Supay / La leyenda urbana

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El centro de Huanuco en la noche se ve iluminado por las luces de sus calles y edificios, creando un ambiente cálido y acogedor. El bullicio de la vida nocturna se mezcla con el sonido de la música y las risas de los transeúntes, creando una atmósfera animada y vibrante. Las estrellas brillan en el cielo oscuro, complementando la belleza de esta ciudad peruana.

Rosalinda era una joven de 17 años que vivía en un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad Huanuco. Se demoró en su trabajo y se perdió el último micro. El trayecto a pie es largo y peligroso. Solo restaba la opción de tomar un taxi, a pesar de su costo elevado, era una alternativa segura.

 Solo restaba la opción de tomar un taxi, a pesar de su costo elevado, era una alternativa segura

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Pasaban autos y moto taxis, algunos se detuvieron, pero los precios eran demasiado altos.
Al final, un vehículo antiguo se detuvo. Allí estaba sentado un hombre de tercera edad, vestido descuidadamente.

A pesar de su apariencia, resultó ser amable y ofreció un precio muy razonable, además de asegurarle que la llevaría directamente a su destino.
Rosalinda confiada y sin pensar en las consecuencias, aceptó la oferta y se subió al auto.

Durante el trayecto por la carretera iluminada, el chófer iba canturreando suavemente mientras manejaba el automóvil. Pero pronto apareció una patrulla de policía a lo lejos. Fue entonces cuando el hombre se puso seriamente nervioso:

- Joder, ahí hay una batida y se me venció la licencia, - dijo, pero luego, después de pensar un poco, sugirió: - ¿Que tal si nos desviamos por la espesura?

Rosalinda miró pensativamente al taxista, sin saber qué decir.

- Si no quieres te dejo aquí, - dijo el chófer reduciendo la velocidad.

A Rosalinda no le hacía mucha gracia la perspectiva de quedarse sola en la calle por la noche; todavía faltaban diez minutos para llegar a casa.

- Preferiría rodear el camino con Usted, - dijo Rosalinda.

- Bueno entonces vámonos. - El hombre salió de la carretera por un camino de tierra.

Sin embargo, a medida que se adentraban en el monte, Rosalinda empezó a sentir un escalofrío recorrer su cuerpo. El hombre parecía cada vez más nervioso y su mirada se volvía cada vez más inquietante. En un momento dado, el taxista detuvo su auto, sacó un cuchillo y se abalanzó sobre Rosalinda con la intención de matarla.

- ¿Qué quieres? - gritó Rosalinda, - toma mi teléfono y algo de dinero que tengo.

Pero en respuesta recibió un puñetazo en la cara. Todo estaba confuso ante sus ojos. Sintió que iba a perder el conocimiento pero
Rosalinda luchó con todas sus fuerzas para protegerse, logrando forcejear lo suficiente como para abrir la puerta del auto y salir corriendo hacia los matorrales.

El hombre la persiguió, a pesar de su edad corría muy rápido. Rosalinda tropezó detrás de un árbol caído y aquí el maníaco la alcanzó. La joven experimentó en ese instante un intenso dolor. Ella sintió como entraba algo en su espalda en varias ocasiones desgarrando su piel y una más en su cuello.

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