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Capítulo 4 - He oído que eso es lo que hacen todas las parejas jóvenes de la capital hoy en día.

Ania pensó que Edward había olvidado por completo
Los recuerdos de aquella época.
Los sentimientos que habían compartido.

Se preguntaba si era la única que lo recordaba y se entristecía por ello.

"Te juro que te amaré a ti y sólo a ti para siempre".

Eso era lo que él decía.
Había jurado amarla para siempre.

Desde su separación, no la había visitado ni una sola vez.
¿Se había cansado de ella? ¿La odiaba?

"Es hora de despertar, jovencita."

"......"

"¿Señorita?"

"......"

"¡Señorita!"

"Mmm..."

Ania se despertó de su corto sueño al ver a la criada sacudiéndola para despertarla.

"Señorita, necesita comer."

Pero ella no reconoció la habitación.

"¿Dónde estoy?"

"Su mansión, mi señora".

"¿Mi casa?"

"No, su mansión".

Ania se levantó, se alisó el pelo revuelto y asintió.

Su mente aún estaba confusa por el sueño que había tenido la noche anterior, pero recordó los acontecimientos de hacía unos días.

Así es. Estoy casada".

Se frotó los ojos, mirando alrededor de la habitación ligeramente diferente.

"Deberías comer".

"Sí. Bajaré".

"Tendré algo preparado para ti".

"De acuerdo."

Ania se levantó de la cama y tropezó con el tocador.
Se alisó ligeramente el pelo, se lavó la cara con el agua que le habían dado y se retocó el maquillaje.

Estaba guapa sin nada en la cara, pero maquillada estaba aún mejor.

Ania se miró la cara con satisfacción y sonrió.

"Matrimonio..."

Había sido un matrimonio a medias.

Edward no se había interesado por ella, y no parecía muy entusiasmado con la idea del matrimonio.

"No me extraña".

Él no quería casarse con ella; se había vendido.
La cara de Edward estuvo sombría todo el camino hasta el altar.

"Me pregunto si no quería casarse conmigo..."

La cara de Edward no salía de su mente.
Y entonces se sintió deprimida.

Después de todo, pensó, si se casaba con él, él volvería a mirarla.
Pero Edward permaneció serio.

Ania lo lamentó durante todo el camino hasta el altar.

No debería haberle pedido que se casara conmigo tan a la ligera'.

¿Y si le caigo mal?
¿Y si no me mira después de casarnos?
¿Y si me odia para siempre?

Pero fue entonces.

Un resplandor dorado'.

Las palabras de Edward sobresaltaron a Ania.

Me M*taré Si No Me QuieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora