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Se quedó dormida en mi pecho después de haberllorado tanto, continué acariciando su cabello y sobando su espalda hasta que quedédormida también.

~●~

Desperté varias horas después por uncosquilleo que sentía en mi cuello. Al mirar me di cuenta que era ella quien loprovocaba con su respiración tranquila y suave, seguíamos abrazadas después detanto tiempo y no me incomodaba de ninguna manera estar así con estadesconocida. Sin querer despertarla, la coloque lentamente en la cama, dejé quesu cabeza reposara sobre la almohada y la cubrí con las sabanas, me coloque misbotas rápida y silenciosamente para salir del camarote, no sin antes darle un últimovistazo y asegurarme de que ella seguía tranquila en la cama.

Era hora del almuerzo y ya todos estabanlevantados con resaca, pero trabajando. Me dirigí a la cocina, quería saber quehabía pasado con José, iba con la esperanza de que esté bien y recuperándose,pues no estaría preparada para saber que ha muerto.

—Buenas tardes— anuncié con voz firme encuanto hice presencia en la cocina.

—¡Gracias, gracias, gracias, gracias!Prometo servirle siempre señora Lalisa— Marta vino corriendo hacia mí, searrodillo y abrazo mis piernas.

Me agaché para quedar a su altura e hiceque me mirara, no me parecía bien lo que hacía ya que yo no buscaba nada acambio de lo que había hecho por ella. Me parecía demasiado para lo pocomerecedora que era.

—Ponte de pie, no soy nadie para que tearrodilles ante mí—  aclaré con voz suave—, es muy halagadora tu oferta Marta, pero ya tengo a todo este buquesirviéndome, no es necesario que tú lo hagas, tú tranquilidad es mi mayorrecompensa— dediqué una sonrisa para ella—. Y por favor, llámame Lalisa.

—Eres un ángel Lalisa, Dios te lorecompensará con creces.

—Amén Marta— no quise plantearle nadacontrario a como ella me veía, que es de una manera muy diferente a la que yome veo.

Ambas nos pusimos de pie juntas; sacudí misrodillas. Le dedique una sonrisa a Izolda quien veía la escena de lo másconmovida.

—¿Cómo está él?

—Está grave, no ha comido ni bebido nada endos semanas, en todo el tiempo que hemos estado juntos poco me ha dicho, apenasrespira. Si no hubiera sido por usted Lalisa lo más seguro es que mañana opasado ya estaría muerto— el sentimiento era palpable en el aire, esas pobresalmas estaban pagando una condena siendo inocentes.

—Me alegro mucho que esté bien. Prometo queharé lo que pueda para que su marido siga mejorando y forme parte de nosotros—le di una sonrisa sincera, extendí mis brazos para ella, ella que duda, peroacepta, y le brindé un corto abrazo, lo necesitaba.

Sinceramente no me parece el trato que ledan a las personas de piel oscura, ¿Es que acaso ellos no tienen dos brazos ydos piernas como todo el mundo? Sólo porque tengan la piel de un colordiferente no quiere decir que sean inferiores ni mucho menos, para mi todas laspersonas son iguales sin importar el color de piel o su jerarquía, si eres unhumilde campesino o un miembro de la familia real.

—Iré a resolver algunos asuntos, ¿Puedopedirles un favor?

—Lo que sea para usted Lalisa— respondiócon gusto Izolda y Marta asintió apoyándola.

—Como ya mencioné hace unas horas, misirviente no está en condiciones de salir del camarote y me sería de gran ayudasi van a llevarle el almuerzo a mi camarote, es el que está al fondo a laizquierda, creo que se los comenté. Traten de no asustarla por favor, ella hapasado por mucho, díganle que van de mi parte y que pronto estaré allá parahacerle compañía.

Mar Dorado JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora