La regla sagrada [Omegavers] Final

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La anestesia lentamente dejaba de surtir efecto en su adormilado cuerpo, dándole paso a un dolor desagradable.

Se quejó entre dientes, buscando alguien familiar dentro de esa sala. Las paredes blancas lastimaban sus retinas, esa era una de las tantas cosas que no le gustaban de los hospitales. De niño detestaba esos lugares, siempre tenía miedo, y buscaba que sus padres lo sacarán de allí inventando un cuento de que en las puertas se aparecía una mujer pálida de largos cabellos negros que lo observaba o que en el techo escuchaba rasguños.

Los médicos le diagnosticaron hiperactividad y hasta allí quedó el asunto. Ese día que regreso al centro médico no vio a sus espectros por ninguna parte. Llegó él mismo a creer que de verdad había una mujer parándose en las puertas y animales rascando el techo pero todo fue un invento que su propio cerebro infantil empezó a convencerse de que existía.

Un tacto en su mejilla le hizo estar más consciente de su entorno.

– Perro sarnoso, ¿Sigues vivo?

– Reich... – Apenas pudo articular las letras. Se sentía tan adolorido y somnoliento sin moverse de su lugar.

– Tu hermano quiere hablar contigo. Nos vemos después. – Dejo su tacto para darle lugar al consanguíneo del alfa.

Les dio privacidad a los hermanos, y se dirigió a la habitación del otro recién operado.

Dudas eran lo que le rondaba su cabeza inquieta, ¿Cómo se enteró?, el come pizzas no le hizo nunca ningún comentario al respecto, y miren, fue donante de médula. Sin embargo su condición no era la apropiada para exigir explicaciones, ahora Reino podía tener una esperanza de vida mayor a la que le dieron los médicos en un inicio, eso lo reconfortaba. Al ver el rostro de su amigo beta iluminarse por primera vez en esos oscuros meses, sintió que todo estaría bien, era similar a un tranquilizante para el alma mortificada del menor.

El sonido del tacón de sus botas eran la más maravillosa orquesta a sus oídos. Su ánimo estaba curiosamente alto.

Semanas después

– ¿Todavía duele?

– Me quitaron parte de la médula y la reemplazaron con piezas de plástico, varas de acero, ¡Oh! Y algo de hueso de mis costillas. No, no duele ni un poco, sólo son punzadas en las costuras. – Dijo sarcástico.

El contrario soltó varias carcajadas. – Bueno, tengo que irme antes que la enfermera me saque a patadas. – Acomodo las mangas de su suéter. – Hasta mañana. – Se despidió despeinando al pelinegro.

El recién operado bufó por el comportamiento inmaduro de su consanguíneo.

Al quedar solo en esa habitación, se vio inmerso en las palabras del germano.

No sé que tramas con todo esto, pero algo en mi me dice que quieres algo.

Te quiero a ti.

Lo supuse...

¿Me rechazas?

No lo sé. Quiero conocerte bien, tal vez cuando salgas de estás cuatro paredes empecemos por el primer escalón. Me agradas, hiciste algo que otros no harían así como así... Supongo que puedo darte una oportunidad.

¡Acepto! A-ah, perdón, me emocioné.

Tonto. En ese caso, prométeme que pondrás mucho empeño en conquistar a este omega.

Perro fiel [SS X Third Reich]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora