C i n c o

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"Lo que caracteriza a los Border Collies y los diferencia del resto de perros es su habilidad de buscar una solución a los problemas pensando por sí..."

Mientras la televisión hablaba sobre las cualidades de esa raza de perros, Aemond sostenía el bol de patatas fritas sobre su abdomen. El joven platinado se encontraba absorto en lo que aquel hombre decía, y mientras Daemon cogía un puñado de patatas, no pudo evitar desviar su atención hacia él.

–¿Te gustan los perros, Aemond?

–¿Existe alguien a quien no le gusten? –respondió sin despegar la vista de la pantalla–. Son listos, leales con sus amos, blanditos... Son monos, ¿no?

"Los Collies son sociables, muy amigables y afectuosos con la gente."

–Aemond... Aemond...

–¿Y ahora qué? ¡¿No ves que estoy viendo la tele?!

Ignorando su mal humor de siempre, Daemon se acercó a él hasta que sus rostros se quedaron a tan solo unos palmos de distancia. Entonces el mayor sonrió y se señaló a sí mismo con el dedo pulgar.

–Yo también soy blandito, mono y afectuoso. ¿No?

Aemond no esperaba aquello, así que no supo cómo reaccionar. Pero la expresión de Daemon era tan adorable que no podía rechazarlo tan abiertamente como siempre, por eso decidió colocar una mano sobre su cabeza y acercarlo a su pecho con algo de brusquedad. Ahora la mejilla del mayor estaba pegada a él, tanto que podía escuchar los latidos de su corazón.

–Eres un idiota –dijo con la voz algo temblorosa.

Aemond pudo sentir sobre su piel el cosquilleo de la risa de Daemon.

–Oye... Ahora en serio, me has roto el corazón. ¿No te parezco mono?

–No digas esas cosas sólo para pegarte a mí –lo regañó, tirando un poco de algunos mechones blanquecinos de su cabello.

–Era broma, hombre.

Daemon no lo sabía, no tenía ni idea de lo que bullía dentro del pecho y de la mente de Aemond, pero estaba consiguiendo que esa barrera que lo protegía del sufrimiento que otros le causaban comenzara a resquebrajarse. Y le daba miedo.

Por eso, aprovechó que tenía la mano enterrada en el pelo del mayor para apartarlo de él.

–¿Ocurre al...?

Cuando Daemon observó su rostro, no hizo falta que terminara de formular aquella pregunta. Ya comenzaba a conocer un poco mejor al chico, y sabía que cuando algo así le superaba, cuando sus propios sentimientos comenzaban a sofocarlo, necesitaba alejarse un poco de él para sobrellevarlo de la mejor manera posible.

LLUVIA DE MEDIANOCHE | daemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora