Mew Suppasit está más allá de la redención.
Como Capo de la Cosa Nostra, gobierna con una mano brutal sobre su territorio... un territorio que la 'Ndrangheta de Chicago infringió.
Ahora Mew está buscando retribución.
Una boda es sagrada, robar a un...
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Mis manos estaban apoyadas contra los azulejos blancos de la ducha. No podía respirar. El terror me obstruía la garganta. El olor a cobre y los sonidos de agonía hacían que el omega dentro de mí se acurrucara en un ovillo por no poder brindar consuelo.
La realidad es que no importaba cuanto quisiera pelear contra mi naturaleza, seguía teniendo instintos que no podía ignorar y que me quemaban ahora mismo. Nada en mi educación me había preparado para esto. Nada podría haberlo hecho. Estaba cayendo a pedazos rápido.
Más rápido de lo que jamás hubiera creído posible.
El orgullo y el honor eran los pilares de nuestro mundo, los pilares de mi educación. Necesitaba aferrarme a ellos. Él podría quitarme todo, pero no eso. Nunca eso.
Simeone estaba gritando y presioné mis palmas contra mis oídos, intentando callarlo... en vano.
Ya no era el Principe de Hielo.
Mis ojos terminaron borrosos por las lágrimas y el agua. Pero la imagen de Mew hundiendo su cuchillo en un alfa con esa sonrisa torcida en su rostro estaba grabada en mi mente.
¿Cómo se suponía que debía permanecer orgulloso? ¿Cómo se suponía que mantendría mi cabeza en alto y no dejar que viera mi miedo? Nunca nada antes me había asustado tanto como Mew Suppasit.
Los monstruos no son reales, me había dicho mi madre hace mucho tiempo cuando tenía miedo de dormir en la oscuridad y me arrastraba en la cama de Theo. No le había creído en ese entonces, y tampoco antes de conocer a Mew.
Los gritos se detuvieron.
Me estremecí y bajé las manos lentamente, tragando el gemido de dolor que intentaba escapar de mi. Algo rojo me llamó la atención. Bajé la vista al piso de la ducha donde el agua roja carmesi se estaba acumulando alrededor de mis pies. Parpadeé. Y luego entendí.
Ducha a ras del suelo. Mew llevando el cuchillo contra el alfa en su... Mis pies se veían aún más pálidos contra el rojo. Mi visión tambaleó y algo se rompió en mí. Estaba de pie en la sangre de alguien. Yo, un omega cuya naturaleza gritaba consolar, estaba de pie sobre la sangre de un alfa, un alfa que murió tan solo por mirarme. No sabia que me aterrorizaba más, si ese hecho, o que creyera que se lo merecía.
