un...
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- No puedo creer que te vayas a casar en tres días - dijo Theo, con los pies apoyados junto a los míos en la mesita de café.
Si mamá viera esto, nos estrangularía.
- Yo tampoco - dije en voz baja.
A los diecinueve años, ya era mayor que muchos otros omegas de nuestro mundo cuando entraban en el santo vínculo del matrimonio, y había sido prometido a Max durante mucho tiempo.
Mi prometido solo tenía veintiún años, de modo que un matrimonio más temprano no hubiera sido muy deseable. Ciertamente no me importaba. Me había dado el tiempo para terminar la preparatoria y quedarme en casa con Theo por un año más. Él y yo nunca habíamos estado separado por mucho tiempo, excepto por unos cuantos días cuando tenía que realizar negocios para la 'Ndrangheta.
Debido a la enfermedad de su padre, Max todavía estaba ocupado haciéndose cargo de Indianápolis, la ciudad que su padre manejaba como uno de los alfas de confianza del Capo. Una boda tardía habría sido aún mejor para él, pero yo era un omega y se suponía que debía casarme antes de los veinte años. Miré el anillo de compromiso en mi dedo con un diamante prominente en el centro. Tuvimos que ampliar el anillo con los años a medida que mis dedos crecieron. Y en tres días Max me daría un segundo anillo.
Mamá entró con mi hermano Carla, quien al vernos corrió en nuestra dirección y se abalanzó al sofá entre Theo y yo. Carla al igual que yo, era un omega, dejando toda la responsabilidad de herencia en Theo, el único hijo Alfa de mi padre.
Theo puso sus ojos marrone en blanco, pero envolvió un brazo alrededor de nuestra hermanita mientras ella se apretaba contra él con sus grandes ojos de cachorrito, despeinando su melena castaña. La había sacado de nuestro padre, al no haber heredado el cabello rubio de nuestra madre como Theo y yo.
- Es injusto que te vayas justo después de la boda de Tullie. Pensé que así tendrías más tiempo para mí.
Le di un codazo.
- Oye. - En realidad no estaba enojada con ella. Entendía adónde iba. Siendo ocho años más joven que nosotros, siempre se había sentido como una quinta rueda, ya que Theo y yo éramos gemelos.