El Caso Weimar 2

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La fría noche llegó con el firmamento en lo alto, fiestas para jóvenes, caminatas por las calles solitarias en pareja, establecimientos nocturnos. Para los menos afortunados era hora de buscar donde pasar la noche.

Dos niños encontraron lugar bajo un puente, el mayor sostenía con fuerza a su hermano pequeño, bajo su cabeza escondía la hoja de tijera rota que encontró para defender al menor. Vivir en las calles no es sencillo cuando eres pequeño, existe gente mala en todas partes. Una presa fácil nunca se desperdicia.

– Te prometo que te sacaré de esta horrible vida. Te lo juro por mi vida hermanito. – Hablo el de ojos verdes.

Daría lo que fuese para que su hermano no sufriese esas penurias, que aunque sea él ya no viviera en la calle. Con eso sería feliz, pero la vida es cruel y dolorosa para unos. Hay hambruna, guerra, muerte, enfermedad, pobreza, orfandad, abandono, dolor y lágrimas. Una enfermedad les arrebato a su mamá y a su papá, sus familiares no los buscaron, quedaron solos en una cuidad extraña. Nadie los quería, aún rogando para que alguna persona fuese buena con su hermano, ninguno lo acepto.

El mundo es injusto con muchos que no lo merecen.

Aún por ser niños nadie les brindo compasión.

– Hola.

Lo tomo desprevenido, sujetando con fuerza el mango de la tijera.

– ¡No quería asustarte! – Ese niño le pareció agresivo, pero era de entender por su situación. – Te vi y-y te traje esto. – Le extendió una bandeja llena de frutas y galletas. – ¿Tienes hambre verdad?

– ¿Crees que soy idiota? – No lo negaba, su estómago le exigía alimento con urgencia, el del menor igual.

Un lado quería confiar, otro no lo hacía por la protección de su hermano pequeño, ¿Quien sabe si se trata de un engaño?

– No quiero lastimarte, sólo quiero ayudar... – Su cuerpo empezó a temblar ligeramente.

Ese chico era más alto que él, estaba armado y agresivo. Su corazón inocente únicamente quería ayudarlo, pero el miedo se le fue instalando en el ser.

– SA... – Un bulto envuelto en una sucia y desgastaba tela se movió.

Para sorpresa suya, ese bulto era otro niño. No era uno, eran dos y por el tamaño era más pequeño.

– SA... – Volvió a llamar con su débil voz.

– ¿Qué pasa SS? – No desvío la mirada del desconocido.

El menor apenas podía hablar con claridad, a falta de alimentos constantemente estaba cansado, su cuerpecito de pocos años apenas soportaba las duras condiciones de la vida vagabunda.

– ¿Es tu hermano?

– ¿Eso que te importa?

– También tengo un hermano. De hecho tengo tres, los mayores son mellizos, soy el tercero, y un bebé de unos meses... Acepta esto. Se que no quieres saber nada de mi, pero acepta mi ayuda porfavor... Así sea por ese niño a tu lado.

Hablo con toda la sinceridad que cabía en su ser, de alguna manera logró calar hasta el punto nervioso del mayor: SS.

Tenía dos opciones: Mandarlo al demonio sin saber lo que pudiese suceder después de eso o aceptar.

Años después

– De haberlo sabido desde el primer momento hubiese aceptado sin duda alguna...

Los recuerdos de esos días fueron tatuados en las memorias del eslavo de ojos verdes, de los días de mendigar por las calles para sobrevivir y hacer sobrevivir a su consanguíneo con lo poco o nada que llegaba a conseguir.

Perro fiel [SS X Third Reich]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora