raro

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Era raro, muy raro

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Era raro, muy raro.

Su pequeña había estado trayendole durante varios días muchas cosas ricas que ella mismo preparaba a su trabajo, y esto era raro.

O sea, no se enojaba, ni le molestaba, al contrario, le encantaba que su preciosa esposa fuese tan atenta, pero, se le hacía muy raro que lo hiciera puesto que a su linda esposa no le gustaba visitarla en el trabajo, decía que no le agradaba su secretaria.

Cosa que ella no entendía, pero trataba de ser comprensiva y dejarlo pasar.

Por eso es que ahora tenía muchas dudas respecto al cambio de actitud en su linda omeguita.

Pero no cuestionaría nada ya que temía lastimar los sentimientos de la omega.

(...)

¿Qué podía preparar hoy?

La omega se encontraba en la cocina pensando qué preparar hoy para su alfa, no quería repetir los postres que le llevaba así que estaba con un bloque creativo siendo el séptimo postre que preparaba para su esposa.

¿Chocolate? Ya lo hizo.

¿Pastel? También lo hizo.

¿Galletas? Ya había hecho de 3 tipos.

¿Pudin? A su esposa no le gustaba.

No se le ocurría nada más, hasta que al pasearse por su celular vió una foto de un rico queque con forma de cachorrito.

Perfecto.

Puso manos a la obra y empezó a preparar el postre con mucho entusiasmo, su esposita parecía un cachorrito cuando era muy mimosa así que pensaba que era el regalo perfecto.

Apenas término su chófer (contratado por su esposa) lo llevó al trabajo de la misma.

Bajó con una gran sonrisa, saludando a todo el personal que ya sabían era la esposa de su jefa, la amaban, era demasiado tierna con todos, entonces no tenía ningún problema nunca.

El problema surgió cuando llegó al piso de la oficina de su esposa y se encontró con la secretaria.

—¿Qué se te ofrece, omega inútil?— se levantó de su asiento y encaró a la omega, que rápidamente borró su sonrisa de su rostro.

—Vengo a ver a mi esposa— remarco muy bien la palabra "mi".

—Mi jefa no est-

Un fuerte ruido la hizo callar y voltear rápidamente, Danielle había abierto la puerta y cerrado con un gran portazo.

Había sentido el olor de su omega y feliz se acercó a la puerta cuando escucho como la secretaria llamaba a su omega, hirviendole la sangre, y apenas escuchó como iba a mentir sobre su presencia no aguantó el interrumpir la conversación.

—Estás despedida.

—¿Cómo? ¿P-por qué?— temblando cuestionó la omega, temiendo al ver como esos ojos lo miraban como un tigre a punto de comer a su presa.

—No tienes derecho a cuestionar, fuerala última palabra la dijo con su voz de mando, asustando solo a la omega, puesto que su esposita compartía una marca y lazo con ella, su voz de mando no funcionando para nada con ella.

La omega tembló en su lugar y rápidamente recogió sus cosas para irse.

—Bebé, ¿Por esto empezaste a visitarme más?— su tono y mirada cambiaron completamente, haciendo sonreír a la omeguita por el trato tan cariñoso hacia ella de parte de su alfa.

—N-no...— avergonzada negó, no quería que su esposa pensará que le afectaba tal estúpidez, aunque quizás era por eso.

—Bueno, ahora no importa, no volverás a ver a esa omega en tu vida, vamos, entra, estoy ansiosa por probar la delicia que me trajiste.

La omega sonrió aún más, sonrojandose ante el halago y siguió a su alfa, sentándose en su regazo cuando esta lo pidió.

—Te amo—  susurró aferrándose a la cintura de la omeguita mientras la abrazaba, atrayéndola a su cuerpo.

—Yo también te amo, alfa— ambas sonrieron mientras el alfa gustoso se deleitaba con el postre que le había hecho su omega.

Solo se necesitaban la una a la otra, nadie más, y nadie podría interferir con su gran lazo de amor.

baby! ა daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora