Mew Suppasit está más allá de la redención.
Como Capo de la Cosa Nostra, gobierna con una mano brutal sobre su territorio... un territorio que la 'Ndrangheta de Chicago infringió.
Ahora Mew está buscando retribución.
Una boda es sagrada, robar a un...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Davikah me arrastró por un tramo de escaleras hasta un sótano.
— Davi — dije implorando, tirando de su agarre.
— Davikah — gruñó, sin siquiera mirarme a medida que me arrastraba por otro estrecho corredor desnudo. Parecía furiosa.
Antes de que pudiera pronunciar una palabra más, abrió una puerta pesada y entró conmigo en una habitación.
Mis ojos se movieron alrededor. Una celda.
Mi estómago se tambaleó cuando vi el inodoro y la ducha en una esquina, pero peor aun cuando me fijé en el colchón manchado en el piso frente a ellos. Manchas rojas y amarillas. El terror se apoderó de mí, y de repente me di cuenta de lo que se suponía que iba a pasar aquí.
Mis ojos volaron a una cámara en la esquina a mi derecha y luego a Davikah. Ella era la Ejecutora de la Cosa Nostra, y aunque mis padres habían intentado abrigarme, Theo había sido más abierto con la información. Sabía lo que hacían los Ejecutores, especialmente en Las Vegas.
Davikah escaneó mi cara y me soltó con un suspiro. Me tambaleé hacia atrás y casi perdí el equilibrio cuando mis pies se enredaron en mi chaleco.
— ¿Vas a...? — pregunté ahogadamente.
Davikah emanó un aroma miserable en el momento que entendió mi insinuación, negó con la cabeza.
— Mew se encargará de ti por sí mismo.
Me quedé helado.
— Davikah — intenté nuevamente — No puedes permitir que eso suceda. No dejes que me lastime. Por favor.
La palabra aún me sabía amarga en mi boca. Rogar no era algo que me hubieran enseñado, era un maldito príncipe de la mafia nacido para ser adorado, pero esta no era una situación para la que me hubieran preparado.
— Mew no... — Davikah se detuvo e hizo una mueca.
Empujando más allá de mi miedo, me acerqué a Davikah y agarré sus brazos.
— Si no estás dispuesta a ayudarme, al menos dime qué puedo hacer para evitar que Mew me lastime. ¿Qué quiere de mí?