Entramos a la casa riéndonos como una locas, con Lisa habíamos visto un hombre borracho antes de llegar, estaba en un árbol diciendo cosas como: "Toma, toma, toma" "Eso es lo que te vuelve loca", y algunas otras  que no pienso repetir, mientras agarraba los extremos del árbol y hacia un digamos  movimiento de amarcillación. Como si fuera posible hacerle eso a un árbol. Abrimos la puerta y lo primero que vi fue a Frederick, casi maldigo, ¿Es que él no puede dejar a Lisa tranquila alguna vez?

—Estás aquí— se paró de la silla en donde estaba y abrazo a Lisa con mucha fuerza. No me gusta que la toque. Ella parecía sorprendida e incluso incómoda, en el brazo que tenia su Biblia le quedó en una mala posición y podría hacerle daño pronto si no se separa.

—Señor Frederick, la está lastimando— sin ninguna pena le intenté separarlo de Lisa, quien me vio agradeciendome pero al mismo tiempo regañandome por tal acción.

—Lo siento— estaba al borde de las lágrimas, desconocía la razón. Era raro para mi ver a un hombre llorar— También me alegro de verla señorita Jennie— él invadido mi espacio personal y me abrazó.

No era un toque desagradable, Frederick podía dar buenos abrazos. Lisa estaba a espaldas de él viéndonos con burla en su rostro, muy bien, vamos a ver quién se burla de quién. Le correspondí al abrazo, pasaba mis manos como podía por su espalda para reconfortarlo mayormente, porque llegué a sentir pena por él, y por otra parte quería ver la reacción de Lisa que era la que esperaba.

Alzó sus cejas en señal de pregunta, yo alcé las mías en respuesta con una sonrisa y ella frunció su ceño. Frederick terminó por recostar su barbilla en mi hombro y yo lo dejé. Posterior a eso estiré mis labios, ella articuló un mudo "no" con su boca cuando se dio cuenta de lo que iba a hacer, bueno lo que no iba a hacer, sólo quiero molestarla un poco. Acerqué mi boca hacia su rizado cabello dorado para darle un beso, el que claro está no iba a darle. Lisa aclaró su garganta muy en alto y Frederick se separo de mi.

—Jennie Kim, ¿Por qué no me haces un favor y vas a la cocina? Puedes comer si quieres, yo hablaré con Frederick. A solas— tenaz. Me devolvió mi jugada mucho peor. Su "a solas" despierta el demonio de mis celos aunque esté que está vengándose— Ten, devuelve las lámparas— me ofreció la suya y la tome junto con la mía con destreza.

—Como ordene señorita Manobal— no tuve más remedio que obedecerla.

Caminé hacia la cocina, pasando por el solitario comedor. La verdad es que nunca bajaba a desayunar, Lisa me acostumbró a llevarme el desayuno a la cama, detalle que me encanta.

Estar en el comedor es tan extraño, sobretodo estar sin ella, no me gusta estar sin ella, se me hace más difícil respirar y siento esa presión en el pecho que no se va hasta que la veo de nuevo.

—Jennie kim, que sorpresa verla por aquí a estas horas— me sorprende Izolda.

—Vine a devolver estas lámparas, muchas gracias— se las ofrecí y ella las recibió.

—¿Quiere desayunar?— ella tan amable como siempre.

—Si por favor.

—Tome asiento, ya le sirvo.

En mi mano traía el libro y el hermoso lirio que Lisa me había obsequiado; sonreí al verlo y lo lleve a mi nariz capturando su olor. Muchos recuerdos de anoche vinieron a mi mente, sus manos en mi cabello, nuestros cuerpos sudados tratando de ser uno solo, nuestros gritos, derrochadores de placer, haciendo eco en toda la casa, lo hermosa que se veía a la luz de las velas; la manera en la que me besaba y me hacía suya, porque fui suya ayer en la noche, fui tan suya que tengo su esencia en mi piel, aún puedo sentirla, sentir sus manos tan delicadas por todo mi cuerpo...

Mar Dorado JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora