𝐀𝐜𝐡𝐭

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Tras un agotador día de interminables juntas y compromisos corporativos fuera de su empresa, Max finalmente cruzó la puerta de su lujosa residencia que compartía con su amado omega

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Tras un agotador día de interminables juntas y compromisos corporativos fuera de su empresa, Max finalmente cruzó la puerta de su lujosa residencia que compartía con su amado omega.

Un profundo suspiro de alivio escapó de sus labios al dejar atrás el estrés y las demandas de su exigente mundo laboral. Sus hombros se relajaron casi de inmediato al ser envuelto por los familiares aromas y la calidez reconfortante de su hogar.

Su hogar era donde Sergio estuviera.

- muñeco, he llegado ¿Ya estás listo? - llamó con voz ronca mientras se quitaba el saco y lo colgaba con movimientos rutinarios.

El silencio fue su única respuesta, haciéndolo fruncir el ceño. Normalmente, Checo acudía de inmediato a recibirlo con una cálida sonrisa.

- ¿Pecas? ¿Dónde estás? - se encaminó hacia la sala de estar, pero la encontró desierta, sin rastro alguno de su pareja.

Un leve escalofrío comenzó a deslizarse por su espina dorsal mientras revisaba cada rincón de la casa, llamando a Sergio sin obtener respuesta. La creciente preocupación se convirtió en pánico cuando llegó a la habitación que compartían y la encontró vacía e intacta.

- ¿Sergio? ¡Sergio! ¡Respóndeme! - los gritos desesperados del magnate resonaron por los pasillos mientras abría puertas de golpe, su corazón latiéndole con violencia.

Jadeando por el esfuerzo, Emilian llegó finalmente a la cocina, la última habitación por revisar. Vacía también, sin rastro alguno de su amado omega. Sus manos temblaban ligeramente mientras sacaba el celular de su bolsillo y marcaba con dedos temblorosos el número de su omega.

Los tonos de llamada sonaban una y otra vez, aumentando la angustia del alfa con cada segundo que pasaba sin respuesta. Finalmente, la llamada cayó.

El corazón de Max se detuvo cuando sus ojos captaron un sobre blanco sobre la encimera de la cocina. Con un presentimiento cada vez más amargo formándose en la boca de su estómago, se apresuró a tomarlo con manos temblorosas.

Era la inconfundible caligrafía de Sergio lo que había en el frente, casi como una sentencia de condena. Conteniéndose apenas el aliento, rasgó el sobre para sacar las hojas dobladas que contenía.

A medida que comenzó a leer, su mundo entero se vino abajo con cada palabra lascerante que procesaba:

"Max:

Cuando leas esto, ya me habré ido para siempre de tu vida. No tiene sentido prolongar más esta agonía que hemos estado viviendo bajo el manto de mentiras y apariencias.

Sé que eventualmente hubieras optado por reemplazarme, así como lo hiciste con todos los demás antes que yo. Y pensé que sería mejor evitar el drama y la humillación de verte cortejando a quien sería tu próxima conquista.

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