Capítulo II: All to well.

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Vestidos por todos lados, con los más variados colores y decoraciones, pero aquel no lo sentía como su ambiente, no era un lugar como ese el que la hacía sentir cómoda. Era verdad que siempre prefirió los libros, pero ya había crecido y si algo había cambiado era que le gustaba "comprar" su ropa por catálogo, no era más que mirar una revista y con un simple movimiento de varita tener en cuestión de segundo un bellísimo vestido frente a ella. Aunque esta vez no había contado con la insistencia de su mejor amiga y el berrinche que le hizo para convencerla de que debían ir de compras juntas para el baile, era una necesidad.
-Vamos, Herms, te divertida ras... -Luna intentaba seducir a la castaña que seguía parada frente a la tienda observando el ostentoso cartel de una de las más lujosas tiendas del Londres Mágico, ella no veía la necesidad de gastan tanto oro en algo que usaría en una sola noche.
-Luna todavía podemos ir a mi departamento, allí tengo los catálogos –Una vez más intentaba seducirla de que su idea era la más apropiada, pero los ojos azules de su amiga brillaban más que nunca.
-Nada de eso, sabes que nunca hacemos compras juntas mas que en navidad, y la situación requiere de un vestido nuevo –Antes de oír un reclamo más de su castaña amiga entró a la tienda con una bella sonrisa, pasando por alto la mirada despectiva de las vendedoras.
Una sonrisa cómplice se curvó en los labios de Hermione cuando al entrar detrás de Luna pudo observar como las brujas que atendían la tienda intentaban disimular el desagrado que les producía tenerlas allí, pareciera que ella llevaba tatuado en la frente "Sangre sucia". Pero eso ya no la incomodaba como antes, tampoco la hacía sentir menos, sentía orgullo de la sangre que llevaba y cuan alto había escalado en la escala social mágica.
No cualquiera llegaba a ser Ministro de Magia.
Una rápida mirada por los vestidos que la rodeaban y pudo divisar uno que le encantaba, sabía que los colores le quedarían a la perfección, pero había un pequeño detalle. Verde y plata. El recuerdo de unos ojos grises que destellaban picardía se vinieron a su mente, ¿Cómo podía ser que Draco Malfoy no la dejara tranquila ni es su mente? Aquel vestido no sería el indicado para la gran fiesta del viernes.
Luna paseaba entre las pomposas telas con los ojos brillantes y una cálida sonrisa de niña inocente que jamás perdería, parecía entretenerse con cosas tan simples como aquellas y no veía problema en demostrarlo. Allí era cuando su mente empezaba a divagar por los recuerdos de Hogwarts, parecían tan lejanos, no podía comprender la rapidez con la que había llegado a los veinte años, parecía que las largas caminatas por los jardines del castillo habían quedado atrás hacía poco menos de unos días. Pero allí estaba, convertida en toda una dama. Aunque las cosas no cambiaban por completo en algunos aspectos. Una divertida sonrisa se curvaba en sus labios al recordar el rostro de Ron tan rojo como sus cabellos al discutir con Malfoy, o la sonrisa de ganador del segundo cuando lograba que el pelirrojo callera en sus juegos.
Malfoy... Sus recuerdos volvían a divagar por los recovecos de su mente que se cubrían de telas de araña, imágenes difusas y sin mucho contenido se mostraban ante ella, sin poder lograr comprenderlas del todo.
-Herms –La llamó por tercera vez Luna, la castaña ya se había perdido en su mente y parecía no querer regresar. La rubia pellizcó el brazo derecho de su amiga, logrando que esta saliera de su ensimismamiento con un quejido.- Hasta que al fin regresas, intento mostrarte algo... -Le reprochó mientras modelaba un vestido negro en completo contraste con su piel tan blanca como la porcelana y que resaltaba sus grandes y azules ojos.
-Estas bellísima, Luna... -La voz de Hermione se fue apagando de a poco, se quedaba sin palabras para describir lo que tenía antes sus ojos. Su mejor amiga jamás se había visto más guapa que con aquel vestido, era senillo hasta la cintura, resaltando todas sus voluptuosas curvas, con una falda que llevaba hasta el suelo con un pequeño tajo hasta la altura de la rodilla. La verdad era que Luna realmente había cambiado físicamente en los últimos años, ya no podía pasar desapercibida frente a la mirada de los hombres como sucedía años atrás en Hogwarst.- Me has dejado sin palabras, realmente te ves magnífica, Neville se quedará sin paabras
-¿Tú lo crees...? –Un rosa rubor se atrevió a aparecer en las mejillas de porcelana de la rubia, dándole el toque de inocencia que la caracterizaba.- Realmente me gustaría algo más colorido, pero la situación amerita algo clásico –Sentenció mientras terminaba de girar frente al espejo para examinarse por completo.
-Créeme, Luni, dejarás a más de uno sin palabras y con el mentón caído –Otra sonrisa se asomó en los labios de la Ministra de Magia mientras que una tibia risa se dejaba escuchar por la tienda, resultado de una divertida y apenada Luna.
El resto del día se lo pasaron buscando un vestido que le gustara a Hermione, porque el problema no estaba en que le quedaran mal, sino en que a ella no le agradaba ninguno de los que se probaba. No le agradaba nada de lo que allí se encontraba, a excepción de uno en particular pero ya lo había descartado desde un principio.
Pero luego de una larga pelea de "Decídete ya", "Debes elegir uno de una forma u otra", "El baile es en unos días" y, por sobretodo, "Eres la Ministro de Magia, debes ser la más elegante en la fiesta" por parte de la aniñada Luna, por fin había encontrado el suyo. Un precioso vestido rojo escarlata apareció entre mucho, como si la estuviera llamando para ir a casa con ella. La parte superior parecía un corsé de lo ajustado que era, pero eso no molestaba en absoluto sino que resaltaba ciertas curvas que valían la pena destacar, una cadenilla de oro le daba un toque delicado y elegante a la cintura desde donde la falda empezaba a salir para obtener un poco de volumen, nada exagerado.
"Sencillo y bonito", fueron las palabras que cruzaron por la cabeza de la castaña a verse al espejo con una reluciente sonrisa. De esta forma el Mundo Mágico tendría bien en claro que la nueva dirección del Ministerio de Magia estaba en manos de una leona.

Se sentía relajada, tranquila y en su ambiente. No había nada que amara más que estar sentada en el sofá se su sala con una taza de chocolate caliente para combatir el frío de Londres. Su mirada estaba concentrada en la ventana, intentando contar estrellas que sabía jamás podría, pero prefería eso a tener que afrontar las ideas que divagaban por su mente.
-Jamás besé a Malfoy, estoy segura... -Se repetía en un murmullo para si misma, intentando convencerse de que realmente había sido así, pero desde que Draco había pronunciado esas pocas palabras la idea de besarlo no desaparecía de su mente. Lo peor eran las imágenes poco nítidas que revolvían su cabeza, como recuerdos desordenados y sin rostro.- Ese hurón y sus malditas bromas.
-No esto para bromas, Granger –Un molesto Draco apareció detrás de su sofá, haciendo que ella saltara del susto y tirase todo su chocolate sobre la alfombra blanca que decoraba el centro de su sala.
-Malfoy... -Resopló ella, no molesta por la mancha que tenía ahora sobre su bella alfombra, sino porque había usado su chimenea para entrar a su casa sin siquiera avisarle, quedando nerviosa y alterada.
-No pediré disculpas si eso esperas, esto es algo urgente –Se "excusó" a su manera el oji-gris, tomando asiento en el sofá que estaba frente al de ella.- Esto es una verdadera molestia ha decir verdad, nada me disgusta más que estar aquí un jueves por la noche –Una mirada rápida y poco amistosa recorrió la sala, haciendo que los labios del chico se movieran levemente en una especie de mueca imperceptible.
-Entonces dime qué quieres así te retiras y dejas que termine mi noche tranquila –Buscó la paciencia que quedaba dentro de sí misma, exhalando el aire que tenía en sus pulmones para borrar la idea de darle un buen golpe al rubio.
-Bien, irás conmigo al baile que hay mañana, y no puedes reclamar –Una sonrisa de satisfacción se curvó en los labio de él mientras recostaba su espalda en el sofá, adoptando esa pose tan típica de los Malfoy cuando denotaban seguridad y arrogancia.
-Sabes que no, iré sola –Su defensa fue en vano, porque sabía que ocurriría. Draco dejó escapar una carcajada corta y no se tomó la molestia de decir nada más. De la misma forma elegante con la que se sentó volvió a pararse, enseñándole una sonrisa más a la castaña, pero esta vez con un brillo diferente.
-Pasaré por ti a las ocho, y no aceptaré nada escarlata –El rubio se dirigió con pasos lentos y seguros nuevamente a la chimenea, como una pícara serpiente que ya pudo obtener su presa.- No te preocupes por Astoria, ella ya esta informada de todo.
Y no hizo más que desaparecer entre polvillos.

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