Capítulo 4 Regreso a la Isla de los Perdidos

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Se había preparado con ropa cómoda para luchar, no quería enfrentarse a su madre nuevamente, pero si era necesario... Le suplicó a Evie por todos los demonios que usara algo más apropiado que tacones de aguja, pero ella se negó. Jay y Lonnie habían robado las espadas de las armaduras que decoraban los pasillos. Carlos había diseñado un extraño artefacto que dijo sería capaz de neutralizar la señal del control de Maléfica, pero aún no lo terminaba.

—¿Todo listo entonces? —preguntó Mal a sus amigos. Ellos asintieron nerviosos. Solo habían vencido a Maléfica en la ceremonia de coronación de Ben por que la magia de Auradon y su amistad se habían unido contra ella, en la isla no tenían esa ventaja.

—Melody dijo que no podía darnos uno de los barcos de su padre después del incidente del mes pasado, pero dijo que una de las puertas del muelle no tiene candado desde hace tiempo. Hay un barco que zarpa directo a la Isla de los Perdidos a las once de la noche. Los guardias cambian de turno a las diez. También dijo que de regreso debemos volver en el mismo barco que zarpa de la Isla a las seis de la mañana, de lo contrario nos dejará ahí hasta el día siguiente que regrese —dijo Lonnie, terminando de empacar algunas cosas en su mochila.

—Son seis horas para detener a Maléfica —agregó Evie.

—Genial, debemos llegar allá en una hora —Jay se rascó la nuca —. Aún no puedo creer que estemos por nuestra cuenta, no tiene sentido que Ben...

—Alto —ordenó Mal —. No es la primera vez que debemos encargarnos del trabajo sin ayuda. Podemos hacerlo —interrumpió. Jay dudó de ella un instante, pero asintió —. Hora de irnos.

(***)

Tal como dijo Melody, la puerta del muelle no estaba cerrada con ningún tipo de seguridad. Pudieron abrir la reja sin cuidado y solo debieron vigilar que los guardias se distrajeran o cambiaran de turno.

Lonnie se asomó un poco por encima de una caja grande que llevaba provisiones a la Isla y se agachó de inmediato.

—¿Qué pasó, te vieron? —preguntó Jay.

—El rey Eric está ahí —Lonnie aguantó la respiración.

—Demonios —murmuró Mal —. Tal vez pueda hablar con él, no sabe que Ben y yo... —La frase murió antes de tocar su lengua, pero todos sabían lo que iba a decir.

—¿Entonces lo del barco anterior está perdonado? —preguntó Carlos.

—Claro que no —respondió —. Pero es una emergencia de vida o muerte, debe entender.

—Espera —ordenó Lonnie —. Allí viene Melody —volvió asomarse. Melody se acercó a su padre y lo abrazó. Él le correspondió levantándola en el aire para después despeinar su cabello mojado. Melody miró por un segundo el cargamento de la Isla y su mirada se cruzó con la de Lonnie. Al instante entendió que ya era hora de que subieran al barco, pero con su padre vigilando no podían hacerlo.

—Oye papá —llamó Melody, tomando a su padre del brazo y apartándolo del muelle —. Escuché a mamá hablar el otro día de invitar al abuelo al día de la familia este año.

—¿Ah sí? A tu abuelo nunca le han gustado los humanos ¿él quiere ir? Aguarda, debo quedarme aquí —Eric se detuvo y regresó la mirada a los barcos —. Debo asegurarme de que el barco a la Isla zarpe bien, escuché a unos duendes diciendo que las cosas andaban mal por allá.

—¡Seguro que sí! Pero, ya sabes, es la Isla de los Perdidos, siempre han estado mal —Melody jaló a su padre, el tiempo suficiente para que Carlos y Lonnie subieran al barco y se escondieran.

—Supongo que tienes razón —murmuró Eric —. Pero ya viste la otra vez, hundieron uno de mis barcos, nunca habían tenido la osadía de hacerle eso.

La reina de la Isla de los PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora