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Sobre la esponjosa cama vestida de mantas de seda duerme el segundo hijo del líder de Daegu, su respiración pausada y su cuerpo cómodamente relajado, no tenía intención de levantarse sino fuera por un ente maligno que abrió las cortinas gruesas de par en par dejando que la voraz luz del día le diera justo en la cara, con una mueca de disgusto e incomodidad tuvo que abrir los ojos observando al ente maligno que perturbó su sueño.
 
—¿Por qué me despiertas? —reclamó —es temprano aún.

Seungmin sonrío, su cabello platino recién peinado y su rostro aseado, una belleza exótica y maligna, —mi habitación, yo decido cuándo abrir mis cortinas.

Jisung frunció la cejas y renegando en susurros pateó las mantas y salió de la cama, su doncel tenía formas poco sutiles para correrlo de la habitación.

—Realmente no entiendo porqué no vas a tu habitación, si no quieres al heredero de Busan en tu cama, haz que duerma en el piso y ya. —Seungmin comentaba sin dobles intenciones.

Jisung suspiró, —no es eso, solo no quiero volver a caer en su amabilidad, si convivo con él en la habitación no podré seguir siendo inflexible.

El omega doncel lo entendió, le había pasado algo similar con el heredero de Daegu, entre más cerca estaba, más perdía el respeto por sí mismo, dispuesto a hacer lo que sea por ese alfa, los omegas son, desde los años salvajes, hasta hoy día, los que más pierden al enamorarse, por qué sus sentimientos son más limpios y claros, el que se engaña lo hace por necedad, no por que no comprenda cuales son sus sentimientos, sin embargo hay una ventaja sobre los alfas. Cuando un alfa se enamora de verdad, no existe poder en la tierra que lo obligue a apartar la mirada de su omega, es la esencia del alfa, leal hasta los huesos, con cada fibra de su cuerpo respetan y desean a un solo omega.

Seungmin dejó de mirar a su amo mientras se desperezaba, centró sus ojos en el broche con el sello de la manada Bang en sus manos, la pieza de plata refinada representa una promesa, el heredero de Daegu se la entregó, jurandole que lo amaría hasta la muerte y que seguiría constante buscando su perdón.

Una promesa vacía.

—Iré a cambiarme, —su amo dijo y Seungmin solo asintió con un sonido sencillo, cuando escuchó el cerrar de la puerta, guardó el broche y se desvistió para ponerse el uniforme.

Fuera de la habitación del doncel platino, Jisung tomó varias respiraciones profundas llenándose de valor para ir a su habitación, después de lo ocurrido la noche anterior, su omega sigue alborotado, afortunadamente había tomado el neutralizador de feromonas que fabrican los sanadores, más bien hechiceros que se hacen pasar por sanadores para protegerse. Cuando los omegas empezaron a entrenar como guerreros, el olor siempre había sido un problema, el sudor y las feromonas intensificaban los olores por lo que siempre había uno que otro alfa u omega que perdía el control, así que los hechiceros de Daegu buscaron la forma de contener las feromonas para evitar este problema, precisamente el entrenamiento de hoy, sería sobre control, su esposo debía poner especial atención el día de hoy, aunque extrañamente Minho ya no ha perdido el control sobre su alfa como cuando se conocieron.

Caminó tranquilo, un par de soldados de la guardia le saludaron dando buenos días, llegando al pasillo de su habitación sintió un olor a cerezas viejas muy conocido, tan solo sentirlo ligeramente hizo a su sangre hervir con ira, "Minho se atrevió a meter a su querido en la habitación de Jisung".

—No tienen ni un poco de vergüenza, —gruñó apretando los puños para tratar de liberar un poco de la tensión de su cuerpo, caminó con pasos lentos, el olor de las cerezas se hacía más amargo a cada paso, se sentía como el olor del miedo, sus ojos se abrieron con sorpresa al ver que el omega Felix estaba contra la pared siendo cuestionado por uno de sus soldados de la guardia, el soldado Sunwoo le apuntaba con una daga mientras le preguntaba por qué estaba en las habitaciones de los amos.

❥ Inefable: Quédate Conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora