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–¡Holaaa! –saludó Daemon desde la entrada con una sonrisa radiante en el rostro.
–Anda, hoy vuelves temprano.
Aemond se encontraba sentado en el sofá, a punto de encenderse un cigarro.
–Sí, es que hoy es el cumpleaños de la hija de mi jefe. Y como a esta hora aún había muchas tiendas abiertas... –se acercó hasta él y Aemond frunció el ceño cuando vio que entre las manos llevaba una bolsa de papel– ¡Mira, te he comprado ropa! La mía te va un poco grande y no debe ser muy cómoda, ¿no?
Sus ojos, de color azul y violeta, lo recorrieron de arriba a abajo.
–¿Perdona? –la sonrisa de Daemon se desvaneció poco a poco–. Vamos a ver... ¿has quedado con el viejo ese ya? ¿Habéis hablado?
–Sí. Y ya le avisé de que no volviera a meterse en mi casa sin permiso.
–¿Y aun así te queda pasta para ir de compras?
El mayor le dedicó una sonrisa sincera, sus ojos se hicieron pequeñitos con ella.
–Vamos, Aemond, no seas así. Ya te he dicho que tú no tienes que preocuparte por nada. Lo digo en serio. Vamos, pruébatelo.
Entonces, lanzó la bolsa entre sus manos, colmando la poquísima paciencia del platinado.
–¡¡Si tantas ganas tienes, póntelo tú, gilipollas!! –gritó, lanzándole de vuelta la bolsa, la cual impactó contra su cara.
–¿Eh? Pero si lo he comprado para ti. A mí me irá demasiado pequeño.
Daemon se quedó con la camisa entre las manos mientras observaba cómo Aemond cogía su cartera y se marchaba del apartamento.
Entendía que se hubiera enfadado con él después de descubrir que tenía una deuda, pero no podía evitar el hecho de que le gustara regalarle muchas cosas, y mejores, sin tener que tantear primero si podía o no permitírselo. Además, aquella camisa se la había comprado en una tienda de segunda mano y había sido tan barata que hasta le sabía mal que se hubiera cabreado por lo que se había gastado en ella.
A pesar de su enfado, sabía que pronto se le pasaría, así que metió la camisa en el armario para que se la pusiera sin darse cuenta.
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Aemond caminó sin rumbo por las calles poco transitadas de la ciudad. Todavía seguía muy cabreado con Daemon, porque no podía comprender que, teniendo una deuda tan grande como la que debía tener, se preocupara en comprarle cosas a él. ¿Qué importancia tenía que la ropa le quedara un poco grande o pequeña? Eso daba igual. Odiaba que malgastara el dinero en tonterías. Lo que más le tocaba los huevos era que lo hiciera con todo el morro y se quedara tan tranquilo, sabiendo que ahora ya había descubierto que estaba endeudado. Pero lo que más le irritaba de todo, lo que no podía soportar, era que no podía evitar preocuparse por él.
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LLUVIA DE MEDIANOCHE | daemond
Fanfiction"¿Dejarías entrar a cualquiera que llamara a tu puerta?" Dos hombres abrazados bajo la lluvia nocturna... Tiempo atrás, Daemon y Aemond se conocieron en una lavandería. Bueno, Daemon ya sabía de Aemond, porque le había visto pelearse con tres tipos...