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"Pequeño altercado"

Masajeaba sus muñecas adoloridas por las esposas que recién abandonaban su lugar, se acercó a la salida y se agachó en uno de los escritorios, sus ojos cansados miraron a la oficial que platicaba con sus compañeros felizmente.

—¿aquí debo firmar, no?— en la voz de Stu se notaba su cansancio, quizá por su baja voz o inotable presencia fue ignorado, así que insistió— señorita, oficial, disculpa, ¿es aquí donde debo firmar para salir?

La mujer se excusó y le explicó lo que debía hacer para permitirle la salida, Stu, sin muchos ánimos acató cada orden, quedando en libertad.

Caminaba bajo la oscura noche, fácil podía pasar de las 12, todo estaba cerrado y no había nadie por las calles. A paso lento y desganado se dirigió hasta su casa, no tenía quién lo pudiese llevar hasta ahí y él no llegó en su carro a la comisaría, así que al llegar sus pies estaban algo adoloridos por irlos arrastrando, al llegar al frente de su supuesto hogar sus pies dejaron de importarle, ahora lo que le dolía era el corazón: frente a su casa estaba Billy Loomis, echo bolita y abrazándose a sí mismo, pegado a una pared, parecía haberse quedado dormido, "¿cuanto tiempo llava ahí?", se preguntó.

Con cautela se acercó al pobre chico congelado, reafirmando sus suposiciones: se había quedado dormido. Abrió la puerta de la forma más silenciosa que pudo y tomó a Billy entre sus brazos estilo nupcial, y él, por suerte, tenía en sueño pesado. Dejó salir un profundo suspiro al ver la puerta abierta y a Billy en sus brazos, alguna vez soñó con cargarlo así cuando se casaran, un estúpido sueño, pensaba ahora.

Con todo el cuidado del mundo dejó a Billy sobre su cama, tapándose con suaves cobijas y tibios cobertores, pasó unos pocos minutos junto a él sólo para asegurarse de que el color volvía a su rostro, con cautela uno de sus dedos apartó un mechón de cabello que recaia sobre el ojo del castaño, todo era tan extraño.

Bajó las escaleras a paso pesado y flojo, se sentía hastiado* de toda la situación, el olor impregnado en el cuerpo de Billy hizo que se le revolviera el estómago, aquel olor era el mismo que el del oficial Brat Whitney. Quiso gritar cuando la leche caliente calló en su mano, derramando el resto por doquier, ese ardor lo saco de su línea de pensamientos abruptamente, corrió a mojar su mano con agua helada, suspiró ondo desviando la mirada mientras el agua fluia hasta caer en un caso donde sumergía su mano lastimada. La vista de Stu se encontraba posada en la encimera, justo en aquel lugar donde fue uno de los últimos enuentros sexuales entre él y Billy, en aquella noche donde todos estuvieron juntos por última vez, días antes de abrir los ojos de una vez por todas.

Nuevamente servía la leche con chocolate, pero con mucho más cuidado ésta vez, echó los bombones blancos a la taza de Billy y el resto a la suya, sabía que a él no le gustaban de otro color ademas de ese. Con las tazas en ambas manos subió escaleras arriba encontrando a Billy en una posición distinta: él había despertado.

—Te hice chocolate caliente.

No obtuvo respuesta alguna, eso lo hizo molestar mucho, porque, a sus ojos, él lo dio todo por Billy: su alma, su cuerpo, su vida, su libertad, mató por él, torturó por él, se arriesgó y sacrificó por él, ¿y qué resivió? ¡Nada!, silencio, enterarse que Billy ama más a Sidney que a él, y, como si fuera poco, se revolcó con el primer hombre que le dirigió la palabra despues de traicionarlo, ¿cuántas veces más lo habría echo?, ¿una, dos, diez veces?.

—¿no me vas a hablar?

Stu seguía sin perder de vista el cuerpo de Billy, quien le daba la espalda envuelto en cobijas, comenzaba a sentirse triste, frustrado, con cuidado se acercó a la mesita de noche que estaba frente a Billy y ahí dejó las tazas. En el momento en que volteó a ver el rostro de Billy él lo cubrió con las cobijas rapidamente, impidiéndole verlo claramente.

Profunda necesidad [Stuilly]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora