mimos

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Se removió en la cama despertando mientras frotaba sus ojos y miraba el otro lado de la cama, encontrando a su esposa durmiendo tranquilamente

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Se removió en la cama despertando mientras frotaba sus ojos y miraba el otro lado de la cama, encontrando a su esposa durmiendo tranquilamente.

Recordó como ésta le cantó para que durmiese y no pudo evitar sonreír, amaba tanto a esa mujer.

Le dió un pequeño besito en la mejilla logrando que despertara.

—Buenos días, mí amor— sonrió la alfa, causando un gran sonrojo en su omeguita.

—Buenos días, Dani— sonrió aún más grande y se levantó para arreglarse.

Entró al baño y luego de unos momentos sintió unas manos rodear su cintura y una cabeza en su hombro.

Sonrió mirando a través del espejo como su esposa trataba de no volver a caer dormido.

—Cariño— llamó la alfa.

Haerin hizo un sonido indicando que siguiese hablando.

—Hoy saldremos de compras, ¿Te apetece?— la sonrisa de la omega se ensancho y rápidamente asintió varias veces, haciendo reír a la mayor.

Danielle se incorporó y también empezó a asearse, sería un largo día, pero todo por su omega.

Cuando ambas estuvieron listas se dirigieron al centro comercial puesto que la omeguita quería comprar ropa.

Luego de unas largas horas Hae ya estaba en el probador colocándose toda la ropa y armando conjuntos.

El primer conjunto era una blusa blanca medianamente larga que había metido dentro del pantalón, siendo este de color negro y algo ajustado, dejando ver sus lindos muslos.

Apenas salió del probador su esposa abrió la boca impresionada y la miró embobada, por poco y se le caía la saliva por la boca.

Apenas se dió cuenta de esto, cerró su boca y sonrió en grande.

—Bebé, te ves tan preciosa, amor mío, ¿Cómo puedo tenerte?, soy la persona más afortunada del mundo.

Después de las palabras la omeguita sonrojado se quedó estático en su lugar mientras la alfa se levantaba para besarla.

Con mucho pesar la omeguita se separó, todavía tenía más ropa para probarse.

(...)

Luego de unas largas horas alfa y omega iban de la mano mientras llevaban las bolsas de variadas cosas que había comprado la omega, su alfa le había dicho que hoy no permitiría que se restringiera, así que no lo había hecho.

Su última parada era un restaurante para comer.

Ambas pidieron pasta y un postre para después.

Ya satisfechas se encaminaron a su casa con una gran sonrisa en sus rostros.

—Gracias, alfa— Haerin no era tonta, sabía que su alfa había hecho eso porque la vio mal, y le encantaba lo atenta que era su esposa.

—Esto no es nada, moriría solo por tí, mi omega, así que por favor sonríe, nunca más volverás a pasar por algo malo.

Y sellaron las palabras con un dulce beso que dejó los corazones de ambas latiendo fuertemente en sus pechos.

baby! ა daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora